Cada vez estamos más convencidos de que el vehículo eléctrico es una solución ideal para el tráfico urbano. Con una autonomía de hasta 150 kilómetros, dimensiones similares a las de un C1 (3’47 metros) y absoluto silencio al rodar, el C-Zero les viene como anillo al dedo a las ciudades actuales.

A los mandos

Al tomar asiento frente al volante del C-Zero todo recuerda a un utilitario convencional. Para poner en marcha el coche hay que introducir una llave en su cerradura de la columna de dirección –detalle un tanto pasado de moda en un coche de tecnología tan moderna, por cierto- los pedales lógicamente están ahí aunque sin embrague, como en un automático, aunque en este caso las “tripas” no tienen trasmisión intermedia entre el motor y las ruedas. Salvo porque el indicador de funcionamiento de las baterías se sitúa en el nivel de carga disponible y el coche emite un pitido, al poner el motor en marcha no hay nada que indique que la mecánica está lista para salir rodando, lo que produce una cierta incredulidad la primera vez que te dispones a rodar con él, acostumbrados al sonido del motor de arranque y la vibración inherentes a un motor de combustión.

Citroën C-Zero - fotos
citroën c zero   vista en tres cuartos delantero foto estática en ciudad

Sin embargo todo está listo para empezar la marcha, y con la palanca en posición “Drive” basta pisar el acelerador para comenzar el movimiento. La respuesta de los motores eléctricos sorprende por su vigor desde parado, si bien en la puesta a punto del C-Zero se ha cuidado ofrecer una aceleración limitada durante los primeros instantes para evitar brusquedades. No obstante, en cuanto comenzamos a rodar, comprobamos que este coche recupera con mucha energía: no cuesta nada ser los primeros en salir de los semáforos y si se sigue pisando la fuerza nos impulsa con un poderío que no esperábamos viendo la apariencia del utilitario, a pesar de que con las frías cifras en la mano -acelera de 0 a 100 kilómetros / hora en casi 16 segundos- parezca que no anda demasiado por culpa de su limitada pegada a partir de 80 km/h.

Como venimos diciendo el empuje anima a callejear con un ritmo alegre dentro del rango urbano de velocidades, e incluso algo más allá … ¡esto funciona!Autonomía para echar cuentas Como tengamos que recorrer más de 50 kilómetros entre recargas, da la impresión de que no conviene animarse demasiado, si no queremos jugárnosla para llegar a destino. La autonomía baja rápidamente cuando se pisa el acelerador con ganas, por lo que para garantizar por lo menos 100 kilómetros de duración parece conveniente olvidarse de respuestas enérgicas y circular sin sacar el indicador central del cuadro de instrumentos de la zona “Eco”.

Cuesión de ecología

Esto nos volverá inevitablemente más lentos, pero también mucho más eficientes. Durante la toma de contacto sacamos una conclusión preliminar que esperamos corroborar cuando dispongamos del coche con más tiempo: a ritmo de carretera “se chupa” la energía en un visto y no visto. Si no tenemos miedo a quedarnos sin batería, creemos que merece la pena aprovechar la fuerza para desplazarse con brío y olvidarse de la esclavitud del consumo de energía.

¿Es el futuro?

Eso sí, atento a los peatones despistados porque no te oirán llegar… Cuando se ponga a la venta el C-Zero durante el primer trimestre de 2011 puede que no todas las ciudades estén perfectamente adaptadas para recargar coches eléctricos, pero puedes solicitar que te instalen un enchufe en tu plaza de garaje y la compañía eléctrica estará obligada a suministrarlo y sumar su consumo al de tu recibo habitual. Además cada vez habrá más puntos de recarga, aunque sin duda esto seguirá siendo un problema durante algún tiempo. Por último el precio se vuelve un problema añadido, ya que estará por encima de 20.000 euros (batería incluida, eso sí), con lo que se convierte por el momento en un capricho; práctico y ecológico, pero poco rentable a priori.