bac monoView Photos
Greg Pajo

Nos sentamos en el ferry a Venice, mirando a través de una ventanilla justo encima de la línea de flotación. La luz parpadeaba sobre las olas, la única forma de distinguir el mar de un cielo tan oscuro como la tinta. En ese momento un gran barco se interpuso en nuestro camino.

Qué pequeño se sintió nuestro ferry en ese momento, el zumbido de su pequeño motor ya llenaba toda nuestra cabina. Cuando pasó el barco más grande, los dos motores se duplicaron y nuestro ferry se balanceó suavemente a su paso. Conocía esta sensación. La había sentido antes en un automóvil. Uno poco convencional hay que decir.

bac monoView Photos
Greg Pajo

Te sentabas muy bajo en ese vehículo, casi recostado en su estructura de carbono, mirando justo por encima del volante, también de fibra de carbono. Azul era el cielo y blanca la carretera de cemento. Y entonces llegó un zumbido, alto como un crucero. El BAC Mono era una especie de insecto en el asfalto. Su motor Mountune de cuatro cilindros y aspiración natural zumbaba detrás de mí. La vibración del motor llegaba al asiento, a través de mis guantes de carreras y hasta las palmas de mis manos. Mi cabeza zumbaba por el ruido que llegaba hasta mis oreja, directamente a través de mi casco.

Pensé que había dejado atrás estas experiencias desgarradoras. Ya había conducido el BAC Mono en el circuito oeste de Thunderhill, nuestra pista habitual para elegir al deportivo del año. Sentí el empujón del BAC Mono saliendo de las estrechas curvas, su ligereza en las pequeñas curvas rápidas de la pista. En la recta delantera vas tan bajo dentro de su cabina que solo solo llegas a ver el muro de boxes. Una vuelta rápida te reta tan cerca de la pared que podrías extender la mano y tocarla. Qué extraño conducir en un circuito algo que te deja tan expuesto.

Image no longer available

Sensaciones extremas, de verdad

Pero resultó que esto no era nada comparado con conducir un BAC Mono en la carretera.

Giramos a la derecha saliendo de la carretera y rápidamente salimos disparados montaña arriba. Subimos por caminos estrechos con árboles pegados al arcén, con mis hombros trabajando a la altura de los guardarraíles. Observé a mi compañero Brian Silvestro delante de mí, un conductor veloz en un coche veloz, el Nissan Z Nismo. Tomó la siguiente curva y entonces sentí que mi volante se movía. Con el pavimento en un estado muy irregular noto una enorme cantidad de información regresando a mí a través del coche. Notaba cómo cada rueda subía y bajaba sobre sobre las irregularidades del asfalto, con la suspensión a pleno funcionamiento visible a través de la estrecha carrocería. Cada neumático me hablaba. Los oía a todos hablar entre sí sobre el pavimento, discutir su agarre vacilante. Qué feliz me sentí al sentir ese primer momento de subviraje. El coche me estuvo aconsejando cómo levantar por un momento, para dejar que el morro se asentara antes de que pudiera volver a pisar el acelerador.

Qué aterrorizado estaba también, dicho sea de paso. De qué forma cambió mi visón abruptamente. El camino se volvió borroso y los altos arbustos también pasaban muy cerca. En medio de esa confusión, vi toda mi vida pasar por delante. Mi esposa, los hijos que aún no teníamos y que brillaban como el sol en mis ojos. Quizás esto fue lo que levantó mi pie derecho del acelerador durante ese breve instante. Quizás no fue el coche. El guardarraíl parecía tan cerca que podía saborearlo, ese metal estampado tan duro como mis dientes.

Image no longer available
En esa carretera de montaña, mientras conducía el BAC Mono, conecté con algo intangible, como un punto de luz sobre ese mar negro como la tinta

Y entonces el coche se asentó. Y volví a pisar el acelerador. Y el coche me empujó hacia atrás y la suspensión se hundió cual coche de Scalextric, cual cohete. Esos clichés que solemos aplicar a vehículos más grandes, más pesados y más aburridos que este aquí adquieren una nueva dimensión.

Sentado firmemente en el BAC y con el motor parcialmente atado al chasis, la vibración del coche a medida que la aguja recorre el cuantarrevoluciones es tan intensa que te hace cosquillas en la garganta y genera una respuesta involuntaria. Otros conductores también dijeron que su visión también se volvió borrosa.

No sé cuántas curvas tuvimos así. Demasiadas para contarlas. Todos los coches de lugareños de la zona se apartaban de nuestro camino. No podía levantar las manos del volante para darle las gracias. Todo mi ser estaba volcado en gestionar esos mandos. Mi frágil cuerpo estaba sumergido en el chasis de carbono, golpeando hacia arriba y abajo junto con las seis marchas secuenciales. Solo pesa 570 kg y el motor produce 315 CV caballos de potencia, rugiendo a través de un colector de aire de carbono.

bac monoView Photos
Andi Hendrick

¿Podría ser por eso que la gente compra un coche como este? ¿Traer su pasado y su futuro a su mente y luego dejarlos a ambos a un lado, para simplemente vivir el momento, curva tras curva? ¿Nublar la propia visión de lo que está por venir como aquella noche en el Ferry? En esa carretera de montaña, conecté con algo intangible, como un punto de luz sobre ese mar negro como la tinta.

Cuando finalmente encontramos una escapatoria de tierra para pararnos y cambiar de conductor, no quería salir. Incluso con el coche apagado, seguía vibrando, acelerado como un diapasón. Y de ahí salió una nota perfecta. Cuando salí de ese BAC salí de un coche perfecto.

bac monoView Photos
Andi Hendrick and Greg Pajo

Esta BAC Mono es un coche que, en muchos sentidos, no tiene sentido. En un track day, un Fórmula de hace algunos años hará tiempos similares, con una capacidad de ajuste similar, a una fracción del precio de los 200.000 euros en los que ronda un BAC, y no es una gran molestia remolcar algo así varias veces al año.

En la carretera, conducir el Mono es una experiencia que no puedes compartir. Los cinturones deben estar tan apretados que difícilmente puedas guardar una billetera en el bolsillo, y el único hueco delantero, escondido debajo de un pequeño panel removible, no tiene espacio para mucho más que eso y tu teléfono. Qué absurdo parece poner tu móvil en esa cajita y pensar en tener que hacer una llamada al 112 ahí, en plena naturaleza, y tan expuesto. ¿Cómo sería un accidente con esta cosa? ¿Golpear un árbol en un mal ángulo? Qué cerca se siente la mano de la muerte, su mano refleja la tuya, apretando tu arnés de cinco puntos de Williams.

Pero es la vida la que se siente tan rica y plena al salir de este coche en medio de las montañas. Me alejo de él y una brisa sube desde el valle. El olor del bosque es abrumador. Bajo el cálido sol, estoy completamente envuelto en vida.

Vía: Road & Track