Pura explosividad. Para bien y para mal, esta era la mayor cualidad de Juan Pablo Montoya. Nacido en Bogotá (Colombia) hace hoy justo 39 años, el colombiano cautivó a los espectadores durante sus temporadas en Fórmula 1 gracias a su agresivo estilo de conducción. Nunca se dejó intimidar por nadie. A pesar de no ganar ningún campeonato del mundo, fue una de las mayores chinas en el zapato que Michael Schumacher tuvo durante su época dorada en Ferrari, lo cual queda demostrado en las numerosas pasadas que Montoya dejó para el recuerdo en nuestras retinas.

Hijo de un importante arquitecto de la capital colombiana, Juan Pablo empezó a correr en karts a los seis años. A los 11 se proclamó campeón nacional de karting, éxito que estaría acompañado cuatro primaveras más tarde, en 1990 y 1991, por dos títulos del mundial de karts. Después de unos cuantos cursos compitiendo con éxito en certámenes europeos y americanos, decidió dar el importante avance de entrar en la Fórmula 3 Británica. En esta ocupó la tercera plaza final de la general, un gran resultado en su primer año.

Las buenas sensaciones que desprendió le concedieron el derecho de ascender a la Fórmula 3000 en 1997, ante sala de la Fórmula 1. Su primer ejercicio en la categoría se saldó con un brillante segundo lugar. Sorprendió a propios y extraños. Su talento no pasó desapercibido al ojo de Frank Williams, quien lo reclutó para hacer unos cuantos test, donde no anduvo muy lejos de los cronos del campeón del mundo, Jacques Villeneuve. Correspondiendo entonces a las expectativas que se crearon entorno a su figura, Montoya se llevó el título de la F3000 en 1998, por delante de Nick Heidfeld.

Entendiendo que sería lo mejor para ambas partes, el equipo Williams consiguió un acuerdo con el Chip Ganassi Racing para que el sudamericano compitiese dos años en campeonatos de Estados Unidos y Canadá. Lo más importante fue su participación en la serie CART. Poco hay que decir si tenemos en cuenta que en su año de debut ganó el campeonato en un emocionante final contra Dario Franchitti. En el 2000, problemas con la fiabilidad de su mecánica le impidieron repetir éxito, pero logró algo extraordinario. Se llevó las 500 millas de Indianápolis en a su primer intento, algo de otra galaxia. Su llegada a la F1 en 2001 como titular de Williams se esperaba con impaciencia.

En una temporada que quedaría para la historia de la categoría, ya que debutaron en un mismo año Kimi Raikkonen, Fernando Alonso y el propio Montoya. El colombiano tuvo un año repleto de altibajos. Basta decir que abandonó ocho de las primeras diez carreras, bien es cierto que de las once retiradas que tuvo en total, no todas fueron culpa suya, evidentemente. Es más, la que resultó más desafortunada fue aquella en que fue embestido por Jos Verstappen cuando estaba liderando el Gran Premio de Brasil después de realizar uno de los mejores adelantamientos que se han visto jamás en la frenada de la S de Senna. ¿La víctima? Michael Schumacher. A pesar de estos contratiempos, el colombiano fue sexto en la clasificación final y, de las seis carreras que finalizó, tres fueron en segunda posición y la otra supuso su primera victoria en F1. El lugar elegido fue el GP de Italia.

La campaña siguiente supuso un paso adelante para Juan Pablo. Más maduro, peor igual de agresivo, acabó tercero de la general, en un 2002 donde el dominio de Ferrari fue totalmente dictatorial. El piloto de Grove fue el primero del resto del mundo. No sumó un nuevo triunfo, pero sí siete podios más y una considerable reducción de su tasa de abandonos. De cara a 2003, pensar en el título no era algo descabellado.

Y poco faltó para que Juan Pablo fuera quien tomase el relevo de Ayrton Senna como último sudamericano en ganar el mundial de F1. Completó su mejor temporada, sobre todo en la parte central de la misma, donde acumuló nueve podios consecutivos, dos de ellos victorias. La gran potencia del motor BMW, muy superior al resto, fue junto a los neumáticos Michelin, y las manos de Montoya, un conjunto difícil de batir. A pesar de esto, tras el Gran Premio de Hungría, cuando la diferencia con Michael era de un solo punto, una reclamación de Ferrari contra las gomas francesa obligó al fabricante galo a cambiar ligeramente sus compuestos, lo cual afectó al rendimiento del FW 25. Gracias a ello, Schumacher pudo revalidar el título, mientras que el colombiano se tuvo que conformar con la tercera posición de la general una vez más.

Esta oportunidad fue la mejor que tuvo Montoya para ser campeón mundial, pero las últimas dos carreras condenaron sus aspiraciones. Sin duda una lástima para los intereses del colombino, ya que en 2004 la superioridad de la Scuderia volvió a ser arrolladora. Al menos, una nueva victoria en el GP de Brasil, último de la temporada, endulzó ligeramente una complicada campaña que, además, fue su última junto a la escudería de Sir Frank, ya que en 2005 ficharía por McLaren.

Esta nueva etapa de su vida, Montoya, no obstante, no cumpliría con las esperanzas que, en un principio, se crearon entorno a él. Con otro gran talento como Kimi Raikkonen a su lado, pocas fueron las veces en las que el sudamericano se mostró más veloz. Tras una primera mitad de temporada complicada, la segunda parte del año fue más positiva, con tres victorias que le dejaron cerquísima del tercer puesto de Schumacher en la clasificación. Su último triunfo, de nuevo en Brasil, fue sin duda alguna el más meritorio, ya que batió a su vecino de box finlandés de tú a tú. Eso no quita que el nórdico fuera claramente superior a lo largo de la mayoría de 2005.

El año de 2006 fue bastante a peor, ya que tras abandonar en cinco de las diez primeras carreras, el equipo de Woking decidió prescindir de sus servicios. El detonante fue la salida del GP de Estados Unidos, donde Montoya golpeó a Raikkonen e hizo dar vueltas de campana al coche del vigente subcampeón del mundo. Esta sería la última vez que Juan Pablo tomaría parte en una salida de F1. Durante las temporadas siguientes se especuló sobre su regreso a la parrilla, pero este no cuajó debido al bajo nivel de las escuderías que se interesaron por sus servicios.

De esta última fase de su trayectoria en la categoría reina, los dos años en McLaren, llama la atención lo complicado que siempre le resultó a Juan Pablo extraer el máximo potencial de los MP4/20 y MP4/21. Recientemente, en una entrevista con Sky Sport, explicó que ambos bólidos siempre tuvieron, a su modo de ver, un comportamiento muy extraño, el cual nunca llegó a entender al cien por cien. De hecho, la primera vez que condujo el monoplaza de 2005 pensó que había algo roto, cuando en verdad no existía ningún problema.

Fuera lo que fuese, la marcha de Montoya en 2006 no tuvo marcha atrás. Desde entonces, el colombiano ha competido en certámenes estadounidense. Su atención ha estado focalizada en la NASCAR, si bien es cierto que en 2014 ha regresado a la IndyCar, ocupando una muy respetable cuarta posición en la tabla final.

Pero a los aficionados europeos, lo que nos quedará siempre en la memoria serán sus años en Fórmula 1. Ese duelo con Raikkonen Hockenheim 2002, su pelea en pista con Schumacher en Imola, de la cual salió perjudicado pero cuya venganza la sirvió en frío con una pasada legendaria en la parada del autobús en Spa 2004; sus duelos con Fernando Alonso en las salidas del Gran Premio de Australia de 2004 o de Gran Bretaña en 2005… Todo eso era y es Montoya en estado puro.