Gilles Villeneuve, a pesar de no ganar ningún título mundial y conseguir 'sólo' seis victorias en Fórmula 1, es uno de los pilotos más añorados. Quizá fuera por su velocidad extrema, quizá fuera por sus continuas demostraciones de maravillosa locura al volante, quizá fuera por su apodo,'El aviador', acuñado por volar dentro y también demasiadas veces fuera de la pista…

Gilles ocupa un espacio muy importante en el recuerdo de los aficionados veteranos. Su precioso Ferrari 312 T4 de 1979 le vio proclamarse subcampeón, mientras que la Scuderia ganaba el título de constructores. Su compañero de equipo, el sudafricano Joddy Schecker, fue el Campeón. Pero Gilles se quedó a sólo cuatro puntos de ganarle, y quién sabe si podría haberle batido sin la disciplina de equipo.

Este año, cuando se cumplen 30 de la muerte de su padre, Jacques Villeneuve se subirá al mismo monoplaza en la pista italiana de Fiorano para un acto conmemorativo. La Scuderia se ha mostrado ilusionada al recordar aquellos días de aguerridos y valientes pilotos que iban al límite e incluso más allá: "Será la ocasión perfecta para recodar la memoria de un hombre que siempre tendrá un lugar de honor en la historia de Ferrari", asegura en un comunicado oficial. No es para menos: el 312 T4 fue el último Ferrari en ganar un mundial antes de la llegada de Michael Schumacher, 20 años después.

La carrera de Gilles fue corta (debutó en 1977 y disputó su último Gran Premio en 1982), intensa, peligrosa y desafortunada. La de Jacques, más prolongada (debutó en 1996 y se retiró en 2006) tuvo más éxito al conseguir el campeonato mundial de pilotos de 1997, tras ser subcampeón en 1996. Pero ambos representan dos formas distintas de entender al automovilismo, porque ambos significan dos etapas distintas de la Fórmula 1. Dos etapas que se darán la mano el próximo mes.

Ahora Jacques podrá sentir lo que sintió su padre a bordo de una máquina legendaria, una máquina que hoy consideramos bella, pero que en su día la propia Ferrari definió como "el bólido más feo de Maranello". La aerodinámica marcaba la pauta y creó unas formas extrañas, diferentes, con un morro a dos alturas y unos pontones laterales inmensos, carenando parte de las ruedas traseras. Un bastidor estrecho, un frontal afilado para lograr la mayor entrada de aire posible con el fin de aumentar el famoso 'efecto suelo' del fondo plano, un motor bóxer de 515 caballos… La supuesta fealdad del 312 T4 se transformó en una obra de arte que llevó a Ferrari a arrasar en ambos mundiales. Desde el próximo 8 de mayo, seguro que Jacques mirará a este bólido con otros ojos.

Fotos: Jacques Villeneuve homenajea a su padre con el Ferrari 312 T4 en Fiorano [Actualizada 9 de mayo]