Sentado en su garita, mirando al horizonte y, porque no, con un cigarro entre sus dedos. Resopla mientras junta los dedos en un puñado. Ese gesto tan italiano. Enfado. Finalizaba la temporada de 1992 en Australia sin una mísera victoria para Ferrari. Segundo año sin saborearla.Es más, el F92A abandonó hasta en 20 ocasiones. Un desastre. El jefe de seguridad de Maranello sabía que aquello podía ser el fin. El punto y final. La Scuderia pasa serios aprietos económicos y sin Enzo nada es lo mismo. 'Il Cavallino' está en la UVI. Herido.

Pero Pedro también hizo milagros a la muerte de Jesucristo. Un discípulo de 'Il Commendatore' no está dispuesto a que el imperio que creó su maestro se desvanezca. Luca Cordero di Montezemolo sigue luchando por salvar al pura sangre italiano.Y apareció él. Un hombre de mediana estatura entra por la puerta de Maranello un día de junio allá por 1993. Con un Mercedes. Un genio. Oye un ronquido en la garita y rápidamente acude a despertarle. El jefe de seguridad. Un par de gritos le sobran para entender que las cosas van a cambiar ahí dentro. Sonríe y se enciende un cigarrillo. Nunca le supo mejor. Jean Todt era el elegido para el resurgir de la bestia.

Porque lo mejor estaba por llegar. Un desfile de personalidades entró y salió durante varios años por allí. Ross Brawn, Rory Byrne y, sobre todo, Michael Schumacher, completaron un cuadrado mágico que aumentó la leyenda. Forjó una hegemonía inolvidable. Trabajo, tiempo y riesgos fueron necesarios para sanar al caballo herido. Así fue. Trotó como nunca. Voló sobre el asfalto. Nunca un escudo provocó tanto pánico en la F1. Seis Mundiales de Constructores seguidos y cinco de Pilotos con el Káiser como campeón omnipotente. En aquella época ver a Todt de lejos acongojaba a cualquiera. Legendarios.

En 2005 se cerró la página de oro para los de rojo. Fernando Alonso y Renault interrumpieron durante dos temporadas la casi eterna racha del cuadrado mágico. Nada es para siempre. Y allí fue, en Interlagos 2006, cuando el ciclo se terminó. Schumacher se retiraba y nunca más pilotaría para la Scuderia. También Ross Brawn decía adiós. Aquel fue el último coche diseñado por Byrne al completo y, el bueno de Todt, aguantaría un año más logrando el título de pilotos con Kimi Raikkonen. En aquel momento nadie lo sabía, pero el trabajo de una época se iba a ir lentamente tirando a la basura.

Han tenido que pasar ocho años para volver a tocar fondo. Il Cavallino está herido gravemente. El F14 T se ha impregnado de su sangre. Ni una sola victoria. Como en 1993. Esta vez, el jefe de seguridad de Maranello teme incluso por su puesto. Esta semana ha tenido que ver salir con la maleta a Pat Fry, Nicholas Tombazis y Hirohide Hamashima. O lo que es lo mismo, el director técnico, el diseñador y el jefe del área de neumáticos. No se ha salvado ni el de prensa. Esta vez, le tocará salir de la garita para sentir el humo en sus pulmones. Vaya año. Primero fue Stefano Domenicali, el sucesor de Todt. Su sustituto, Marco Mattiacci, antes de que pudiera toser estaba fuera. Soñando con Alonso. Luca Marmorini, jefe de motores desde 2009, también enfiló puerta. Un V6 de pesadilla tiene la culpa. No es Enzo, ni siquiera Montezemolo, pero el fallecimiento de Emilio Botín, presidente del Santander, unos de sus principalespatrocinadores, también fue significativo.

El fin de la época Alonso se completó con la marcha del discípulo de 'Il Commendatore'. El que lideró la revolución en el pasado. Montezemolo ha dado paso a Sergio Marchionne, CEO de FIAT, como nuevo mesías en Ferrari. En 1991, era Agnelli, máximo responsable de FIAT, quien le dio las llaves de Maranello a Luca. Ironías de la vida.Y para acabar, se fue el asturiano. Con él se irá su hombre de confianza, Andrea Stella. E incluso el puesto de Pedro de la Rosa peligra tras el anuncio de Esteban Gutiérrez como tercer piloto ferrarista. No queda nada allí nada de esta época reciente. ERE total. Un año convulso… Un año de cambios.

'Il Cavallino' respira con dificultad. Hay que cuidarlo al máximo. Volverlo a sanar. Han llegado cirujanos nuevos para la tarea. Y, seguramente, nuestro protagonista de seguridad ha esbozado otra sonrisa al ver aterrizar al señor Maurizio Arrivabene como jefe de equipo. Aunque sea sólo por el apellido. Y además, la vuelta de un alemán campeón a la marca italiana. Sebastian Vettel llega con cuatro títulos en su maleta. Más motivos para la esperanza. El resto de facultativos serán Simone Resta, para el diseño; y Mattia Binotto junto con Lorenzo Sassi al frente de los motores. En Maranello se va a bailar ahora a ritmo de James Allison.

Al igual que en 1993, han tomado riesgos, y tienen tiempo para volver hacer relinchar al pura sangre. También mucho más dinero del que tenían por aquel entonces. Por algo se ha de empezar. Así se reescribe la historia. Ese logo no ha de morir.Con el recuerdo esperanzador de una hegemonía en la memoria…y también para Alonso. Alain Prostes su referente. El francés se topó con aquella época maldita durante dos años. Fue en 1991, finalizando quinto en la primera temporada del desastre, cuando decidió no gastar ni un minuto más allí. Antes, en 1990, fue subcampeón vestido de rojo. Año sabático incluido, completó su estantería de Mundiales en 1993 con Williams-Renault. El cuarto. Fernando, subcampeón en 2013; sexto en 2014. Se va tras cinco años. McLaren-Honda es el destino. ¿El tercero? Hay vida después de Ferrari…y hay vida tras Alonso. Dos leyendas renacen. O eso nos quiere contar el pasado… ¿Avanti?