“Oh, oh, he perdido la potencia” esputaba Max Verstappen por radio cuando su unidad de potencia Renault dejó de responder al acelerador. El piloto quedó detenido en la recta de Kemmel y los intentos tanto de Max como del muro por volver a resucitar el motor resultaron en vano. El neerlandés sumaba un nuevo abandono a su casillero por un problema mecánico.

Sin humo blanco, sin pérdida de rendimiento, sin comportamiento anómalo. Simplemente el motor se paró. Si ya es frustrante sufrir una rotura, más frustrante aún es comprobar qué finalmente no había tal rotura, sino un simple fallo de sensor que se solucionó reiniciando el sistema. Un modo de seguridad que cortó la energía.

Y es que Renault decidió aumentar dichos sistemas, siempre presentes en la Fórmula 1, tras las roturas de principio de temporada. Ante la posibilidad de que un motor rompa, eligieron que la electrónica fuera capaz de parar la unidad de potencia, decisión con mucho sentido con la actual normativa de motores, tan limitada, pero que tiene como parte negativa el que pueda ocurrir lo que precisamente ocurrió.

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Sutton

Sorprende de igual manera que a un sensor se le otorgue tal poder y más aún que el piloto no pueda anularlo. Un error del que seguro que Renault aprenderá pero que le han costado unos valiosos puntos a su cliente. Y no extraña que en esta tesitura Max Verstappen afirme que prefiere la posibilidad de que el motor reviente a los beneficios de un modo de seguridad. Pues si el enfado del piloto ya era mayúsculo con la rotura, más lo es ahora con la “falsa” rotura.