Las personas mayores no entienden nuestro estilo de vida actual: no nos jubilamos en la misma empresa en la que empezamos a trabajar, no vivimos en la misma ciudad en la que nacemos y lo de tener mujer e hijos cada vez es más una opción, no una obligación. Precisamente el concepto de familia es uno de los que más ha evolucionado en estos tiempos, como refleja el hecho de que al matrimonio tradicional le ha salido una nueva interpretación, la de parejas del mismo sexo, sin olvidar a los solteros que recurren a un vientre de alquiler para tener descendencia. Si la sociedad evoluciona, ¿cómo no lo van a hacer los medios de transporte? Ford S-MAX y Renault Espace son los mejores ejemplos para explicarlo.

Aunque son dos monovolúmenes perfectos para movilizar a toda la 'cuadrilla' en el día a día y en cada viaje –con permiso de los populares SUV o de las clásicas berlinas–, S-MAX y Espace se alejan bastante de los 'autobuses' aburridos y cuadrados de antaño tanto en sus formas como de puertas para dentro. Lo único en lo que podrían parecerse unos y otros es en la imagen y, el Renault, incluso ni eso.

Tipos con gancho
Galáctico se mire por donde se mire y con detalles en la carrocería que proceden de vehículos concebidos para circular fuera del asfalto, como una mayor altura respecto al suelo, al francés ahora hay que llamarle crossover, término con el que se conoce a sus 'primos' de Nissan, los Juke y Qashqai. Precisamente ese aire off road que luce se traduce en particularidades nunca antes vistas en este histórico modelo como que, para subirse o para bajarse, hay que estirar un poco las piernas, además de que la postura de conducción va más elevada que en la de cualquier turismo al uso. Desde este cockpit se tiene acceso a un impresionante universo tecnológico, como el cuadro de mandos digital, la palanca de cambios de diseño vanguardista y una enorme tableta táctil de 8,7 pulgadas ubicada en el centro de la consola que hace de centro multimedia. Denominado R-Link 2, éstw se caracteriza por la fluidez de tránsito entre las diferentes funciones al pasar el dedo por encima de la superficie –navegador, cámara de marcha atrás, radio…–, sin olvidar la buena visibilidad de la información proyectada aun en días muy soleados.

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El salto entre generaciones del Ford no ha sido tan radical porque la deportividad del nuevo S-MAX ya formaba parte del anterior, lo que le sirvió en su momento para ser el primer monovolumen de tamaño grande en apostar por ello –el Seat Altea lo hizo en un segmento inferior–. A pesar de que la silueta es similar, en líneas generales es más moderna gracias a los finísimos faros y pilotos, las salidas de aire tras los pasos de rueda delanteros y a la enorme parrilla que preside el frontal, claramente inspirada en los Aston Martin, marca que era propiedad de la americana hasta 2007. Por si fuera poco, el S-MAX exprime todavía más ese dinamismo con el kit aerodinámico Individual que lleva esta unidad –3.000 euros– compuesto por llantas de 18 pulgadas, suspensión deportiva, faldones específicos, spoiler en el portón, cristales tintados y pedales en aluminio; un conjunto que le sienta la mar de bien.

Entrar en el Espace es como hacerlo en una nave espacial; nos reciben luces y sonidos

La puesta a punto
Con el S-MAX iniciamos la marcha; para la ocasión hemos elegido el 2.0 TDCi de 180 caballos, lo que se traduce en un nivel de potencia que casa a la perfección con la filosofía sport del Ford. Aunque puede llevar como opción la caja de cambios automática Powershift y la tracción integral, hemos optado por la versión manual 4x2 para 'ahorrarnos' 5.000 euros, que es lo que hay que desembolsar por ambos elementos. Las buenas sensaciones que nos transmite el Ford de inicio hacen que no los echemos en falta y destinemos ese dinero en otros extras como el avisador de ángulos muertos o el control de crucero adaptativo. Suave en su funcionamiento pero con ese puntito duro en la dirección y en el escalonamiento de las seis marchas, a sus mandos da la sensación de llevar un vehículo de menores dimensiones por su agilidad.

En el caso del Espace, el 1.6 dCi de 160 caballos es el tope de gama y el perfecto socio para este coche –en el Ford existe un 2.0 TDCi biturbo con 210 caballos, desde 45.625 euros–. Aunque tiene 20 caballos menos y pesa unos 45 kilos más que su rival, esta mecánica se muestra un poco más viva que el TDCi en las arrancadas desde parado, principalmente por la entrega de par, que se consigue a un régimen de revoluciones inferior. Pero enseguida pierde el terreno ganado por la 'explosividad' del TDCi, un bloque mucho más redondo y fino. No hay que olvidarse de la caja automática de doble embrague EDC del Espace, que nos convence de inmediato: aunque no llega a la rapidez de un DSG de Volkswagen, sí ayuda a contener el gasto de carburante en unos seis litros a los 100, un valor muy bueno frente al obtenido con el Ford.

En curvas rápidas se aprecia un mayor balanceo en el Renault que en el Ford

¿Se parecen en algo?
Respecto al chasis, el Ford se posiciona un peldaño por encima debido a ese descaro en carretera, que se potencia si seleccionamos el programa deportivo de la amortiguación –existen otros dos más, normal y confort–. En el Espace también varían los parámetros de la suspensión gracias al Multi Sense, el nombre con el que se conoce al selector de modos de conducción. Y a pesar de que existe una función Sport, el Renault no se acerca a la efectividad del Ford. Se muestra torpe en curvas, incluso teniendo el apoyo de las ruedas traseras directrices 4Control que, a ritmos elevados, se mueven en el mismo sentido que las delanteras mientras que, a baja velocidad, giran en sentido contrario reduciendo con ello el número de maniobras.

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Con esto, el Espace es la opción perfecta para aquellos que busquen distinción y comodidad. El S-MAX en cambio tiene un toque premium por acabados sin olvidarnos del dinamismo, que nos ha encantado.

Precio, equipamiento y ficha técnica del Ford S-MAX Titanium 2.0 TDCi 180CV

Precio, equipamiento y ficha técnica del Renault Espace Initiale Paris 1.6 dCi 160CV

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