Para que el genial “Nino” Farina levantara el primer trofeo de la Fórmula 1 moderna, el Real Automóvil Club (RAC) inglés tuvo que trabajar duro varios años antes para que las carreras volvieran a ser una realidad en Gran Bretaña. Y es que, tras la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra se vio sumida en un absentismo deportivo crítico, con abundantes aeropuertos y ningún circuito de carreras permanente en condiciones: Donington Park seguía siendo un inmenso almacén de aviones militares, Brooklands (que fue el primer circuito construido a propósito para celebrar carreras y pruebas de coches) se había vendido y era una fábrica de aviones militares, Crystal Palace estaba en un estado ruinoso y en manos del Ministerio de Defensa, y Brands Hatch estaba aún en pañales. Literalmente, no había dónde correr.

UN GRANJERO DISEÑÓ SILVERSTONE

Así pues, el RAC se fijó en una granja del pequeño pueblo de Silverstone, en Northamptonshire. Todavía había algunos puercos (parte de los terrenos eran una pocilga) y balas de paja cuando se dio la salida a la primera carrera disputada en Silverstone, el 2 de octubre de 1948. El RAC había llegado a un acuerdo con el Ministerio del Aire a principios de ese año, por el que los terrenos fueron arrendados para su uso automovilístico. El granjero James Wilson tuvo sólo dos meses para diseñar y transformar aquellas parcelas rústicas en un circuito de velocidad; aprovechó los dos tramos principales de las pistas de despegue de los aviones, las unió entre sí y consiguió el visto bueno de los organizadores. Silverstone, el mítico circuito de velocidad, había nacido con el Gran Premio Internacional del RAC. A la Fórmula 1 aún le quedaban casi dos años para nacer.

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Diseño original del circuito de Silverstone para su primera carrera en 1948

PRECAUCIÓN: CEREALES A LA VISTA

La expectación entre los aficionados aquel otoño inglés de 1948 fue notable: las carreras habían vuelto a Inglaterra después de los terribles años de la Guerra. Los seis kilómetros de circuito entusiasmaron a miles de personas congregadas para ver a los 23 bólidos rodar a toda velocidad por la recta Segrave, mientras otros hacían lo propio por la de Seaman, lo que significaba que en el centro del circuito los monoplazas se lanzaban unos contra otros a toda velocidad en dirección contraria, pues se trataba de la misma recta pero dividida por sendos codos a su final, que mandaban a los participantes a partes diferentes del trazado y evitaban colisionar. Unas simples lonas de tela colocadas al final de dichas rectas permitían a los pilotos localizar el punto de frenada y el viraje necesario para evitar el desastre de un choque frontal. Además, impedía al público invadir la parte interna del circuito y chafarles a los granjeros locales las plantaciones de la temporada. Y es que Silverstone seguía siendo, por encima de todo, un latifundio agrícola.

500 LIBRAS DE PREMIO

El rugido de los motores y el ruido que producían al atravesar el aire por las largas rectas que otrora usaran los aviones encandiló al respetable y a los vecinos del pequeño pueblo verde. A 115 km/h de velocidad media, Luigi Villoresi se hizo con el generoso premio de 500 libras (unos 587 euros) a lomos de su Maserati y tras 65 vueltas que completó durante 3 horas y 18 minutos.

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Luigi Villoresi a los mandos de su Maserati en 1948

En segundo lugar, Alberto Ascari, también con Maserati, catorce segundos por detrás. Era la primera vez que se usó este diseño del circuito, aprovechando las rectas interiores del aeródromo. Y fue la última, pues al año siguiente se rediseñó el trazado para eliminarlas y rodar sólo por el perímetro; también se añadió una chicane en la curva Club por motivos de seguridad. Así tuvo lugar el Formula One Daily Express International Trophy, que ganó el francés Emmanuel De Graffenried el 14 de mayo de 1949. Fue la segunda gran carrera disputada en Silverstone. La segunda de muchas.

EL PRIMER GRAN PREMIO DE EUROPA

Y así llegamos a la primera carrera de la Fórmula 1 moderna disputada en Silverstone y, por ende, de toda la historia. Un acontecimiento excepcional que los organizadores no dejaron pasar por alto, y bautizaron como Gran Premio de Europa. Los reyes de Inglaterra, Jorge VI, la reina Isabel y la princesa Margarita no se lo perdieron. En algunos medios de comunicación incluso se le mencionó como Gran Premio Internacional. Pero, oficialmente, la FIA y todos en general lo recordamos como el Gran Premio de Inglaterra de 1950. Luigi Fagioli estuvo de nuevo en el podio, pero con un Alfa Romeo y en la segunda posición, pues la victoria se la llevó, como todos sabemos, Giuseppe “Nino” Farina. Tercero, completando el trío de “Alfetas”, Reg Parnell.

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Nino Farina celebrando su victoria en el Gran Premio de Europa de 1950

ALFA IMPONE SU LEY

Ni Ferrari, ni McLaren, ni Williams, ni Mercedes… El primer Gran Premio de Fórmula 1 de la era moderna estaba copado por Alfa Romero, Talbot, Maserati… El 158/50 de Farina era sobresaliente a todos sus rivales y arrasó en 1950 ganando todas las carreras menos la de Indianápolis, con reglas diferentes a la Formula 1, regidas por la AAA (American Automobile Association). Los 790 kilogramos de peso del Alfa, soportados por una estructura de largueros tubulares con motor delantero de ocho cilindros en línea de dos tiempos, 1.479 centímetros cúbicos y una potencia de 350cv a 8.500 rpm, no tuvieron rival. Alfa ponía en la pista una experiencia iniciada en 1923, con bólidos inolvidables como el P2 y el P3. En la primera temporada de Fórmula 1 el reglamento aceptada coches de 1,5 litros sobrealimentados ó 4,5 sin compresor. La marca de Milán se decantó por la primera opción, pues ya tenía su monoplaza construido. Y es que fue el ingeniero italiano Gioachino Colombo, de la Scudería Ferrari (cuyo departamento de competición gestionaba Alfa) quien dio vida al 158 muchos años atrás, en los años 30. Su debut en las pistas fue en julio de 1938 en la Copa Ciano. Colombo continuó al lado de Enzo Ferrari en Auto Avio Construzioni, primero, y en Ferrari, desde 1947, así que Orazio Satta Pulida se encargó de mejorar el bólido tras la Guerra, y encaminarlo hasta la Fórmula 1.

LA CREACIÓN DE UN GANADOR

Entre 1946 y 1948, el Alfa Romeo 158 prácticamente se mantuvo inalterado, aumentado sólo y ligeramente su potencia. En 1949 se quedó en el garaje sin competir, hasta que en 1950 regresó a las pistas de la mano de su creador, Colombo, que también había vuelto a Alfa. Y lo hicieron de manera triunfal: inaugurando la Fórmula 1 y arrasando en ella con “Nino” Farina al volante, escoltado por sus compañeros, Juan Manuel Fangio y Fagioli. Todavía no existía el Mundial de Constructores, pero habrían ridiculizado a sus adversarios. El escenario de aquellas gestas de los pioneros de la Fórmula 1 era un campo de cereales y una pocilga. Desde entonces el circuito de Silverstone ha cambiado tanto que hoy es prácticamente irreconocible; sólo la recta “Hangar” se mantiene completamente intacta; el resto de las secciones han sido modificadas parcial o totalmente del original del granjero que lo concibió hace hoy 65 años. Pero este fin de semana, como entonces, el público volverá a acudir para presenciar el espectáculo de velocidad y deporte que alimenta nuestra pasión. En ese sentido, no ha pasado el tiempo por Silverstone.

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Momento del Gran Premio de Gran Bretaña 2012 con Fernando Alonso en primer plano