La rivalidad, principio esencial del deporte, es también un ingrediente indispensable para el espectáculo. Cuanto más ajustada es la contienda, más vibrante se vuelve. Los combates entre Muhammad Ali y Joe Frazier, los partidos de Sampras y Agassi o las carreras protagonizadas por Alain Prost y Ayrton Senna son buenos ejemplos históricos. Por supuesto, hay muchos más y contemporáneos. Los Messi-Cristiano, Federer-Nadal o Alonso-Schumacher siempre serán recordados por los más jóvenes pero en las competiciones de motor, no sólo los pilotos miden sus fuerzas. Detrás de los fabricantes también hay personas, equipos técnicos volcados para conseguir lo que en el argot se conoce como un 'coche ganador'.

Esto es, precisamente, lo que consiguió Volkswagen esta última temporada en una competición como el Mundial de Rallies, dominada por Citroën con mano de hierro durante casi una década. Los alemanes destinaron todo un año al desarrollo de un Polo R WRC que ha arrasado en su primera actuación y se ha convertido en el rival por antonomasia del DS3 Racing, buen sucesor de los Citroën C4 y Xsara invictos en el pasado. Lo mejor es que a diferencia de éstos, este pequeño bólido cuenta con una versión de calle realmente potente y acostumbrada a lucir como medallas los logotipos del WRC. Una oferta tentadora y exclusiva que ahora es un poco menos única. El nuevo campeón reclama su sitio.

BATALLA EN EL 'GRUPO R'

Un escalón por encima de los GTI en cuanto a potencia y exclusividad y dos en lo referente al precio, estos 'R' se presentan como auténticos automóviles de colección. Se venden en series limitadas y están destinados a los más entusiastas, tanto de las marcas como de la competición. Por este motivo, lo primero que buscamos en ambos es distinción. Se trata de ser diferentes al resto de la gama y además, parecerlo; una misión que cumple perfectamente el DS3.

Los diseñadores galos no han dejado un rincón sin explorar y se nota. En vivo llaman especialmente la atención sus detalles en color dorado: el techo, las llantas, los retrovisores y la parrilla lucen este tono brillante que contrasta con el negro mate de la carrocería. El Polo, por el contrario resulta bastante más sobrio, si bien los colores de su carrocería –blanco, negro, azul y gris– son mucho más fieles a los del World Rally Car que los del Citroën, que se vale de un adhesivo de gran tamaño en el techo con la leyenda 'Since 2001, 140 rallies, 80 wins' para recordarnos su procedencia.

Estos elementos diferenciadores tienen su continuidad en el interior, donde ambos se valen de asientos deportivos, pedalieres metálicos, volantes asimétricos y ergonómicos pomos, para enfatizar su deportividad pero, con todo y eso, la sensación que tenemos al sentarnos en uno y otro es notablemente distinta. El Polo nos obliga a fijarnos en la piel vuelta de su volante, las agujas azules del cuadro de mandos o en la Alcántara de sus asientos para distinguirlo del GTI, mientras que el Citroën nos deslumbra de entrada con un salpicadero completamente dorado y unos enormes baquets de cuero que no desmerecerían en un supercar del más alto nivel.

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En la misma línea, el equipamiento de ambos resulta realmente extenso, ofrecen de serie la mayoría de elementos que son opcionales para el resto, pero da la sensación de que lucen más en el DS3. Por ejemplo, éste presume de un navegador con pantalla más grande, retrovisores plegables eléctricamente o autoencendido de luces, elementos que no incluye un Polo que sin embargo, equipa unos faros bi-xenón adaptativos que ya los quisiera para sí su rival.

Con estas comodidades, resulta realmente sencillo encontrar una buena postura de conducción en cualquiera de los dos, perfectamente válidos incluso para recorrer largas distancias. En cualquier caso, su hábitat natural es la montaña y en este entorno no tardamos en agradecer el mejor aislamiento acústico del Volkswagen, así como su característico tacto de guiado, especialmente preciso. Con el Citroën tenemos que elegir una posición algo más elevada para conservar una buena visión de la carretera y aunque en ciudad estábamos encantados con su dirección, algo más blanda, en carretera no resulta tan informativa como la de su oponente.

De esta forma, el Polo nos genera mayor confianza en un primer momento y como su motor 2.0 TSI–220 CV– ofrece un par enorme a medio régimen, no tardamos en cobrar cierta ventaja en los primeros cambios de ritmo a los que obliga la ascensión. El alemán demuestra además, una gran estabilidad lineal y pasa por las curvas rápidas a gran velocidad sin acusar el menor balanceo. La suspensión de su rival francés no se muestra tan inquebrantable y aunque es realmente rígida –especialmente detrás– oscila algo más en estos giros, advirtiéndonos de sus límites.
En cambio, llegando a la zona más virada y lenta del recorrido, las distancias entre ambos se acortan. El ‘R’ acusa el mayor peso de su motor que obliga al diferencial XDS a entrar en acción, capando en buena medida su potencial. El Citroën, por su parte, se beneficia de un 1.6 THP–202 CV– bastante más ligero e igualmente rabioso para recuperar terreno. Esto nos permite, sobre todo, frenar más tarde sin que los discos acusen tanto la fatiga. Después, sólo necesitamos ser cuidadosos con el gas para no perder tracción y mantener esta ventaja porque si aceleramos demasiado, el francés también tiende a irse de 'morro'.

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FOTO FINISH

Después de todo cuesta decidirse entre dos máquinas tan emocionales. Los dos son divertidos y suficientemente seguros, pero ambos cuentan con demasiada potencia para transmitirla al suelo de una forma realmente efectiva. Además su elevado coste y escasa producción restringe su acceso a los más entusiastas de cada marca que sabrán escoger bien su objeto de colección.

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