Un simple vistazo a la edad con la que los cinco últimos campeones del mundo de Fórmula 1 debutaron en la categoría deja un patrón claro: todos lo hicieron rondando los 20 años, primaveras arriba primaveras abajo. Además, la mayoría de estos contaban con un grueso palmarés previo tras su paso por los certámenes inferiores. Pues bien, ninguna las dos premisas, en un principio básicas para determinar el futuro que puede tener un corredor, es cumplida por quien ganó el mundial en 1996, Damon Hill.

Quien hasta Lewis Hamilton había sido el último británico en ganar el campeonato del mundo, fue sin duda un corredor que se salió de los patrones clásicos de cualquier conductor de la categoría reina. Tal es así, que Hill cuenta con una característica única por el momento, ya que es el único campeón del mundo hijo de otro campeón del mundo. Su padre no es otro que Míster Mónaco, Graham Hill. Pero a diferencia de lo que se pueda pensar en un principio, la ayuda de su progenitor, desgraciadamente en este caso, no influyó de ningún modo en que Damon alcanzase la cima del automovilismo mundial.

Siendo hijo de un reconocido piloto de carreras, la niñez del inglés fue plácida, sin falta de algún tipo de necesidad. Creció rodeado de campeones del mundo, ya que más de una vez pasó horas en su jardín junto a Stirling Moss, Jim Clark o Jackie Stewart. Pero, por desgracia, su dulce niñez quedó en el olvido cuando Graham, después de haber sobrevivido a una época despiadadamente peligrosa de la F1, falleció tras un accidente de avioneta. Ante este desastre, la vida de su familia se volvió muy difícil. Pero, gracias al tesón de su madre y al suyo propio, Hill reunió los recursos suficientes para poder correr en lo que en un principio fueron su auténtica pasión, las motos.

Su paso por las dos ruedas no fue muy exitoso, salvo en la cilindrada de 350cc, por lo que ya con 25 años cumplidos se pasó a los monoplazas, concretamente a la Fórmula Ford británica, en la que consiguió unas cuantas victorias. Esto le permitió subir a la Fórmula 3. Estuvo tres años en este certamen, con una tercera posición final en 1988, el último de estos, como mejor clasificación. Esto le posibilitó ir a la F3000, donde compitió en 1990 y 1991, sin ninguna actuación particularmente destacable, aparte de tres poles en su primera campaña. No obstante, no todo fueron malas noticias en esa fase de la carrera de Damon, ya que en el 91, Frank Williams le confió el puesto de piloto reserva de su escuadra, algo que, a la postre, le sería muy útil.

Dicho esto, no deja de sorprender un poco que en 1992 le llegase la oportunidad de debutar en F1 junto a una humilde escudería Brabham, muy lejos de sus años de esplendor. Basta con decir que el equipo desapareció antes de que acabase el año, concretamente, tras el GP de Hungría. Durante las ocho citas que Hill estuvo con ellos, sólo pudo clasificarse para carrera en dos, prueba de la decadencia que atravesaba la formación fundada por todo un tricampeón del mundo como Jack Brabham. Acabada la temporada prematuramente para el inglés, lo lógico era pensar que tendría que conformarse con volver a centrarse en su puesto de tercer piloto en la formación de referencia por aquellos tiempos.

Fue meses después, cuando, sorprendiendo a propios y extraños, Sir Frank anunció que Damon sería el compañero de Alain Prost para 1993. Sobra decir que, sin lugar a dudas, este fue el avance deportivo más importante de la vida de Hill. Su elección causó el revuelo evidente en estos casos, ya que el segundo piloto del equipo campeón del mundo sería un inexperto corredor de 32 años que, si bien había desarrollado los anteriores bólidos salidos de Grove, contaba con escasos avales que justificasen el privilegio del cual iba a gozar.

Así pues, Damon afrontó el curso con la necesidad de despejar dudas. Visto el resultado final, se podría afirmar que el hijo de Graham cumplió con su papel. No pudo arrebatarle el subcampeonato a Ayrton Senna, a pesar de contar con un coche superior, pero ganó 3 de las últimas seis carreras de forma consecutiva y aseguró el campeonato de constructores para Williams. Esto hizo que su permanencia como vecino de box del brasileño en 1994, que llegaba para ocupar el puesto de Prost, fuera completamente lógica.

Para este ejercicio del 94, el destino le tenía preparado un inesperado papel a Damon. Dado el desgraciado accidente de Senna, el inglés tendría que asumir el liderazgo del equipo después del tercer gran premio. A su lado se establecería un novato como David Coulthard.

El comienzo de la temporada fue tremendamente delicado tanto para Hill como para Williams. Unido a la muerte de Senna, el equipo tenía entre manos un coche rápido a una vuelta, pero muy impredecible y difícil de conducir en carrera. No fue hasta la quinta cita, en España, cuando este tándem se anotó el primer triunfo del año. A partir de entonces, en las siguientes once carreras se consiguieron nueve podios, cinco de ellos victorias. Esta buena racha, unida a las penalizaciones que obligaron a perderse dos carreras a Michael Schumacher, le permitieron a Damon llegar con opciones a la última prueba del curso, en Adelaida. Lo sucedido allí es conocido por todos y formar parte de las imágenes imborrables de esta competición. Michael golpeó con dureza al Williams número 0 y llevó a ambos a retirarse, haciéndose con la corona de 1994. El jarro de agua fría fue brutal para Hill, ya que este incidente llegó cuando estaba siendo claramente más rápido de Schumacher en pista y estaba recortando distancias. El deseo de emular a su padre tendría que esperar.

La campaña siguiente no pudo cumplirse la aspiración de dar el relevo a Nigel Mansell como último campeón británica ya que, en esta ocasión, el dominio del Kaiser fue aplastante. Para el recuerdo de esa sesión quedan los encontronazos que ambos rivales tuvieron en la pista en repetidas ocasiones, sobre todo en Silverstone y Monza.

A pesar de todo, una vez superado el 95, la temporada de 1996 fue por fin el momento en el que Damon pudo hacer historia. Las condiciones antes de que comenzasen a rodar los coches sin duda le gritaban a Damon que era ahora o nunca. Schumacher había asumido el papel de revivir una maltrecha Ferrari, McLaren seguía sin llegar al nivel requerido para ser un serio aspirante y como compañero de equipo Hill tendría a un debutante, Jaques Villeneuve. El canadiense, a pesar de ser un prometedor corredor que había ganado las 500 millas de Indianápolis, no dejaba de ser un rookie en la F1. Pero aun así, el hijo de una leyenda como Gilles Villeneuve no dio su brazo a torcer hasta la última carrera. Tuvo que ser en Suzuka, lugar donde Senna ganó sus tres mundiales, donde Damon Hill, hijo de Graham, pasó a la historia al ser el primer hijo de un campeón del mundo que emulaba a su padre. La emocionada narración del momento por Murray Walker no hizo otra cosa que enternecer más aun el triunfo de un hombre que a los 15 años perdió a su referente y que ahora, desde alguna parte, le veía hacerse eterno.

Luego de todas las alegrías de esa corona mundial, llegó la vuelta a la cruda realidad. Y esta no fue otra que el hecho de que el vigente campeón del mundo había sido despedido sin explicación alguna por Frank Williams antes de 1997. Ante el movimiento inesperado de fichas, Hill se vio obligado a recalar en el equipo Arrows. Evidentemente, revalidar el título e igualar a su ascendiente en número de campeonatos quedaba descartado por completo. Sobre todo al no puntuar hasta la novena prueba del calendario, Silverstone. Dos carreras después Damon realizó una de sus mejores actuaciones, ya que aprovechó el comportamiento de sus neumáticos Brigestone para brillar con luz propia en el Hungaroring. Sólo un problema hidráulico, que lo retrasó hasta el segundo escalón del podio, le apartó de una gran victoria. Fue el único destello de la campaña.

Llegado a 1998, el hogar de Hill sería Jordan, en donde tuvo una vez más un inicio de temporada decepcionante. Pero si se juntan la lluvia y el circuito de Spa, cualquier desastre puede arreglarse. En uno de los grandes premios más intensos de la historia reciente, Damon supo sacar tajada de las circunstancias que fueron surgiendo para conseguir su última victoria en Fórmula 1, en lo que también supuso un doblete histórico para el equipo de los bólidos amarillos. No obstante, es necesario citar que el compañero del británico, Ralf Schumacher, hubiera complicado mucho su victoria de no haber sido por la interferencia de Eddy Jordan y las órdenes de equipo. Demasiado en juego como para arriesgarse a perderlo.

Esta victoria sobre la lluvia, y la defensa de su posición frente a Schumacher en Canadá, fue lo último que hizo Damon Hill para ser recordado, ya que 1999 fue un curso donde las oportunidades para asomar la cabeza en las carreras brillaron por su ausencia. Ese aguacero fue la última ocasión en la que se pudo sentir como un campeón del mundo. Un campeón del mundo que, ni mucho menos, ha sido de los más brillantes en los últimos 20 años. Fue alguien que, en condiciones normales, no habría recibido en su primera temporada completa el mejor coche de la parrilla. El mismo reconoció hace un par de años que no se consideraba un piloto de leyenda. Pero supo aprovechar la oportunidad, que es, al fin y al cabo, lo que caracteriza a un campeón del mundo.