Después de que Alberto Ascari ganase dos títulos consecutivos en los primeros años de existencia de la Fórmula 1, los italianos se quedaron huérfanos de una estrella nacional que hiciese exaltar su espíritu patriótico. Ante dicho panorama, no es de extrañar que se acogiese a Clay Regazzoni como un compatriota más. "Rega", como se le conocía popularmente, había nacido en el cantón suizo de Tesino, región conocida como la Suiza italiana, pero la ausencia de un piloto de referencia, unido a su estrecha relación con Ferrari a lo largo de su trayectoria deportiva, hizo que fuese totalmente lógico que los tifossi le viesen desde el principio como un transalpino más.

Su entrada en el mundo de las carreras fue en 1963, año en que empezó a dar a conocer su agresiva conducción. Su paso por la Fórmula 3 de la época fue fugaz, ya que rápidamente subió de categoría para correr en la Fórmula 2. En esta etapa tuvo que lidiar con uno de los momentos más delicados de su vida, ya que en la carrera de Zandvoort en 1968 fue acusado de ser el causante de un accidente que le costó la vida al británico Chris Lambert. El suceso llegó a los tribunales, donde los jueces concluyeron que el suizoitaliano no fue responsable de la desgracia ocurrida. Con este mal trago superado, Clay dio un paso clave en su carrera, como fue su fichaje por Ferrari para correr en F1 durante 1970.

Su debut en la categoría reina junto a Jacky Ickx fue sin duda alguna sobresaliente, ya que finalizó tercero en la general a pesar de perderse un par de carreras y consiguió una victoria poco menos que histórica. Dicho triunfo no fue nada menos que el templo de su equipo, Monza. Este acontecimiento fue el colofón final que necesitaba la relación de Regazzoni con Italia para hacerse irrompible. Tras un primer año tan ilusionante, los fans italianos esperaron con ilusión el curso de 1971. No obstante, ni esta campaña, ni la de 1972, Clay estuvo en posición de corresponderles, ya que acabó séptimo en ambas ocasiones y acumulando sólo cinco podios en los dos ejercicios. Debido a ello, "Rega" decidió cambiar de aires y recalar en BRM, escudería donde las cosas irían a peor, haciéndole sencilla la decisión de volver a Ferrari en 1974.

Para esta nueva etapa, Regazzoni tuvo de acompañante a quien fue su vecino de box en BRM, Niki Lauda. En la primera temporada juntos en Ferrari, Clay realizó un año sensacional. Dejó atrás al inteligente austríaco y a punto estuvo de imponerse a Emerson Fittipaldi en la lucha por el título. Tal hazaña no pudo completarse, ya que el brasileño le derrotó en las dos últimas pruebas del calendario y se llevó el cetro mundial por solo 3 puntos. Después de esta batalla perdida, el ídolo de los tifossi nunca estuvo cerca de cumplir el ansiado deseo de sus fans.

En 1975, a pesar de volver a ganar en Monza, acabó quinto, lejos de su compañero Lauda, ganador ese año. A la campaña siguiente volvió a ser quinto, con una única victoria en Estados Unidos. Esta fue la última con Ferrari, poniendo fin a una relación cuyo significado no se quedó en una mera relación profesional.

El destino de Regazzoni fue Ensign, equipo británico en el que Clay pasó un año para olvidar. Igual de complicado fue 1978, aunque en esta ocasión el lugar de sufrimiento fue la formación Shadow, de bandera estadounidense. Por ello, en un tercer año consecutivo, el suizoitaliano cambió de escudería y llegó a Williams, casa en la que volvió a saborear las mieles del triunfo. Y es que tuvo el honor, nada más y nada menos, de darle a la escudería de Sir Frank la primera victoria de su historia. De no haber sido por los múltiples problemas que sufrieron tanto él como su compañero Alan Jones a principio de temporada, el mundial no hubiera sido tan fácil para los Ferrari de Jody Sheckter y Gilles Villeneuve.

Ya para 1980, Clay regresó a Ensign. Disputando el Gran Premio de Estados Unidos, prueba que había ganado años atrás, los frenos de su coche le fallaron al bravo corredor. Tuvo la terrible desgracia de chocar contra un coche abandonado por otro piloto vueltas antes. El impacto fue tal que Regazzoni se quedó paralítico y obligado a vivir junto a una silla de ruedas para el resto de sus días.

Esto, evidentemente, supuso su retirada de la F1, pero no de las carreras. Siempre que pudo, el indomable conductor suizo corrió con bólidos adaptados a sus limitaciones, entre las que destacaron el Rally París-Dakar. Su espíritu combativo no se apagó hasta un 15 de diciembre de 2006, cuando a la edad de 67 años, un accidente en carretera acabó con la vida de aquel piloto medio suizo medio italiano a los que los ferraristas siempre el vieron como a un compatriota más.