Max Verstappen se encargó de poner la emoción durante las primeras vueltas del Gran Premio de Rusia. Tristemente sancionado, por cambiar la unidad de potencia, con cambiar la caja de cambios, y por ignorar banderas amarillas durante la clasificación, el piloto neerlandés tuvo que salir a carrera desde la última fila de parrilla.

Aunque tenía toda la carrera por delante para ocupar las posiciones que les corresponden a los Red Bull en condiciones normales, el quinto y el sexto lugar, Verstappen no sabe tomarse las cosas con calma, y apenas unas curvas tras la salida ya había dejado atrás a seis rivales.

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La superioridad del Red Bull le permitió realizar los adelantamientos con cierta comodidad, teniendo como mayor susto una lucha con un Williams en al que su piloto decidió pegarse al muro sin tener en consideración que ya estaba Verstappen ocupando ese hueco. El neerlandés pegó una patada al freno y evitó la catástrofe y consumó el adelantamiento al Williams en la siguiente oportunidad.

Del resto de adelantamientos, llamaron la atención los exteriores con el DRS abierto, fruto de la gran fortaleza aerodinámica del vehículo de Adrian Newey, así como el diferencial de velocidad mostrado cuando adelantó al Renault de Nico Hülkenberg, como si fuera un vehículo de otra categoría.

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A Verstappen le llevó siete vueltas alcanzar la quinta posición. Para cuando lo hizo, la cabeza de carrera se había distanciado unos veinte segundos. En Red Bull ya se dieron cuenta el viernes de que iban mejor de lo que pensaban, y que quizás había sido un error elegir esta pista para penalizar, que podrían haber luchado por el podio de haber sido un fin de semana convencional.

De hecho, el neerlandés llegó a poner en apuros al Ferrari de Kimi Raikkonen, en una especie de tierra de nadie, que se vio obligado a enlazar vueltas rápidas para que Verstappen no oliese sangre. De hecho, el Red Bull voló con neumáticos blandos y no tanto con los ultrablandos. El hiperblando, directamente descartado, pues en palabras del piloto, destrozaban el delantero derecho. Ni siquiera 10 vueltas.

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Cierto es que Verstappen tenía toda la carrera para hacer lo que hizo en siete vueltas. Un ritmo más pausado, como el que eligió Ricciardo. Pero precisamente ese ansia del piloto que cumplía 21 años fue el que logró que Raikkonen tuviera que reaccionar, y el que de haber salido un coche de seguridad en un momento crítico, hubiera puesto la victoria en bandeja a Max, que lideró gran parte de la carrera por su tardía parada.

Verstappen acabó la carrera con 50’’ de margen sobre Daniel Ricciardo. El piloto australiano cambió alerón en su parada, evidenciando un problema. Pero tras esa parada, la sangría de tiempo siguió en aumento, dando por hecho que simplemente un piloto había conseguido meterse en la lucha, mientras que el otro solo buscaba que la carrera finalizase. Una remontada sin apenas importancia, pero que endulzó, principalmente unas primeras vueltas.