Una vez, a las pistas, llegó un piloto que con una finura de conducción, más parecía conducir con la mente que con los brazos. Era atractivo, pero con una belleza que no conseguía esconder su inteligencia. No se sentía predestinado al papel de corredor de Gran Premio, pero continuaba ganando y acostumbrándose a vivir los momentos de triunfo con una desarmaste conciencia.

Se dice que la gloria es la peor forma de incomprensión. Pensándolo bien, es verdad y tal vez por esto él había aprendido a sonreír y callar, mientras la prensa construía aquel héroe que nunca quiso ser. Solía decir: "Soy un tipo solitario. A veces, por la calle, cuando la gente me reconoce y me mira, pienso enseguida que llevo la camisa manchada".

Éstas son unas pocas palabras que escribo aquí para recordar a Jim Clark, al hombre, al grandísimo piloto, que en este mes de Abril de 1968 murió conduciendo su bólido en una carrera sobre el circuito de Hockenheim. A veces las personas, arrastradas por la vorágine de las noticias, de lo novedoso, de lo último, nos dejamos en el camino algo que enriquece de forma especial este deporte nuestro. Nos dejamos la memoria histórica, nos dejamos el recuerdo de aquellos que hicieron grande la F1 con sus empresas, con sus hazañas, con su genialidad y hasta con sus vidas.

No quisiera que nadie viera en estas palabras un canto a lo morboso pero la F1 vive gracias a sus leyendas y si hoy es lo que es, en gran medida se lo debemos a nuestros ases sacrificados y elevados a la categoría de mitos. En estas fechas puede que este sentimiento se vea reforzado por la avalancha de recuerdos. Es esta, una época del año que ha quedado eternamente unida a la pérdida de Jim Clark, de Ayrton Senna, Roland Ratzenberger, así como del ascenso al Olimpo del Príncipe de la F1, Gilles Villeneuve, pero siendo estos, junto con Jochen Rindt, los casos posiblemente mas conocidos, no quisiera apartarme de lo que impulsa estos párrafos y que no es otra cosa que el hacer crecer entre los seguidores de este fantástico deporte una cultura de pasión por el conocimiento de nuestra historia deportiva.

Mas allá de las polémicas con los caudalímetros, los tokens y demás zarandajas recordar siempre que son los hombres, aquellos hombres con manchas en la camisa, los que harán con sus gestas, grande para siempre este deporte en vuestras mentes.