Piero Taruffi fue uno de aquellos elegidos que vivió de lleno el nacimiento y posterior evolución de los Grandes Premios. Nacido hoy justo hace 108 años, el italiano, todo un doctor en ingeniería, supo combinar su habilidad al volante con su reconocida sabiduría para sobrevivir a una época tan peligrosa como especial. Aquella en la que alguien como él, entrado ya en la edad de los cuarenta, podía correr y liderar carreras de lo que hoy es uno de los mayores espectáculos del mundo.

Su amor por el motor estuvo vivo desde la adolescencia, cuando desde los años 30 corrió multitud de eventos a los mandos de un Fiat. La pasión que sentía por la Mille Miglia siempre le empujó a tomar parte de esa carrera tan legendaria como peligrosa, pero de la que siempre supo salir de una pieza.

No obstante, la mayor aventura de su vida, la que le llevó a disputar 19 citas del campeonato, llegó precisamente en la última carrera de 1950, en Italia. Allí, a los mandos de un Alfa Romeo 158, tuvo que retirarse mientras sus compañeros de equipo, Nino Farina y Juan Manuel Fangio, se disputaban la primera corona mundial de la historia de este certamen. Al año siguiente, enrolado en las filas de Ferrari, la participación de Taruffi fue más seria. Corrió cinco carreras y en la primera de estas, Suiza, fue nada menos que segundo. Puntuó en dos ocasiones más y acabó sexto en la general del mundial.

La campaña siguiente, 1952, fue la mejor para "El zorro plateado", conocido así por sus canas y su admirable conocimiento. Piero ganó el Gran Premio de Suiza, el primero del curso, algo a lo que le acompañaron dos podios más. Esto le sirvió para ser tercero en el campeonato, su máximo y también le llevó a tomar la decisión de que en el futuro, sólo participaría en citas esporádicas.

En 1954 tan sólo se presentó al Gran Premio de Alemania, siendo sexto. Durante la temporada siguiente, la cifra de participaciones aumentó a tres, consiguiendo en las dos últimas, con un Mercedes entre sus manos, un cuarto puesto en Gran Bretaña y un segundo puesto en su país de origen, el cual fue, a la postre su último podio en el mundial. Tras esto, dos abandonos en 1956 fueron lo último que hizo en el paddock mundialista.

Para 1957, junto a la firma de Il Commendatore, estaba determinado a conseguir una de las mayores aspiraciones de su vida: ganar la Mille Miglia, esa carrera que le robó el corazón durante casi 30 años. Y lo logró. Cumplió el gran objetivo que tenía en su trayectoria deportiva, una vez había dejado atrás su etapa en la F1. Precisamente, fue en el último año que se celebró la carrera transalpina, ya que el fatal accidente de Alfonso de Portago, el cual le costó la vida al talentoso español y a una docena de espectadores, llevó a la desaparición del evento. Cosas del destino.

Ya en el retiro completo, Taruffi publicó “La técnica de la conducción en carrera”, una obra que contó en el prólogo con la inestimable firma de Fangio. Dicho libro, en el que Piero analiza los estilos de pilotaje y cómo mejorar el de cada uno, gozó de un grandísimo reconocimiento en la época. Su autor vivió el resto de sus días en Roma hasta que falleció en 1988. Ese año se abrió al público un museo donde se podía disfrutar del legado de Taruffi, junto a otros automóviles de la época. Una contribución más a la cultura automovilística que realizó este sabio de las carreras.