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Google y las vetustas enciclopedias nos dirían que la seda es un material textil natural, uno de los más preciados por la industria y el universo de la moda. Pero para Kima Guitart la seda es, al mismo tiempo, la pasión de su vida, el aliento que le inspira y el medio sobre el cual se expresa su arte.
Lo de esta artista, diseñadora y artesana de origen catalán es un longevo romance con la seda cuyo inicio se remonta a 1971, cuando dejó sobre ella sus primeros trazos. Tras esa experiencia iniciática, decidió viajar a China y Japón para aprender las técnicas tradicionales de la pintura sobre seda, de primera mano y directamente de los grandes maestros asiáticos. Pero lejos de considerarse una simple discípula, regresó a España para hacer lo que suelen hacer los genios: crear su propia corriente. En compañía de Mazda España, Kima nos abre las puertas de su estudio en Barcelona para compartir con nosotros sus secretos y alguna de sus originalísimas obras.
La transgresión se vuelve un ritual
Kima Guitart define su forma de trabajar en una frase cargada de metafísica, pero que llega a nuestros oídos clara como la luz del día: "Dialogué con la técnica, la observé, la interpreté para, luego, transgredirla". La transgresión es una constante en su obra, que como ella misma asevera no sigue modas. Aunque, a decir verdad, la moda la ha encontrado a ella en alguna ocasión: suyos son, por ejemplo, los vestidos que se utilizaron en la recepción de la antorcha olímpica en Ampuria Brava, tiempo antes de la apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
No obstante, el campo de expresión ideal para Kima son las grandes, mejor dicho, enormes piezas de seda que han prestado su etérea elegancia para concebir las decenas de murales que esta artista ha elaborado y expuesto por todo el mundo. Basta con contemplar el generoso tamaño de los bastidores que Kima posee en su estudio para percatarse de que su genio necesita, ansía los espacios amplios.
Sobre estos marcos de madera aparentemente simples, la seda queda sostenida con la tensión justa, como paso previo a la magia que va a comenzar. Visto en acción, el estilo de esta artista no se puede definir de otra manera: con movimientos lentos, pero firmes y seguros, el pincel en su mano va dejando su rastro de color. Y pincel por pincel, y color por color, antes de que nos demos cuenta, tenemos evocadoras figuras donde apenas unos minutos antes sólo había seda blanca.
Una parsimoniosa y progresiva danza cargada de fuerza y sentimiento que finaliza en una celebración de la vida a través del color, donde ningún tono está fuera de su lugar. Una pasión calculadamente desatada sobre un material como la seda que, gracias al genio de Kima, se vuelve más noble aún, irrepetible en cada pieza que sale de su acogedora casa-taller. Arte, en definitiva, a cámara lenta que quizá busca, así, volverse intemporal. Un fin muy parecido al que Mazda persigue con su actual filosofía de diseño y su gusto por las cosas hechas con el alma.
