Habitualmente, cuando hablamos de un barn find solemos referirnos al hallazgo de uno o varios vehículos, generalmente clásicos o históricos, que vuelven a ver la luz tras décadas de encierro en un granero, almacén o garaje. Pero la historia que ha llamado nuestra atención esta semana viene a ser algo así como el barn find definitivo, producido por las descuidadas acciones de un fabricante de automóviles y, sobre todo, inusitado por lo oculto del lugar y los coches que quedaron abandonados a su suerte dentro.

Esta historia la trae Tom Drives, el joven youtuber apasionado de la extinta British Leyland que ya nos sorprendió con su rescate del que hubiera podido ser el reemplazo del Rover 45. Y comienza a finales de los años treinta cuando, en cumplimiento de las estrictas órdenes de economía de guerra de Winston Churchill, Lord Herbert Austin decide excavar, bajo los terrenos de la factoría Austin en Longbridge, una vasta y compleja red de túneles que permitirán, durante toda la Segunda Guerra Mundial, seguir fabricando los motores y otros componentes de los aviones de la RAF que pugnaban por mantener a raya a la Luftwaffe alemana y sus bombarderos.

tuneles longbridgepinterest
Tom // Drives / YouTube

Terminada la contienda, y con una Austin ya integrada en la sopa de emblemas que llegaría a ser la British Leyland Motor Corporation, se pensó en un nuevo propósito para los túneles de Longbridge. Aprovechando que apenas si podían verse sus entradas desde las zonas circundantes a la mastodóntica factoría, la compañía decidió servirse de ellos para ensamblar, desarrollar y probar los prototipos de sus nuevos modelos.

La malograda cámara de los tesoros

Como bien cuenta Tom, los primeros prototipos del icónico Mini pasaron por este lugar, a los cuales siguió una de las primeras unidades terminadas del Mini 1275 GT de los setenta, utilizado como transporte para recorrer los túneles. Precisamente, la carrocería maltrecha de este coche es una de las escasas piezas que llegaron a recuperarse, y a día de hoy descansa en un museo.

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Tom // Drives / YouTube

Y es que todas las localizaciones de barn finds, incluso las más exóticas, pasan siempre por un momento traumático que las condena al olvido. En el caso de los túneles de Longbridge, terminaron por sufrir los estragos de una actividad frenética que se volvió desorganizada y descuidada con los años, con prototipos arrumbados en cada rincón (algunos, con desperfectos visibles y escondidos a los ojos de los jefes de la planta) y materiales, herramientas y desechos almacenados sin ningún orden ni control.

Un complejo combustible, y nunca mejor dicho, que en la tarde del 27 de octubre de 1978 desencadenaría un violento incendio que causó importantes destrozos en varias galerías del complejo subterráneo. Como detalle tragicómico, el primer empleado de British Leyland que avisó del fuego fue amonestado por hacerlo utilizando un teléfono interno de la empresa.

Desde ese momento, hasta el mismo cierre de la planta en abril de 2005, los túneles permanecieron abandonados a su suerte. Algunas de las galerías se clausuraron cegándolas con toneladas de hormigón, confinando para los restos a un puñado de prototipos que jamás llegaron a la producción como el Van den Plas Princess 3L de 1968 o el Austin Healey 4000 GT de 1961. Piezas únicas de historia automovilística en las cuales tampoco repararía la china Saic quienes, una vez terminaron de demoler los viejos edificios de la factoría, vendieron el solar sin conocer el micromundo abandonado que escondía debajo. Una pérdida donde las haya.

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Diego García

Especializado entusiasta en motor, competición, historia y técnica del automóvil. Eterno aprendiz, también, en el novedoso sector de la movilidad sostenible. Licenciado en Periodismo con varios años de experiencia en esto de hablar sobre las cuatro ruedas.