Dicen del que blasfema que no perdió del todo la fe pues si se alza contra un Dios, es porque todavía cree en él. El razonamiento es bueno y resulta mucho más comprensible cuando te bajas de cualquiera de estas tres máquinas, perfectamente ideadas para sacar lo peor de tu vocabulario, la mejor de tus sonrisas. En plena era de la seguridad y la ecología, con los coches eléctricos y autónomos copando la actualidad, Polaris Slingshot, BMW S 1000 R y Fiat 500 Spider son una terna de derrochadores de gasolina a los que tu padre no dudaría en colocarles la estampa de San Cristóbal y a los que tu madre no te dejaría subir bajo ningún concepto. Conceden todo el protagonismo a su conductor, brindan sensaciones de vértigo real y, aunque aparentemente no tienen nada que ver, les define el mismo término: roadster.

Los tres presentan dos únicas plazas y se conducen al aire libre por lo que el calificativo está bien empleado, pero en el mundo de las motos se emplea esta palabra para referirse únicamente a las naked más deportivas, de peso reducido y diseño minimalista. No hemos tardado en percatarnos de ello pues acabamos de sacar la S 1000 R del garaje y tenemos la sensación de ir flotando entre el tráfico madrileño más desnudos que Boris Izaguirre en el plató de 'Crónicas Marcianas'.

ALGO MÁS QUE AGALLAS

El corto semi-manillar de la BMW nos invita a inclinar el cuerpo sobre él y en esta posición la perspectiva queda completamente despejada por delante mientras que a los lados sólo vemos nuestras propias rodillas al inclinar. Así las cosas, el 'chorro' de aire que nos sacude en las aceleraciones es tan considerable que transcurridos los primeros 500 metros ¡ya vamos en sexta! Nos percatamos al llegar al primer semáforo en rojo donde nuestra montura se luce también con una frenada majestuosa, demostrando prácticamente la misma capacidad para restar kilómetros/hora al marcador que tiene para ganarlos su propulsor tetracilíndrico, más lleno a bajo régimen que el de la RR pese a ceder casi 40 caballos de potencia máxima.

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Sin tiempo para reflexionar demasiado sobre ello, algo llama nuestra atención a nuestra espalda. Un grupo de jóvenes rodea al Polaris smartphones en mano. A bordo del triciclo canadiense no es que te miren, es que la mayoría de curiosos directamente te interrogan aprovechando la ausencia de puertas y ventanillas. El fino parabrisas que incorpora tampoco sirve de parapeto pues queda claramente por debajo de nuestra cabeza. Así las cosas, en carretera el casco se hace tan imprescindible como en la moto, pero en la ciudad las reglas son otras y te aseguramos que no existe un vehículo en el que caminar, melena al viento, por esa difusa línea que separa la vergüenza del exhibicionismo. En el Slingshot parece que avanzáramos con un foco sobre nuestra cabeza que nos distingue de la masa gris del tráfico y seas más o menos pudoroso, esa sensación engancha.

Subidos en el 'tirachinas'–eso significa su nombre en inglés– ardemos en deseos de abandonar la urbe y lo hacemos literalmente, pues el calor del motor se cuela en el habitáculo siendo ésta la única climatización del mismo. En invierno debe de ser agradable, no lo cuestionamos, pero en pleno 'veroño' sólo piensas en ganar velocidad para zafarte del estrés climático y de paso disfrutar de una conducción puramente emocional. Nos sentimos tan frágiles como en la BMW pero con una diferencia, aquí ni siquiera prevemos las reacciones de un tres ruedas a propulsión.

Son tan distintos como llamativos, pero el Slinghot es invencible en este aspecto; le llueven los flashes.
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La dirección no informa demasiado, el cambio presenta un tacto algo rudo aunque consiente un manejo rápido y la suspensión delantera tiende a 'acostarse' ligeramente en los apoyos fuertes pero contra todo pronóstico, el Slingshot no tarda en ganarse nuestra confianza. Las claves son su tendencia natural a subvirar, algo que resulta fácil de controlar, y la entrega de potencia lineal del 2.4 de origen General Motors, un atmosférico de los de antes que sólo pone en ‘jaque’ al neumático posterior cuando abusamos del gas sin los controles conectados. Empuja, pero contundentemente sólo por encima de las 4.500 vueltas.

El motor del 124 empuja bien abajo, el del Slingshot pide ir cerca del corte pero ninguno tiene la rabia del 1.000 de BMW

Todo lo contrario sucede con el 1.4 Turbo del 124 Spider, más vivo a medio y bajo régimen pero bastante más discreto arriba. No importa, esta es la menor de las diferencias al cambio de volante pues la impresión inicial es la de haber saltado al interior de un Clase S. En el descapotable de Fiat nos asiste un excelso equipamiento, una capota que aísla a la perfección y para colmo, un bastidor 'a prueba de bombas' con el que logramos ir más rápido en las zonas viradas. Sí, para ir rápido cuatro neumáticos agarran mejor que tres pero maldita sea, la BMW tiene un par... ¡de ruedas!

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CONCLUSIÓN

Las tres máquinas brindan grandes sensaciones pero mientras la BMW resulta más rápida y efectiva, inalcanzable gracias a su magnífica relación peso/potencia, el 124 es más completo y no sólo se disfruta conduciéndolo al límite, también garantiza un confort adecuado en excursiones largas pero el Slingshot sin lugar a dudas, el más exótico, llamativo y divertido, un 'juguete' sólo para adultos.

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