Hoy nos acompañan dos de los modelos más populares del mercado y Borja, no solo porque sean dos de los más vendidos mes a mes durante los últimos años, también estamos ante dos coches acostumbrados a recibir buenas críticas hasta el punto de que el Seat León y el Renault Mégane alcanzan ya su cuarta generación, y en caso del modelo francés incluye incluso un reciente restyling. Este último tiene un motor de 160 CV y 1.3 litros, acompañado por una transmisión automática de doble embrague, mientras que el compacto español cuenta con una caja manual de seis velocidades y un motor un poco más grande –de 1.5 litros–. En lo referido a los acabados, el León se conforma con el Xcellence y el Mégane, con el RS-Line. Por todo ello, es hora de descubrir cuál es mejor compacto del momento en relación calidad/precio.

Tamaño similar

Con dimensiones y características generales casi calcadas, Mégane y León tardan muy poco en evidenciar que estamos ante todo un clásico de las comparativas de coches. El francés mide 4,36 metros de largo, 1,81 de ancho y 1,45 de alto, con una distancia entre ejes de 2,67 metros y frena la báscula en los 1.360 kilos con su cambio automático incluido. Por su parte, el español arroja 4,37 metros de longitud y 1,80 y 1,46 de anchura y altura respectivamente, con una batalla de 2,69 metros y un peso de 1.330 kilos, 30 menos que su rival. Ambos presumen de faros y pilotos led, llantas de aleación opcionales de 18 pulgadas, y parachoques robustos, elementos cromados y en definitiva, detalles de buena factura que tienen continuidad en el interior.

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Car and Driver

En la misma línea, los asientos del Seat recogen el cuerpo a la perfección, pero dejando cierto margen para el confort, de modo que resultan tan válidos para afrontar zonas de curvas, como para viajar pues no te sientes tan aprisionados en ellos como en el Renault, algo que para entrar y salir del coche también se agradece. Aspectos cuidados como la iluminación ambiental, inserciones de calidad como esta moldura de aspecto madera, los plásticos agradables al tacto y los buenos acabados de la parte superior y hasta algunos detalles de fantasía como este interruptor capacitivo para las luces que no hace falta tocar.

En general la sensación es buena y a nivel de huecos útiles y otras bondades para el día a día, el León está muy bien resuelto. Pero el gran punto fuerte es la tecnología; cuadro de mandos de 12,3 pulgadas con 3 vistas disponibles, pantalla de 10 pulgadas que asume todas las funciones. De hecho, es uno de los defectos de este coche, para cualquier función. La visibilidad del pilar A también, pero en líneas generales, muy bien.

Una vez dentro te das cuenta de las mayores dimensiones del Mégane con respecto al Clio, aunque no lo notas tanto por el espacio de estas plazas delanteras ya que no es mucho más grande que el ofrecido por su hermano pequeño. Pese a ello, me gusta mucho el puesto de conducción y en especial la visibilidad ya que esta línea de cintura baja me permite contemplar muy bien la carretera. el habitáculo esta bien aislado, los plásticos a nivel general son de calidad, salvo estos de la parte central, el volante tiene un tamaño y grosos ideal, el cuadro de instrumentos es digital de 10,2 pulgadas y viene de serie en este acabado RS Line, mientras que el sistema de infoentretenimiento Easy Lynk con esta pantalla vertical de 9,3 pulgadas funciona realmente bien ya que responde rápidamente a las pulsaciones.

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Detrás, las diferencias entre ambos son mayores y es que el León concede bastante más espacio a la altura de las piernas y la cabeza que el Mégane en cualquiera de las tres plazas disponibles. La anchura en ambos a la altura de los hombros es casi calcada y apropiada para dos adultos, que no para tres. El asiento central en ambos es claramente menos aprovechable que los laterales, pero a cambio, los dos incluyen reposabrazos, buena iluminación y tomas de ventilación para estos ocupantes, en el caso del Seat, incluso con climatizador incorporado, un detallazo.

En los maleteros, la igualdad es máxima. Ambos son aprovechables por sus formas regulares y también por su buena boca de carga y su volumen total: 384 litros ampliables a 1.247 ofrece el Renault, 380 ampliables a 1.301 el del Seat que curiosamente es menos ancho y profundo, pero bastante más alto, de ahí esa variación.

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Hora de ponerse en marcha

Cuando me subí la primera vez a este coche noté que sonaba mucho y eso me extraño, con un sonido artificial más propio de la versión RS que de este GT Line. Eso me hizo pensar que el motor de 1.3 litros me iba a sorprender por su contundente entrega de potencia, recordemos que desarrolla 160 CV, pero no fue así. Quizás el modo sport que activé en un tramo del trayecto me dio falsas esperanzas ya que con nada que acaricias el pedal del acelerador notas una importante entrega de par, pero si lo llevas hasta el fondo te acaba decepcionando. Ahora, con muchos más kilómetros recorridos he descubierto que es una mecánica muy interesante que si bien no da mucho de sí pasadas las 5.500 rpm, sí ofrece una muy buena respuesta a bajo y medio régimen.

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Sus 270 Nm son digeridos por una transmisión automática de siete relaciones que funciona bastante bien y obedece nuestras ordenes perfectamente cuando se trata de subir o bajar marchas en conducción deportiva, pero que tiene un defecto importante en este tipo de situaciones ya que no tiene levas detrás del volante. Si quieres operar el cambio de forma manual tendrás que hacerlo desde la propia palanca y eso es algo que le gustará a muchos conductores. No obstante, esta caja logra sacar unos consumos muy interesantes del motor pues durante todos estos días de pruebas realizando tramos de carretera, autopista y ciudad hemos logrado una media de unos 6,5 litros a los 100 km.

Al volante de este León en su acabado Excellence, lo primero que llama la atención es que es un coche todavía más equilibrado si cabe, que en las versiones FR en las que lo habíamos conducido hasta ahora. Esto implica que puedes echar de menos sus modos de conducción alguna vez si como es el caso de esta unidad no lo equipa, pero en general, la sensación es la de conducir en todo momento un vehículo que transmite gran seguridad, muy estable en carretera y con unas reacciones muy fáciles de predecir cuando apuramos los límites de su dinámica.

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La suspensión ofrece un agarre notable en todo momento pero a la vez, salvaguarda un nivel de confort importante para todos los ocupantes, algo a valorar especialmente en el día a día o bien para viajar. En este sentido, encaja perfectamente con una dirección muy precisa, pero que ofrece a la vez un manejo muy suave en ciudad. Se nota que su asistencia eléctrica está muy bien calibrada, lo mismo que sucede con la palanca de un cambio manual con recorridos cortos y bien marcados que ofrece un manejo muy ágil.

El motor es el conocido 1.5 TSI que también le sienta genial a este conjunto pues ofrece un par generoso desde bajo régimen –el máximo es de 250 Nm entre las 1.500 y las 3.500 rpm– y son cifras más propias de un buen diésel que de un gasolina. Así, su respuesta es satisfactoria en todo momento aunque quizá no sea tan elástico como nos gustaría cuando buscamos divertirnos. En cualquier caso, este funcionamiento general favorece y mucho los consumos, que suelen ser bajos aunque eso sí, influye mucho el estilo de conducción que practiquemos. Lo más destacado de este TSI es su sonoridad, agradable y natural, su refinamiento, su respuesta y su eficiencia de uso en el día a día.

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Unos frenos con buena mordiente y mejor tacto, se encargan de completar el conjunto mecánico de un coche elogiable, muy eficaz a la hora de afrontar tramos de curvas consecutivas con una gran confianza al volante, pero también muy práctico para el día a día y cómodo para viajar.

¿Cuál interesa más?

Tras completar el mismo tramo en carretera, en nuestro habitual tramo de medición y a idéntico ritmo, los ordenadores de abordo reflejaron un consumo ligeramente inferior en el León: 5,9 litros por los 6,5 mencionados en el Mégane, ambos coches con el mismo neumático, el 225/40 R18 asociado a sus llantas opcionales que cuestan 520 euros en el Renault y 696 en el Seat. Por supuesto, no eran los únicos extras de nuestros protagonistas, aunque los del francés eran más y más costosos: 2.080 euros cuestan los tres packs que engloban todas las ayudas a la conducción ADAS, mientras que en el León algunas están disponibles de serie y las opcionales no superan los 665 euros.

Hasta aquí una de nuestras comparativas más reñidas de los últimos tiempos. En esta cuarta generación, el Seat León está un punto por encima a nivel de dinamismo, aunque el Mégane destaca por su diseño, el puesto de conducción y el sistema de arranque y entrada sin llave –uno de los mejores que hemos probado, sino el mejor– y un motor de 160 CV asociado a una transmisión de doble embrague, encargados de proporcionar unas prestaciones superiores a las de su rival. El bloque del compacto español es un punto más fino y también más eficiente, algo que debemos valorar en el día a día, y lo mismo sucede con su habitabilidad y un equipamiento más elevado a igualdad de precio. En este sentido, el León parte desde los 25.570 euros por los 28.210 € del Mégane. Después de todo ya tenemos claro con qué coche nos iríamos a casa hoy.

Seat Leon 1.5 TSI 150 CV Excellence
A favor: Dinamismo. Confort en marcha. Habitabilidad trasera. Suavidad y eficiencia mecánica.
En contra: Visibilidad a la altura del pilar A. Manejo del equipo de infoentretenimiento. Precio de algunos extras.
Renault Mégane 1.3 TCe 160Cv R.S Line
A favor: Estética general, puesto de conducción, sistema de acceso y arranque sin llave, confort en marcha, respuesta del cambio automático.
En contra: Acabado R.S Line sin cambios mecánicos, ayudas a la conducción opcionales, plazas traseras algo justas, sin levas tras el volante.