De la vida de Graham Hill existen tantos aspectos de relevancia que resulta muy complicado destacar uno por encima de todos. Y es que a lo largo de las 18 temporadas que compitió en la Fórmula 1, su palmarés se nutrió de éxitos inéditos en la historia del automovilismo. Uno de estos fueron las cinco victorias que logró en la cita de Montecarlo, razón por la que el británico pasó a ser conocido como Míster Mónaco. Pero, por encima de esto, puede que incluso más importante que sus dos títulos mundiales, está el hecho de que Hill se alzó con el mérito de haber sido el único piloto en la historia del motorsport que en su día consiguió alzarse con la triple corona del motor, es decir, llevarse la victoria en el GP de Mónaco, las 24 Horas de Le Mans y las 500 Millas de Indianápolis.

Pero antes de convertirse en leyenda del automovilismo, el inglés nacido en la región de Hampstead tuvo que superar numerosos desafíos. El primero de estos fue el ingreso en la Royal Navy, la marina británica, lo cual no fue del agrado de un joven Graham. Debido a su descontento, se dejó crecer un curioso bigote, algo mal visto en el ejército, que le acompañaría para toda su trayectoria deportiva. Dicho look no lo exhibió a los mandos de un coche de competición hasta que en 1953, con 24 años de edad y aún sin tener el permiso de conducir. Una asequible oferta que permitía dar unas vueltas al trazado de Brands Hatch tuvo la culpa de que Hill calles enamorado de la velocidad. A partir de ahí, el inglés trabajó de forma incasable con los coches de la academia de conducción donde adquirió el carnet, para que así pudiese probarlos posteriormente.

Tras conseguir participar en algunas pruebas de nivel aficionado, la pura casualidad quiso que conociese en una de ellas a Colin Chapman. Graham convenció al fundador de una todavía humilde escudería Lotus para que le dejase correr unas cuantas carreras de Fórmula 2 durante 1956 y 1957, a la vez que también hacía las funciones de mecánico. En 1958, una vez preparados para ello, esta pareja dio el salto a la Fórmula 1. Hill compartió garaje con Innes Ireland en lo que fue una de las temporadas más complicadas de su carrera.

En las dos primeras temporadas de Graham en la Fórmula 1, este sufrió las desventajas que tiene correr con un equipo recién nacido. Sólo logró terminar cuatro de las 16 citas en las que estuvo presente, además de no conseguir ningún punto en la general del mundial. Esto hizo que para 1960, el conductor de 31 años recaló en las filas de BRM, un lugar donde su trayectoria cambiaría completamente.

Si bien los dos primeros cursos de este en la estructura británica ya dieron indicios de que Graham había acertado completamente al cambiar de aires, consiguiendo al poco de llegar su primer podio, el año que revolucionó la vida de Hill fue 1962. En este, de la noche a la mañana, el británico se encontró inmerso en plena lucha por el Campeonato del Mundo de Fórmula 1. Lo que empezó como un año ilusionante, ganando la primera carrera de su vida en Holanda, se convirtió en algo inolvidable. Con un final de temporada excelso, en el que ganó tres de cuatro carreras, y finalizó segundo en la otra, Graham se convirtió en el segundo piloto del Reino Unido que ganaba el título. Además, le dio a BRM su primer y único título de pilotos y constructores. Todo esto, con sólo un podio en su haber previamente. Pasó de ser casi un desconocido a convertirse en el séptimo ganador del campeonato.

Después de conocer la gloria absoluta, los tres años siguientes tampoco estuvieron exentos de victorias. Durante dicho período de tiempo, Hill finalizó como el segundo de la general. Sus compatriotas Jim Clark, por partida doble, y John Surtees, le impidieron revalidar corona en estos años, en los cuales, no obstante, fue construyendo su leyenda entre los muros del principado de Mónaco. Nada menos que logró tres victorias consecutivas. Pero el título siempre se le escapó de sus dedos.

Al finalizar un decepcionante 1966, en el cual abandonó en la mitad de los grandes premios, Graham percibió que era el momento de cambiar de aires, tras siete años en las filas de BRM. De todos modos, dicho curso no solo tuvo momentos difíciles. De este se llevó una histórica victoria en las 500 Millas de Indianápolis y la enorme alegría de ver como en el GP de Bélgica pudo salvarle la vida a su joven compañero Jackie Stewart, quien quedó atrapado bajo su coche tras un fuerte accidente mientras el combustible se desparramaba a su alrededor.

Pero, independientemente de esto, el cambio de casa se presentaba como algo necesario. Su destino no fue otro que el lugar donde debutó, Lotus. Allí coincidió con su compatriota y amigo Jim Clark. En la primera temporada junto a Chapman y Clark, 1967, Hill no tuvo el mejor de sus ejercicios. Su compañero de escudería le batió de forma holgada y, además de no ganar ninguna carrera en dicho año, sólo fue séptimo en la general. Para 1968, no quedaba otra alternativa que mejorar.

Y así fue. Con un Lotus muy competitivo, Graham volvió a las vivencias de sus años gloriosos. Volvió a ganar carreras, a desprender sensación de velocidad, hasta el punto que su victoria en el GP de México, la última cita del calendario, le coronó como bicampeón del mundo. Fue el primer británico en lograrlo. Pero las celebraciones no fueron todo lo alegres que podrían haber sido, ya que a principios de la temporada falleció su querido amigo Clark en un trágico accidente probando un F2. Hill consiguió el título en su honor. Fue su último cetro mundial.

A partir de entonces, la carrera de Hill comenzaría a decaer. Su último destello dentro de la F1 fue la consecución de la quinta victoria en Montecarlo en 1969, campaña en la que finalizó séptimo. Después de 1970, Graham pasó dos temporadas con más pena que gloria en Brabahm. Lo único destacable ocurrió fuera del campeonato, cuando en 1972 completó su gran obra, al ganar las 24 Horas de Le Mans.

Tal hito podría considerarse el broche de oro a su carrera deportiva, ya que tras ese curso le restaron tres cursos sin éxito alguno en Shadow, Lola y, fugazmente, dentro de su propia escudería, la cual llevó su apellido. El momento en el que se dio cuenta que su tiempo había pasado fue cuando en su carrera predilecta, allí donde impuso su ley tantas veces, Mónaco, no pudo ni clasificarse para la carrera. En 1975, tras 18 años en activo, otra marca para la historia, Graham Hill decidió colgar los guantes.

Desgraciadamente, Graham apenas pudo disfrutar de su retiro. El 29 de noviembre de 1975, cuando volvía en avioneta de haber participado en una carrera en Paul Ricard, la niebla que había en el aire le desorientó cuando estaban cerca de Londres. Sufrieron un accidente en el que fallecieron él y quien le acompañaba, Tony Brise. Hill dejó este mundo sin poder despedirse de sus seres más queridos, entre los que se encontraba uno de sus hijos, Damon, Este, décadas más tarde, volvería a hacer historia, haciendo más especiales si cabe los títulos de su padre, el creador de una estirpe de campeones.