Decía María de Villota en su emocionante libro "La vida es un regalo" que su padre le animó a lograr sus sueños con una frase anónima que rezaba algo así: "Lo logró porque no sabía que era imposible". Siempre que aparece un obstáculo, nos preguntamos a nosotros mismos si seremos capaces de salvarlo o sucumbiremos incapaces de sobreponernos. Actuar ignorando que es posible fracasar era, para María, la mejor gasolina para alcanzar las metas, por muy lejanas y complejas que parecieran.

Cuando escribo estas líneas el futuro del gran Michael Schumacher sigue siendo incierto. Muy incierto. Pero es en estos momentos cuando a uno le apetece recordar cómo el alemán ha sido capaz de lograr proezas que otros hubieran dejado por imposibles. Y abordar sus inicios, su etapa de karting, es el mejor homenaje que podemos hacerle mientras esperamos su deseada recuperación. Porque ahora mismo Michael está luchando como luchaba en los 80, dentro de uno de esos pequeños kartings, peleando contra el tiempo y por su futuro.

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UNA FAROLA, SU PRIMER OBSTÁCULO

Y no hablamos de sus famosos siete títulos mundiales, o sus numerosos récords, victorias, Poles, vueltas rápidas… Todos esos datos nos los sabemos más que de memoria. Pero esos datos al final no son más que números que olvidan que cada uno fue en su germen un reto, una dura prueba, un sueño. Porque desde que una farola se interpusiera entre él y su destino cuando tenía sólo 4 años, Michael nunca ha dejado que ningún obstáculo le impidiera llegar a su destino.

Fue su padre quien le puso un motor de una cortadora de césped a un cochecito de pedales; y fue Michael quien la estrelló. Esa primera farola fue probablemente el primero gran obstáculo de Michael Schumacher en su vida. Pero ese primer encontronazo con la realidad no le quitó la sed de velocidad: pronto se aficionó a los karts, aunque sus padres consideraron que era mejor llevarlo a Kerpen (nació en el distrito Hermülheim de la ciudad de Hürth, al lado de Colonia), donde había una pista acondicionada, para evitar más accidentes viales. Pronto su padre pasó a ser el director de esa pista.

¿JUDO O COCHES?

Según fue creciendo, Schumacher no soñaba con ser piloto de carreras. Simplemente quería una cosa: salir a la pista y divertirse. Ni seguía la Fórmula 1 ni conocía a los pilotos del momento. Él adoraba al portero Tony Schumacher, del equipo de fútbol de Colonia (también jugó en la selección nacional alemana). Como aún era demasiado joven para participar en carreras de coches (en Alemania no se permitía a los menores de 14 años), pronto el balón fue su pasión. Automovilísticamente se limitaba a salir a la pista cuando llovía y las carreras se suspendían. El joven Schumacher hacía trompos controlados, derrapando y disfrutando de la soledad de una pista en la que "bailaba" sin presiones, alimentando sus habilidades naturales de comunicación con el automóvil.

Su ambición innata le empujó a medirse con los demás, así que no esperó a cumplir los 14 años, y a los 12 se sacó la licencia en Luxemburgo, donde sí se podía correr siendo tan joven. Aún no pensaba que eso de los coches pudiera ser su trabajo de mayor: era sólo otra pasión como lo era el fútbol, el tenis o el ciclismo. Algunos años después, en plena preadolescencia deportiva, se le presentó su primer dilema cuando un fin de semana tuvo que elegir entre participar en una carrera de karts o en un combate de judo. Eligió el judo y, cuando terminó tercero, supo que había errado: a él sólo le valía ganar.

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LOS PRIMEROS TÍTULOS DEL PALMARÉS DE SCHUMACHER

El paso de Michael Schumacher por los karts duró 15 años desde que se estrellara contra la farola hasta 1988, cuando se bajó de ellos tras haber participado en infinidad de carreras y competiciones, aprendiendo a luchar contra los rivales y adaptándose a las condiciones asfálticas. Y, quizá lo más importante, tras estrenar su palmarés con su primer triunfo: campeón junior alemán de karting en 1984, con 15 años.

En 1985 participó en el Campeonato del Mundo Junior en Le Mans, donde los karts revoloteaban como mosquitos furiosos en la pequeña pista entre Maison Blanche y la Curva Porsche. Un escenario de leyenda donde los pequeños pilotos empezaban a soñar con la velocidad.Junto a Michael Schumacher, otros chicos que empezaban a labrarse un nombre en el automovilismo más joven, como Allan McNish, Yvan Muller y Gianluca Beggio. Desde Brasil había viajado un chaval para participar en las semifinales, pero no logró el tiempo mínimo; su nombre era Christian Fittipaldi.

UN DURO TRABAJO, LA CLAVE

Schumacher no logró ese campeonato, pero quedó segundo y dejó una gran marca en los que compitieron contra él. McNish, por ejemplo, recuerda: "Era muy distinto al Michael actual", dijo a finales de los años 90, cuando ya había ganado dos mundiales consecutivos y era la estrella de la Fórmula 1. "Ahora usa la lógica, antes pilotaba de forma más natural. Era duro y rápido, y si él participaba en el mismo campeonato que tú, sabías que tarde o temprano era contra él con quien debías medirte".

Sin embargo, no todos se dejaron impresionar por las habilidades de Michael en los karst. Elmar Hoffmann, comisario alemán, tiene un opinión dispar y apela más al duro trabajo que realizó su entonces pequeño compatriota: "Nunca fue realmente brillante en los karts. Era bueno, pero no como para imaginar que llegaría a la Fórmula 1. Pero por otro lado muchos pilotos que no eran unos fuera de serie en los karts acabaron siéndolo en los monoplazas. Michael trabajó muy duro", recuerda.

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UN JOVEN PILOTO CON TALANTE

Los años del karting eran fundamentales en la formación de los chicos como pilotos, que empezaban a vérselas no sólo contra los rivales, sino también con los primeros reglamentos técnicos y deportivos. Hoffmann recuerda que Michael fue siempre "respetuoso con las reglas, sin hacer nunca trampas y demostrando mucho talante". En la final del Campeonato Europeo de 1987, donde se veían las caras los pilotos de los campeonatos de la zona norte (que Schumacher había ganado en el circuito de Genk, en Horensbergdam) y la sur, Michael aprovechó las duras luchas de sus rivales para proclamarse campeón sin necesidad de arriesgar.

En la pista de Gotemburgo (Suecia) y con un centenar de participantes, Schumacher monopolizó las mangas clasificatorias y las semifinales. En la gran final, el alemán partía primero en la parrilla, pero fue superado más tarde por Alessandro Zanardi y Orsini, que iniciaron uno de los duelos más recordados de toda la historia de este pequeño deporte.

UN ACCIDENTE QUE VALE UN CAMPEONATO

Michael veía aquella lucha entre italianos a una distancia considerable (casi medio minuto), consciente de que si cometían un error, le regalarían la primera posición y el campeonato. Y así fue: Orsini intentó un adelantamiento casi suicida en la última curva de la última vuelta que les llevó fuera de la pista.

Zanardi, desesperado y consciente de que podría regresar a la pista antes de que Schumacher cruzara la meta, intentó regresar a la competición empujando su kart de forma dramática. Pero el padre de Orsini, que había saltado a la pista, comenzó a propinarle unas poco deportivas patadas para intentar obligarle a desistir. Michael ganó y, en la revista Karting, demostró su madurez asegurando tranquilamente: "En cierto modo, esperaba este accidente. Vuelta tras vuelta esperaba a que hicieran algo estúpido. Al final, lo hicieron".

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LA PRIMERA TENTACIÓN

La etapa de los karts marca significativamente la personalidad de un piloto de carreras. Es crucial para desarrollar sus habilidades pero, también, para despertar esas cualidades que van más allá del puro talento, como la deportividad, la capacidad de arriesgar o conservar, la inteligencia, el gusto por la mecánica, la física, la interpretación de las reglas, las trazadas y la relación, dentro y fuera de la pista, con los rivales, entre muchos otros factores que nutren a un futuro piloto de carreras.

Hoffmann lamenta que chicos de 16 años, que todavía no pueden sacarse el carné de conducir, puedan dar el salto a los monoplazas: "Eso tienta a muchos pilotos de kart a abandonar la especialidad cuando podrían completar su formación en esa disciplina, lo que les daría ventaja en el futuro". Algo parecido le pasó a Michael, que a finales de 1987 recibió una tentadora oferta para correr en karts con un sueldo, algo nada común en la época.

ADIÓS AL KARTING

Pero al mismo tiempo, Peter Sieber, que fuera mecánico de Heinz-Harald Frentzten y luego involucrado en un equipo de Fórmula Ford llamado EUFRA, le dio la primera oportunidad de pilotar un monoplaza. Fue en Hockenheim, donde dio veinticinco vueltas a bordo de un Fórmula Ford 1600. Sieber hizo un trato con un copropietario del equipo, que también era piloto: si Schumacher era más rápido que él, se comprometerían a ayudarle.

Michael marcó un buen registro, por lo que el copropietario de EUFRA se calzó el casco confiado dispuesto a demostrar al jovencito cómo se pilotaba con un Fórmula. Al final de sus tandas fue dos segundos y medio más lento. Las negociaciones para ficharle se iniciaron ese mismo día. Ahí se acabó la presencia de Michael Schumacher en los karts y se iniciaba su carrera como piloto profesional. Pero esa es otra larga historia.