Viajar siempre es un placer, lo creas o no, hacerlo solo tiene su encanto pero cuando dejas Madrid con destino Bolonia un miércoles por la mañana cualquiera y te encuentras de repente con un stand de Lamborghini en tus narices, antes de salir incluso de la propia terminal, tienes dos cosas claras: que el trayecto se te pasó volando –literalmente– y que no es un sueño, estás en el lugar correcto a la hora exacta y sobre todo, con un programa de pruebas por delante, simplemente increíble.
En la casa de Lamborghini
Un chófer me enseña en su cartel el segundo logotipo con el toro impreso del día. Mi transfer está listo y de nuevo, todo sucede muy deprisa. Desde el asiento trasero del coche acierto a distinguir ya la señal de bienvenida al lugar indicado: ‘Sant’Agata Bolognese, città della Lamborghini’. Por si había alguna duda, jugamos en casa.
La premura con la que se suceden todos los acontecimientos en esta primera jornada, no los convierte en menos impactantes. Visita guiada a la planta –museo incluido–, rueda de prensa con varias vacas sagradas de la marca y cena en la propia línea de montaje de los Aventador y Huracán Evo. Sí, has leído bien y es que una cosa es alardear de los estándares de artesanía, tecnología y limpieza que hayas establecido en tu fábrica y otra muy distinta reunir a una quincena de periodistas venidos de los países más dispares del mundo para comer allí, sobre una mesa improvisada para la ocasión, rodeados de brazos de suspensión, cubiertas de motor, faros y hasta algunos robots con componentes listos para ensamblar. Insuperable.
A la mañana siguiente, el verdadero plato fuerte nos aguarda. Una gran caravana de superdeportivos desplegada justo ante la puerta del hotel es lo primero que acierto a divisar desde mi ventana. Al bajar a recepción, la sorpresa es aún mayúscula. No hay opción, mi nombre figura junto al del más potente y exclusivo de todos ellos: el Lamborghini Aventador SVJ y mientras bendigo mi suerte ante semejante reparto, reparo en el primer gran reto del día.
Experiencia sensorial
No debo medir su aceleración, su frenada o su paso por curva pero el encargo recibido no es menor: hay que rescatar sanos y salvos sus casi cinco metros de largo por 2,10 de ancho de las estrechas y adoquinadas calles del centro de Módena que en plena hora punta italiana, se encuentra repleto de ciclistas, patinetes, conductores de Panda enfurecidos y hasta algún que otro perro sin correa que no dudó en salirnos al paso. Máxima tensión y 15 minutos después de pulsar el mágico botón Start Engine, la gloria: cientos de kilómetros de carretera abierta hasta llegar a Plan de Corones. Los majestuosos Dolomitas nos esperan.
Afortunadamente no era la primera vez que me ponía al volante de un Lamborghini, tampoco de un Aventador y ni siquiera de un Super Veloce, pero a veces una sigla lo trastoca todo y al igual que la suerte es solo la muerte con una letra cambiada –que diría Sabina– me encontraba ante mi debut con un Jota, distinción que solo reciben los toros más bravos de la historia de esta ganadería precisamente desde que el Miura más radical de todos se viera obligado a cumplir el famoso apéndice ‘J’ de la FIA para tomar parte en sus carreras.
Lamborghini Aventador - fotos
Solo seis ejemplares de aquel mítico deportivo se comercializaron entonces y ahora, 40 años después, serán también 900 las unidades del Aventador con el mismo sello que la nuestra, realizada en el exclusivo color mate Bronzo Zenas, aligerada al máximo a cuenta de una rica dieta en fibra de carbono y provista del sistema de aerodinámica activa ALA 2.0 además del V12 más potente de la casa, con 770 caballos. ¿Precio exacto? 473.207 euros.
En un avión
Fuera por lo apabullante de sus cifras o por la experiencia previa adquirida con otros ‘Lambo’, los primeros kilómetros transcurren con un punto extra de precaución pero no por ello pasan más despacio. Bien anclados en los rígidos bacquets, dispuestos casi a ras de suelo, tenemos la sensación de ir a despegar especialmente cuando retiramos la tapa roja situada en el centro de la consola y accionamos el botón para disparar pero no misiles, sino ¡los decibelios del V12! Bueno, y también una auténtica caballería porque recordemos que este propulsor genera 770 caballos a 8.500 vueltas y un par máximo 720 Nm a 6.750, concediéndole a nuestro protagonista una relación peso/potencia de 1,98 kilos.
Enseguida, la carretera se tuerce, el asfalto pierde calidad al tiempo que el manto blanco se aproxima a las cunetas y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos enlazando puertos de montaña con una bestia efectiva, pero sobre todo emocional. Poco o nada importa entonces que el SVJ equipe unos amortiguadores un 15% más firmes que el Aventador de serie, cuatro ruedas directrices y motrices, capaces de adquirir un 3% más tracción en el caso de las traseras. Ni siquiera tienes tiempo de valorar que llevas un coche con uno de los sistemas de aerodinámica activa más avanzados del mercado porque da igual. Eres un autómata.
Inolvidable
Solo quieres que llegue el próximo giro, el túnel más largo, lo que sea para bajar marchas y hundir de nuevo el acelerador extrayendo la mejor sinfonía de un motor siempre dispuesto a ir más allá de las 8.500 vueltas. Su cambio automático, el ISR, no es definitivamente ni el más rápido ni el más preciso del mercado, pero resulta igualmente insustituible porque con solo tocar una leva, te devuelve un tirón de esos que dibujan sonrisas que ni toda la nieve del invierno más frío puede borrar.
- Lamborghini Aventador SVJ Precios, ficha técnica y más detalles
A favor: Sensaciones. Estética única. Empuje y sonoridad del V12
En contra: Cambio ISR. Manejo en ciudad. Escasas unidades
