En el día de hoy, hace 36 años, una de las figuras más queridas del universo de la Fórmula 1 abandonó este mundo de una forma tan triste como inesperada: Ronnie Peterson. El afamado piloto sueco se marchó sin poder ganar un mundial que hiciera justicia a la gran calidad que sus manos atesoraban, pero lo cierto es que este hecho no ha impedido que los aficionados que le vieron correr le tengan en la memoria como uno de los mejores pilotos de la historia.

Desde que su padre le construyó un kart cuando tenía siete años, el pequeño Peterson siempre mostró interés por los coches. No fue hasta los 19 cuando su talento se convirtió en una evidencia, consiguiendo llevarse el campeonato sueco de karts la primera de las cuatro veces que lo haría, desde 1963 hasta 1966. Completada esa fase con mucho éxito, el paso a la Fórmula 3 se dio en 1968, después de que en 1967 se comprara un Brabham de Fórmula 2 que estrelló nada más subirse debido a su inexperiencia. Durante los dos años que estuvo en la F3, Ronnie prácticamente arrasó de una forma incontestable. Su debut en la categoría reina era inminente.

Dicha llegada se produjo en 1970 junto al equipo March, con el que disputó casi todas las carreras del calendario. Con resultados modestos, el 71 iría mucho mejor para el sueco. Además de ganar el título de la Fórmula 2, Peterson consiguió cinco podios en F1, lo que le sirvió para acabar en una impresionante segunda posición en la general, bien es cierto que muy lejos de Jackie Stewart. Al año siguiente las cosas empeorarían notablemente, ya que sólo logró una tercera posición en Alemania. Lejos de defender el subcampeonato, Ronnie quedó noveno. Debido a como fue la temporada, su marcha a Lotus resultó evidente.

El primer curso en la escudería de Colin Chapman comenzó de una forma muy frustrante, al no puntuar en la primeras cinco carreras. No obstante, a partir del tercer puesto de Mónaco en la sexta cita, la campaña de Peterson remontó el vuelo por completo. Con cuatro victorias y tres podios más, el nórdico acabó tercero en la clasificación. De no haber sumado cinco ceros consecutivos al inicio del ejercicio, el último título de Stewart le hubiera resultado mucho más complicado de conseguir al escocés. Dicho esto, el comienzo de 1974, dadas las buenas sensaciones con las que se acabó el 1973, debía ser mucho más sencillo. Para la desgracia de Ronnie, los resultados fueron calcados. De nuevo, el agresivo corredor tuvo que subsanar una negativa primera mitad de temporada con tres victorias en los grandes premios que, sin ningún problema, se podrían calificar como sus más propicios: Mónaco, Francia e Italia. A pesar de estos triunfos, la remontada en la general no fue tan vertiginosa como la anterior, por lo que Peterson se conformó con la quinta posición en la clasificación.

En 1975 se podría afirmar que empezó un trienio nada prolífico para Ronnie Peterson. Con un Lotus falto de competitividad, el sueco acabó decimotercero al final del campeonato. Debido a ello, de cara a 1976 volvió a la que había sido su casa con anterioridad, March. Las cosas apenas mejoraron. Abandonando en muchas carreras, otra nueva victoria en Monza fue la única alegría en un año decepcionante. Peterson, insatisfecho con su situación, probó suerte en Tyrrell durante 1977. Dicha decisión resultó un tremendo error, ya que el resultado final fue una triste decimocuarta posición.

Ante ello, 1978 supuso su vuelta a Lotus con a Mario Andretti de compañero. De cara a esa temporada, existió un acuerdo por el que Ronnie debería ser el escudero del americano. Su papel lo cumplió a la perfección. Con dos victorias y seis podios, Peterson escoltaba a Andretti en la general cuando el gran circo desembarcó en Italia, primera de las últimas tres carreras del año. Monza parecía el lugar para conseguir el tercer triunfo del año, dado lo rápido que siempre fue Ronnie allí. A pesar de los antecedentes, la clasificación no fue del todo bien y se quedó por detrás de los primeros puestos. Al darse la salida, una colisión múltiple causada por un joven Riccardo Patrese provocó el abandono de figuras como James Hunt o Clay Regazzoni. Pero la peor parte se la llevó Peterson. Su Lotus, completamente destrozado, comenzó a arder con el piloto dentro. A pesar del riesgo de las llamas, lo peor de todo fue el golpe. La parte delantera de su Lotus 79 estaba completamente destrozado.

Una vez consiguieron sacar del monoplaza al corredor, se apreció que sus piernas estaban muy mal. Mientras esperaban a que llegase la ambulancia, Hunt intentaba por todos los medios que su compañero de profesión no se las viese. Una vez fue ingresado, se afirmó que su vida no corría peligro. La necesaria operación se haría al día siguiente, pero tal procedimiento nunca se dio. A la mañana siguiente, Ronnie apareció muerto. Al parecer, pequeñas astillas que tenía incrustadas se le metieron en la sangre, afectando de lleno a los pulmones, el hígado y el cerebro. La desagradable sorpresa fue mayúscula.

A pesar de su muerte, Ronnie Peterson mantuvo la segunda posición detrás de Andretti, lo que le convirtió en el segundo subcampeón a título póstumo tras Wolfgang von Trips. Se fue sin ganar un mundial, pero con el aprecio de todos los que le vieron estrujar los coches que condujo hasta la extenuación. Niki Lauda dijo de él recientemente que era el mejor, pero nunca tenía una mecánica apropiada para demostrarlo. Poco más que añadir.