Hay deportistas a los que parece que ciertos objetivos personales les son imposibles de alcanzar por meros caprichos del destino. Hoy en día, es fácil apreciar como el azar parece jugar con Fernando Alonso y sus opciones de ser tricampeón del mundo. Caso similar se dio décadas atrás con Stirling Moss, un británico a quien la diosa fortuna le quiso poner ciertos obstáculos que, a la postre, le condenaron a ser reconocido para el resto de la eternidad como el rey sin corona, el campeón que no lo fue.

Para llegar a ser conocido por tal apelativo, Moss tuvo un ascenso fulgurante hasta llegar a la Fórmula 1. Antes de que se sacase el carnet de conducir, la velocidad ya le cautivaba mediante las carreras de caballos. Una vez contó con dicha licencia, su paso a los coches fue inmediato. Comenzó así en 1948 una trayectoria profesional que se extendió hasta 1962, y en la que se registraron un total de 194 victorias en todas las categorías en las que el inglés compitió. Entre todas estas, la más importante para su despegue fue el premio RAC Tourist Trophy de 1950, logro que repitió al año siguiente. A los mandos de un Jaguar XK120 en ambas ocasiones, Stirling se consagró como una de las grandes promesas de la época.

No es de extrañar por tanto que, sin aún haber cumplido los 21 años, Moss debutase en Fórmula 1 en el GP de Suiza. Finalizó octavo, pero de no haberse quedado sin gasolina, la séptima plaza hubiera sido suya. Al dar destellos de su talento, Enzo Ferrari se fijó en él, invitándole a conducir uno de sus bólidos en la carrera de Bari. Cuando el británico llegó a lugar acordado, descubrió que Il Commendatore le había dado el coche que le correspondía a Piero Taruffi. Tras esa traición, Stirling prometió que nunca correría en la formación italiana. De hecho, trataría de incordiar a los monoplazas rojos todo lo que pudiera durante su vida deportiva.

A pesar de este desafortunado acontecimiento, el británico volvió a competir en F1 en 1952, aunque con una suerte desastrosa. No acabó ninguno de los cinco grandes premios que disputó tanto con English Racing como con Connaught Engineering, formaciones británicas con las que Moss siempre estuvo orgulloso de correr. De ahí su cita: "Mejor perder honorablemente en un coche británico que ganar en uno extranjero". 1953 prosiguió una tendencia parecida. No sumó ningún punto ni con Connaught ni con Cooper.

La temporada siguiente supondría un punto de inflexión decisivo en las aspiraciones de Moss. El manager de Mercedes por aquel entonces, Alfred Neubauer, le aseguró que, si demostraba ser un piloto de verdad, le daría un puesto en su equipo para el futuro. Decidido a ello, Stirling pudo con la ayuda de la petrolera BP adquirir un Maserati 250F. Con dicho coche alcanzó su primer podio en Bélgica, y así fichar por el equipo Daimler Benz AG en 1955. Su compañero sería nada más y nada menos que Juan Manuel Fangio.

En dicho curso, el dominio de "El Chueco" fue incontestable. A pesar de ello, Stirling cumplió con su deber y fue, por primera vez, subcampeón del mundo, consiguiendo su primera victoria en el lugar donde siempre habría soñado: Gran Bretaña. De esta cita se dijo a posteriori que su compañero argentino le dejó ganar, ya que estuvo todas las vueltas pegado a la cola de su colega británico sin llegar a adelantarle. En cuestiones de material, se podría afirmar que este fue uno de los ejercicios en los que Moss contó con mejor máquina de carreras, pero su nivel de conducción aún estaba lejos del de Fangio. Seguramente, el inglés hubiera deseado que tal excelencia mecánica se hubiera repetido más adelante.

Ya en 1956, el segundo subcampeonato llegó de la mano de Maserati, otra vez tras Fangio, ahora en Ferrari. Para describir esta temporada, se podría utilizar un vocablo maldito, incluso odiado, para quien persigue un objetivo: "casi". Y es que sólo fueron tres los puntos que distanciaron a Moss de esa corona que no le correspondida, prácticamente, por decisión divina. El duelo se saldó con un 30-27 en favor del sudamericano. La emoción de tal contienda no se repitió en 1957, cuando el gran corredor argentino ser marchó del mundial arrasando en la clasificación y sacando 15 puntos a su rival inglés, quien orgulloso a los mandos de un Vanwall de su país ganó tres de las últimas cuatro carreras del año.

Así pues, en 1958, una vez con Fangio fuera de la competición, lo lógico era esperar que Moss tomase el relevo del pentacampeón y se alzase con su primer título pero, otra vez, la cosa quedó en un maldito y simple "casi". ¿La razón? Su irregularidad. Ganó cuatro grandes premios y fue segundo en otro, pero su compatriota Mike Hawthorn estuvo presente en el podio en muchas más ocasiones y esto relegó una vez más a Stirling, por cuarta y última vez, a la segunda posición de la general. Como en el 55, la desventaja fue de tres puntos. Tres puntos de diferencia entre ser el mejor de los "no campeones" o un CAMPEÓN con mayúsculas.

Tras este último amago, de 1959 a 1961, Moss fue tercero en la clasificación final de la categoría. En este primer curso, coincidió en el equipo de Rob Walker con el campeón de dicho año, Jack Brabham. Ambos explotaron su animadversión hacia Ferrari para que el australiano derrotase al bólido rojo de Tony Brooks. El casanova inglés no pudo hacer lo propio por punto y medio, lastrado una vez más por numerosos abandonos. Las tres únicas carreras que terminó fueron dos victorias y un segundo puesto, pero eso no compensó sus cuatro abandonos y una descalificación en Francia. En el paso a 1960, la historia fue parecida. En esta ocasión, las carreras en las que no puntuó se debieron a que, directamente, no pudo correrlas. Un accidente en Bélgica le rompió ambas piernas, lo cual condenó sus aspiraciones al título. Poco consuelo fue el llevarse la última cita del certamen, disputada en Estados Unidos. Por último, 61 sería más de lo mismo. Cuatro abandonos eran demasiados si se quería llegar hasta el final de la lucha junto a Phil Hill y Wolfgang von Trips, a pesar de alcanzar en esta sesión su decimosexta victoria.

Dicha temporada fue su última campaña en Fórmula 1, ya que en abril de 1962, cuando disputaba una carrera en Goodwood, protagonizó un terrible accidente que le dejó en coma durante un mes. Al despertar de este, sus capacidades motrices y visivas se habían visto inevitablemente afectadas. No quedaba otra que retirarse a la tempranísima edad, para la época, de 33 años.

Comenzando con este hecho, es inevitable observar cierta dosis de mala fortuna en la trayectoria de Stirling Moss. Su desgraciado accidente le impidió aprovechar una de sus mayores bazas, la juventud. En la temporada que firmó su primer subcampeonato, Moss sólo tenía 26 primaveras, mientras en el año de su adiós contaba con una edad a la que sólo Jack Brahbam había sido campeón del mundo.

Dicho esto, los resultados dejan para la historia a un piloto cuyo único consuelo en su duelo particular con Fangio fue derrotarle en la prueba de las Mil Millas mediante la revolucionaria forma de utilizar al copiloto como informador de las curvas por afrontar, al más puro estilo del WRC moderno. De reconocida afición a las mujeres, hoy en día está presente en más de una ocasión en los medios de comunicación. Su atrevimiento le hace declararse partidario del UKIP, formación política de ideas xenófobas y euroescépticas. Defensor del talento de Sebastian Vettel repetidamente, deja para el recuerdo (o el olvido, según se prefiera) las afirmaciones de que un homosexual tendría difícil recrear su vida en el cine, dada su intensa trayectoria sexual, o que una mujer no tiene la fortaleza mental necesaria para estar en F1.

Diferente fuera y dentro de la pista, Stirling Moss ni deja ni dejó a nadie indiferente. Al fin y al cabo, seguramente hablamos del mejor "casi" campeón de todos los tiempos.