Emilio Giuseppe Farina. "Nino". "El Caballero de Turín". "El Primero". Había muchas formas de llamar a este italiano amante de las carreras, cuya trayectoria en las mismas se inició incluso antes de la II Guerra Mundial. Pero, sin duda alguna, la mejor forma para hacer referencia a su personaes aquella por la que, allá por 1950, se convirtió en un mito. Difícilmente se puede presentar mejor a alguien afirmando que es el primer campeón del mundo de Fórmula 1 de la historia.

El autor de tal irrepetible éxito, antes de ser patrimonio universal de las carreras, fue un joven transalpino que con apenas 13 años ya se fogueaba entre las carreteras de su nación junto a su tío, el gran Pinin Farina. Pero las condiciones familiares siempre le antepusieron los estudios, por lo que su dedicación por la velocidad tuvo que moderarse unos años hasta que se sacó la carrera que le convirtió incluso en doctor, la de derecho. Tras esto, tuvo que cumplir el servicio militar, en donde no es nada extraño que su actividad favorita fuera la conducción de unos toscos y primitivos tanques de guerra.Una vez solventado esta condición, "Nino" se adentró en el universo de la competición.

Desde 1932, Farina se convirtió un piloto profesional. De hecho, antes de del gran conflicto mundial, se proclamó campeón de Italia tres veces consecutivas con Ferrari y Maserati. Lamentablemente, el enfrentamiento entre los países del Eje, donde se encontraba su país, y los Aliados, frenó la trayectoria del transalpino.

Una vez el mundo recobró la normalidad, el piloto de Turín volvió a competir de inmediato. A los mandos de un obsoleto Alfa Romeo 158 ganó el Gran Premio de las Naciones de 1946, celebrado en Ginebra. En años venideros cambió de aires y recaló en Maserati, con los que ganó el Gran Premio de Mónaco de 1948. Después de cruzar el Atlántico en 1949 para participar en el Gran Premio de Buenos Aires, 1950 se presentó como la oportunidad que muchos veteranos corredores habían estado esperando tras años de guerra. Y es que para tal curso se anunció la celebración de la primera edición del campeonato de Fórmula 1. Para ello, Alfa Romeo aunó en su estructura a “Las Tres Efes”: Farina, Fangio y Fagioli.

En lo que fue la primera celebración de uno de los mayores eventos deportivos de la actualidad, el duelo entre los tres compañeros de equipo marcó toda la temporada. El italiano, como aviso de cara a lo que estaba por venir, fue quien marcó la primera pole position y ganó la primera carrera de la historia del certamen, en Silverstone. Pero para cuando llegó la última cita del calendario, Monza, Nino se encontraba tercero, tras sus dos rivales. Sin dar nunca nada por perdido, el Caballero de Turín ejecutó una carrera perfecta. Ganó y se llevó el primer mundial de Fórmula 1. Para ello fue capaz, a los 44 años de edad, de aunar la rapidez de Fangio con la regularidad de Fagioli. A partir de entonces, pasó a ser "El Primero".

Tras hacer historia, repetir hazaña en1951 no fue posible. La excelsa actuación de su compañero argentino, futuro pentacampeón, unida a tres desafortunados abandonos consecutivos, provocaron que una victoria en Bélgica y dos terceras posiciones sólo le permitieran aspirar a ser cuarto en la general. De cara a la temporada siguiente, en la cual recaló en Ferrari, una mayor regularidad se presentaba esencial para revalidar la corona. Pero el soberbio italiano se topó con un corredor más joven y veloz que él, su compatriota Alberto Ascari. Este limitó las ambiciones de Nino a un, no obstante, muy buen segundo puesto en la general. Bien es cierto que la superioridad de su vecino de box fue evidente.

En 1953, la competencia para Farina aumentó, ya que el regreso de Fangio a la competición, después de recuperarse de un accidente, le dificultó aún más su última opción para ser bicampeón. Finalmente, dicho honor le correspondió a Ascari. Nino, a pesar de reencontrarse la victoria en Alemania, tuvo que conformase con la tercera plaza. A la postre, dicho éxito en tierras germánicas fue su último triunfo, ya que en 1954, después de ser segundo en Argentina, un fuerte accidente le causó fuertes quemaduras y le llevó a retirarse de la competición durante un tiempo. Durante ese descanso, sufrió intensos dolores, lo que le obligó a tomar fuertes drogas para calmarlos.

Pero esta pesadilla no le derrotó y, para el campeonato de 1955, Giuseppe volvió a sentarse en su Ferrari. La pena fue que, después de acumular dos podios en los tres primeros grandes premios del año, otro accidente, esta vez en las Mil Millas, le rompiese el brazo. Supuso el punto y final del primer campeón de la Fórmula 1 en la categoría. De él siempre quedó suagresivo y basto estilo de conducción. De hecho, Fangio, con quien Farina tuvo algún que otro roce debido a la altanería del italiano, aseguró que solo la Virgen podía proteger al transalpino de no fallecer un día en algún circuito del mundo.

Pero en contra de lo que se temía por entonces, Farina no falleció en una carrera. Lamentablemente, lo hizo en un accidente de coche cuando estaba dirigiéndose hacia el circuito de Réims, dispuesto a disfrutar del Gran Premio del ACF de 1966. Su marcha llegó de forma inesperada, cuando estaba a punto de cumplir 60 años. Hoy, 64 después de que se coronase campeón, sus sucesores siguen intentando completar el camino que él inauguro.