Conocer en profundidad los engranajes económicos que rotan sin descanso para mover la maquinaria de la Fórmula 1 es una tarea poco menos que imposible para nuestro humilde oficio. En realidad, sólo los firmantes del Pacto de la Concordia y algunos de sus adláteres han sido investidos con ese privilegio. Sin embargo, nuestro olfato junto a la evidente mutación del Gran Circo en los últimos años nos permiten al menos plantear cómo ha lidiado la F1 con la crisis y, sin ánimo de frivolizar, podríamos decir que Bernie Ecclestone y compañía reaccionaron más rápido y mejor que muchos estados de primera línea. La prueba más clara es que Formula One Group prevé unos ingresos récord de 1.320 millones de euros para este 2011, mientras el mundo occidental atraviesa tiempos francamente oscuros.

HISTORIAS EN PARALELO
En la F1, la alarma se disparó con la retirada de Honda a finales de 2008 y la sucesiva de Toyota y BMW al año siguiente. El gasto de los equipos había alcanzado unas cifras fuera de toda lógica y, salvando las distancias, la estampida de los constructores fue como la explosión de las subprimes en el mundo 'real'. Pero aquí no se negó la evidencia: se abrió la puerta a equipos pequeños –previo pago, claro– y se instituyó un techo de gasto que mantenía los privilegios de los grandes pero con una reducción sensible de sus plantillas. La banca, encarnada por la FOM–Formula One Management–, también supo abrir la mano y firmar un nuevo acuerdo con los equipos que aumentó su participación en los beneficios por derechos de TV hasta un suculento 50% con vigencia hasta finales de 2012.

¿Y los mercados dónde están? Pues, como no podía ser de otra forma, al timón pero en la sombra: CVC Capital Partners posee el 70% de Formula One Group –junto a otras muchas empresas, desde la mayor botellera de China hasta los almacenes Cortefiel– y toleró de mil amores la 'generosidad' de Ecclestone con los equipos: sabían que el patriarca de la F1 llevaba años de prósperas relaciones para recuperar con creces ese dinero. Sus contactos eran jeques y altos mandatarios de países en vías de desarrollo, curiosamente otros actores de la crisis mundial. El objetivo pasaba por vender al mejor postor el sueño de progreso de la F1 y el resultado está visible en el calendario, con la globalización desaforada de una categoría que visita Singapur, Corea e India y que pronto viajará a Estados Unidos, Rusia y probablemente México, para desgracia de los circuitos europeos, incapaces de pagar cánones de hasta 35 millones de euros por temporada. ¿Engordar para morir? Difícil aventurarse, pero lo cierto es que el pescado está todo vendido y las voces discordantes no tienen siquiera fuerzas para pujar.

En la F1 también hay rescates, como el de Williams con 16 millones de euros del bolsillo de Bernie para evitar su desaparición en 2009. Y una sombra de corrupción que no termina de alejarse tras el caso Gribkowsky, el de un banquero que 'sangró' 32 millones al mismo Ecclestone para no revelar supuestas irregularidades fiscales del magnate. Ya que estamos, los sindicatos podrían encontrar su espejo en la FOTA, la asociación de equipos, con representantes como Ross Brawn, ¡que vendió su escudería a Mercedes y a un fondo de inversiones árabe por 100 millones de euros! ¿Y qué tal si colocamos a Luca di Montezemolo en la patronal? Sería un fichaje de campanillas, ahora que Ferrari anuncia un beneficio comercial de 212 millones de euros en los primeros nueve meses del año.

Bromas aparte, falta esclarecer si la F1 es la avanzadilla en la superación de la crisis o si, simplemente, mantiene su particular y efímera burbuja.

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