Hoy, justo hace 22 años, falleció Denny Hulme. Este polifacético piloto, procedente de Nueva Zelanda, fue alguien se vivió su etapa en el circo de la Fórmula 1 en el momento adecuado. De modales rudos y carácter introvertido, el corredor del pacífico difícilmente hubiera soportado los tiempos modernos, donde la imagen poco puede salirse de los parámetros establecidos. Tal era su franqueza, que los periodistas de la época le concedieron el Premio Limón al piloto más agrio de la parrilla. Un piloto cuya llegada a aquel entorno no fue precisamente fácil.

Nacido en la ciudad de Motueka, Hulme siempre tuvo como ídolo a su padre, héroe condecorado de la II Guerra Mundial. Este le sirvió de inspiración cuando, a los diecisiete años de edad, empezó a competir en carreras locales a la vez que ejercía de mecánico en un taller. Su destreza le sirvió para recibir una beca para marcharse a competir a Europa junto a su amigo George Lawton. Los dos compañeros contaron en el viejo continente con la inestimable colaboración de Bruce McLaren.

Al poco de empezar a correr en la Fórmula Junior, Hulme recibió uno de los mayores golpes de su vida, ya que su amigo George sufrió un accidente y falleció cuando Denny lo tenía entre sus brazos. Pese a esto, el tenaz neozelandés no se vino abajo. Siguió luchando y, gracias a la ayuda de McLaren, consiguió un puesto de mecánico en la recién fundada escudería Brabham. Su fundador, Jack, que ya había ganado dos campeonatos del mundo de F1, le concedió un coche con el que Hulme arrasó en la Fórmula Junior en 1963. Al año siguiente, quedó segundo en la Fórmula 2, sólo por detrás de su jefe australiano.

Así pues, Denny demostró de su destreza al volante y, en 1965, consiguió ser piloto titular en el equipo de su jefe de filas. Teniendo en cuenta la experiencia de Brabham, el debutante no lo hizo nada mal, ya que quedó undécimo, sólo una plaza por detrás del bicampeón. En el curso, siguiente las cosas fueron es acenso. Mientras que Jack se hizo con su tercer título, Hulme acabó cuarto. Para él falló el hecho de que se retiró en cinco de las nueve carreras que disputó. Una pena, ya que las otras cuatro las acabó en el podio. A pesar de todo, se veía que su potencial era cada vez más evidente.

Así pues, el tosco neozelandés afrontó 1967 con la determinación de no defraudar las expectativas existentes en torno a su figura. El resultado fue que, a la edad de 31 años (bastante joven para la época), Deny Hulme se proclamó campeón del mundo de Fórmula 1. El primero y único hasta ahora nacido en Nueva Zelanda. “El Oso”, como le llamaban, se comió a su jefe Brabham y a todo un Jim Clark. Esto fue posible gracias a su regularidad a arte de dos abandonos y un cuarto puesto, el resto de aquel ejercicio fue impoluto. Dos victorias, la primera de ellas encima en Mónaco, y seis podios más. Denny ya tenía algo con lo que presumir junto a su padre.

No obstante, la osadía de destronar a todo un tricampeón como Brabham no le salió gratis. Durante el transcurso del duelo aquella campaña, se apreció que ambos rivales hablaban menos de lo poco que ya de por sí acostumbraban. Tras la resolución de la batalla, el vencedor decidió marcharse al equipo de su compatriota McLaren, comenzando así una nueva etapa deportiva.

El cambio no fue del todo mal en la primera temporada. Si bien es cierto que Hulme no pudo revalidar la corona mundial, este se impuso en el afamado campeonato CanAm, por delante de su vecino de box. En la general de la F1, Deny finalizó en una muy respetable tercera posición, sumando dos victorias y batiendo de nuevo a Bruce, que acabó quinto. 1969 supuso, en cierto modo, la venganza de McLaren. Este ganó a su compatriota en la competición americana, llevándose el cetro, y la tercera posición en el mundial pasó a ser para él. No obstante, el triunfo de Hulme en la última carrera, México, sirvió como muestra de que todavía tenía mucho por dar.

Por desgracia, el duelo entre ambos compatriotas no pudo disfrutarse en 1970. La triste muerte de Bruce McLaren dejó al equipo con Denny como único jefe de filas en el equipo del difunto corredor. En ese curso, Hulme acabó cuarto y acumuló cuatro podios, algo no del todo malo si se compara con la temporada siguiente, donde no pasó del cuarto puesto en carrera, lo que unido a cuatro abandonos consecutivos le condenó a la decimotercera plaza en la general.

Lejos de desanimarse, el neozelandés volvió con mucha fuerza en 1972. Una segunda plaza y una victoria en los dos primeros grandes premios le hicieron comandar momentáneamente el mundial, pero finalmente tuvo que conformarse con el tercer lugar, en un ejercicio más que notable que culminó con cuatro podios consecutivos. Fue su último gran año, ya que las dos temporadas restantes que le quedaban en activo carecieron de esa brillantez. Si bien es cierto que ganó una carrera los años respectivos, en 1973 y 1974 faltó la regularidad que le aupó a las posiciones de cabeza en épocas pasadas. Pero esto no fue lo que le impulsó a retirarse. Lo que decantó a Hulme por dejar la Fórmula 1 definitivamente fue la muerte de otro amigo como Peter Revson, con quien compartió muchos años en la competición. Esta tuvo lugar mientras Peter rodaba en el circuito de Kyalami, como consecuencia de la rotura de una de las suspensiones del coche de Revson y el consiguiente accidente, en el cual monoplaza y corredor salieron por los aires. Su querido amigo le intentó salvar la vida en el último segundo, pero fue en vano. Este golpe fue el definitivo para Denny.

Una vez finalizó el año, con McLaren ganando su primer mundial gracias, sobre todo, a Emerson Fittipaldi, Hulme pudo tranquilamente dedicarse a otro tipo de actividades. Durante un corto período de tiempo, fue presidente de la GPDA de la época y, posteriormente, se dedicó a participar en carreras de coches históricos. Fue en una de los eventos que disputaba por diversión, los 1.000 kilómetros de Bathurst de 1992, cuando el neozelandés dejó este mundo sin previo aviso. Pero no fue debido a un accidente ni nada similar. Su fallecimiento fue causado por un desgraciado y fulminante infarto a los 56 años. Así, sin más, se marchó "El Oso" de Nueva Zelanda, para reunirse con sus amigos McLaren y Revson en un sitio donde no les molestase el circo mediático y la fama le dejase en paz.