Parece que fue ayer cuando el Renault Clio de primera generación hizo su aparición para suplir al Supercinco en un segmento, el de los utilitarios, bastante apretado en el que los Ford Fiesta, Opel Corsa, Peugeot 205 y Seat Ibiza, entre otros, campaban a sus anchas. La compañía francesa no se iba a conformar con lanzar un simple sustituto sino más bien un automóvil que se labrase un nombre y dejara huella en la industria, algo que ya ha logrado pues no todos pueden presumir de haber sido nombrados Coche del Año en Europa en dos ocasiones (1991 y 2006).

Desde su desembarco en el mercado ya han pasado nada menos que tres décadas y durante todo este tiempo, aquel utilitario se ha ido transformando hasta convertirse en un producto mucho más maduro que si bien no ha cambiado mucho con respecto a su antecesor –en lo que a estética se refiere–, sí ha mejorado en otros aspectos que ahora descubriremos.

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Diseño continuista

Renault se ha dado cuenta de que uno de los principales atractivos del Clio anterior era su imagen de manera que han optado por no alterar mucho las líneas en esta quinta generación. El frontal nos recuerda a su hermano mayor, el Mégane, principalmente por utilizar unos grupos ópticos muy parecidos que, además, cuentan con tecnología led en cualquiera de los acabados disponibles. Los paragolpes cambian su diseño y lo mismo ocurre con el espacio reservado para las luces antiniebla, mientras que la parrilla aumenta de tamaño, pero conserva un logo de grandes dimensiones. En la zaga, los pilotos son novedosos, el portón reduce sus cotas, el parachoques gana músculo y la tercera luz de freno se vuelve más estilizada.

Todo ello con unas dimensiones que sí han variado ya este Renault Clio mide 4,05 metros de largo por 1,79 de ancho y 1,44 de alto, por lo que es más corto, más ancho y más bajo que antes, concretamente 12, 60 y 10 milímetros, respectivamente. La distancia entre ejes también se ha recortado en 6 mm y su coeficiente aerodinámico ha mejorado notablemente pues ha pasado de 0,74 a 0,64. En resumidas cuentas, tenemos un automóvil que ha mantenido un diseño continuista y cuya longitud total se ha reducido, sin embargo, ahora es menos resistente al aire y su habitabilidad ha mejorado con respecto a su predecesor.

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Interior moderno y tecnológico

Para descubrir esto último toca adentrarnos en el coche. Si bien hemos comentado que Renault no ha cambiado mucho la estética del Clio, no ha ocurrido lo mismo con el habitáculo ya que el salto de calidad es importante y el diseño del salpicadero es completamente diferente. El puesto de conducción está muy logrado, con unos asientos que destacan por su comodidad, no tanto por su agarre lateral, y que nos permiten situarnos relativamente bajos. Desde ellos disfrutamos de una gran visibilidad frontal, aunque la vista lateral se ve un poco perjudicada por los generosos montantes delanteros. Frente a nosotros nos encontramos con un cuadro de instrumentos digital de 7 pulgadas –analógico en los extremos– que varía el diseño de los gráficos en función del programa de conducción elegido, así como un volante multifunción con un tacto exquisito, tanto por su diseño y grosor como por los materiales que lo cubren.

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A nuestra derecha se encuentra una consola central más elevada que su antecesora y ligeramente orientada hacia el conductor, de manera que el movimiento para cambiar de marcha es rápido y sin distracciones. Por encima de ella se sitúa uno de los grandes atractivos de esta quinta generación y no es otro que el sistema de infoentretenimiento, apoyado en una pantalla táctil de 9,3 pulgadas que se extiende en vertical. Esta ofrece una calidad elevada, es fluida y su manejo es bastante sencillo. Por debajo aparece una fila de botones y los mandos para el climatizador, con un hueco reservado para la carga inalámbrica frente al cambio de marchas. Aquí es donde encontramos dos tomas USB, otra auxiliar y una de mechero. A la hora de hablar de los acabados cabe resaltar el gran trabajo realizado por la marca ya que nuestra unidad de pruebas presenta unos plásticos de gran calidad en la mayoría de superficies tanto del salpicadero como de los paneles de las puertas delanteras.

El Renault Clio cuenta con 26 litros de capacidad distribuidos en huecos portaobjetos.

En las traseras también se mantienen estos niveles de calidad casi en su totalidad. En estas plazas los ocupantes se encontrarán cómodos, aunque no están pensadas para realizar viajes largos con tres personas, puesto que la banqueta central tiene un mullido mucho más duro y el espacio es más limitado. En las otras dos ocurre todo lo contrario ya que ofrecen una buena distancia para las rodillas, los hombros y la cabeza. Además, desde ellas la visibilidad frontal ha mejorado mucho ya que los reposacabezas delanteros presentan una forma estilizada, aunque la visión lateral se ve un poco perjudicada por las dimensiones reducidas de las ventanas, y lo mismo ocurre con la luna trasera. Algo que echamos en falta son unas salidas de aire o incluso unas tomas USB para conectar nuestros dispositivos electrónicos.

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Otro cambio importante lo encontramos en un maletero que gana nada menos que 40 litros con respecto a su antecesor, de manera que ahora cubica 391 l, aunque eso sí, siempre que hablemos de las versiones de gasolina ya que las impulsadas por motores diésel reducen su capacidad en 25 litros debido al depósito del Adblue. Esa ganancia de espacio se ha logrado con un plano de carga bastante bajo que nos obliga a agacharnos más de la cuenta a la hora de introducir o extraer bultos. Debajo del piso se encuentra la rueda de repuesto, cuyo tamaño dependerá del combustible elegido para alimentar el motor. A la hora de abrir el portón tendremos que pulsar un botón escondido junto a la matrícula y realizar un pequeño esfuerzo para completar su apertura.

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Hora de ponerse en marcha

Ahora sí, es hora de arrancar su pequeño propulsor y comprobar cómo se comporta esta quinta generación. Para realizar esta acción solo tendremos que pisar el embrague y pulsar el botón situado a la derecha del volante, un tanto escondido, dígase de paso. El discreto sonido nos anticipa que estamos ante una mecánica de tamaño reducido y el bajo nivel de vibraciones nos podía hacer pensar que estamos ante un bloque de cuatro cilindros, pero en realidad es un motor tricilíndrico. Si bien es cierto que al ralentí podemos percibir cierta agitación en el volante, al iniciar la marcha todo desaparece y salta a relucir una conducción sencilla y placentera.

El Clio puede afrontar las curvas a un ritmo elevado y sentirse bien aplomado en el asfalto.

El gran protagonista que se esconde bajo el capó es un propulsor de 1.0 litros que desarrolla 100 caballos de potencia a 5.000 rpm y un par máximo de 160 Nm a 2.750 vueltas. Esta última cifra puede parecer discreta, pero si tenemos en cuenta que el coche no supera los 1.165 kilos, es más que suficiente como para mover con solvencia el conjunto. No ofrece una respuesta muy enérgica, especialmente por debajo de las 2.000 revoluciones ya que el motor necesita un régimen algo más elevado para dar lo mejor de sí. Su zona de funcionamiento óptimo se encuentra pasadas las 3.000 rpm, donde ofrece toda su mala leche y nos deleita con un sonido agradable. También podemos estirarlo hasta llegar a la zona roja, pero no tendría mucho sentido ya que a partir de las citadas 5.000 vueltas comienza a perder empuje.

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Su compañera de viajes en esta aventura es una transmisión manual que renuncia a una sexta velocidad en aras de ofrecer unos desarrollos más largos para suplir ese hueco de una marcha adicional que permitiera reducir un poco más el consumo. Lo más positivo de este cambio es que está bastante cerca del volante y eso, como decíamos anteriormente, facilita los movimientos y los hace más rápidos. La parte negativa es que presenta unos recorridos largos, el pomo es poco ergonómico y la fuerza que exige para cambiar de una relación a otra es muy baja, por lo que el conductor no notará ningún tacto mecánico. No obstante, es difícil errar un cambio independientemente de lo rápido que queramos hacerlo.

La respuesta del acelerador y la dureza de la dirección se pueden regular en función del programa de conducción elegido, a través de la pantalla táctil o de un botón específico. Las opciones son tres: My Sense, Sport y Eco. La primera permite regular estos dos parámetros a nuestro gusto, mientras que las dos restantes ya están preestablecidas. Si hablamos de la dirección, lo ideal para circular por ciudad es elegir su modo más suave ya que esta se vuelve bastante blanda y facilita las maniobras. Al salir del entorno urbano la cosa cambia de manera que, si el conductor decide divertirse un rato y adentrarse en vías reviradas, la opción más adecuada es Sport. Sin embargo, en viajes largos, su dureza puede ser excesiva por lo que la configuración Regular (la intermedia) es la más acertada.

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Cómodo y preciso

En este tipo de desplazamientos sale a relucir una de las grandes cualidades de esta quinta generación, es decir, la comodidad. La marca ha realizado un gran esfuerzo en mejorar el aislamiento del habitáculo y el resultado es bastante notable, ya que cualquiera de las tres vías de ruido está muy bien controladas. Nos referimos al sonido por rodadura, al producido por la resistencia al aire y el generado por el propio motor. Todo ello hace que la conducción se placentera, a lo que se suma el confort proporcionado por los asientos.

En las vías reviradas es otro apartado el que sobresale: el chasis. La plataforma CMF-B utilizada en este coche proporciona seguridad, confianza y una gran estabilidad, aunque no mucha diversión. El Clio puede afrontar las curvas a un ritmo elevado y sentirse bien aplomado en el asfalto pues sus reacciones nunca sorprenderán al conductor, salvo que la lluvia y los neumáticos Continental EcoContact 6 (205/45 R17) quieran acaparar protagonismo. Decimos esto porque con el asfalto mojado conviene ser cuidadoso con la velocidad ya que de lo contrario puede que nos encontraremos con un subviraje que nos pondrá en alerta de inmediato.

Pasadas las 3.000 rpm, el motor ofrece toda su mala leche y nos deleita con un sonido agradable.

La dirección de asistencia eléctrica puede resultar un poco artificial ya que pretende comunicarse con el conductor, pero no lo consigue. No obstante, destaca por su rapidez y precisión, lo que contribuye a que el Clio sea un automóvil ágil. La suspensión, por su parte, presenta un tarado blando que facilita la conducción por ciudad pues absorbe perfectamente las imperfecciones del asfalto y el sonido que emana al realizar su trabajo denota calidad. Además, en carreteras rápidas contiene bastante bien la carrocería y el balanceo de esta nunca llega a ser un inconveniente. Su configuración, por cierto, es de columna McPherson delante y de rueda tirada detrás. En cuanto a los frenos, nos encontramos con unos discos ventilados de 280 mm en el eje delantero y unos macizos de 260 mm en el trasero. Su respuesta es correcta, aunque si se practica una conducción deportiva pueden resultar algo justos.

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Consumos contenidos

En este caso, si hablamos del consumo de combustible, el pequeño propulsor de gasolina tendrá ciertas dificultades para superar los 7 litros a los 100 km, ya que suele ofrecer unas cifras un poco más bajas, lo cual es muy positivo. En ciudad también nos encontraremos con un gasto algo más elevado que tampoco sobrepasa este registro y es en aquellos tramos de entre 80 y 100 km/h cuando sacaremos las mejores medias. Durante todos estos días de pruebas con el Clio hemos obtenido un consumo medio de 6,3 l/100 km, mezclando todo tipo de carreteras, es decir, una cifra más elevada que el oficial declarado por la marca: 5,2 l/100 km (según el protocolo WLTP).

Por último, pero no menos importante, toca destacar el equipamiento del utilitario francés llega, independientemente de los cuatro acabados disponibles (Life, Intens, Zen y RS Line). Desde el más básico están disponibles las luces delanteras de led, el sistema de reconocimiento de señales, el regulador de velocidad, la frenada de emergencia con reconocimiento de peatones y ciclistas, el asistente de mantenimiento de carril, el sistema de ayuda al arranque en pendiente y la alerta de distancia de seguridad. A todo esto, se suma la ayuda al aparcamiento trasero correspondiente al acabado Zen de nuestra unidad de pruebas, así como, de forma opcional, el detector del ángulo muerto, cámaras de 360 grados, alerta por exceso de velocidad, el Renault Multi-Sense, el Easy Park Assist y el equipo multimedia con pantalla de 9,3 pulgadas.

Un precio ajustado

Tras pasar unos días en compañía del Clio de quinta generación no tenemos más remedio que aplaudir a Renault por el esfuerzo realizado en este coche para aumentar la calidad general, el confort en marcha, los niveles de acabado y el comportamiento, manteniendo una estética reconocible. Estamos por tanto ante un utilitario que nos brindará una conducción sencilla en ciudad y que se comportará de forma notable cuando salgamos de ella. ¿El precio? 14.767 euros para esta versión Zen con el motor de gasolina de acceso. No obstante, nuestra unidad de pruebas eleva la factura hasta los 17.317 €.

  • Clio 1.0 TCe: Gasol. T. 3 cil. 12v 100 CV Precios, ficha técnica y más detalles
A favor: Calidad percibida, comportamiento, aislamiento, equipamiento, precio.
En contra: Motor en bajos, tacto del cambio, plano de carga bajo.