Se enciende el semáforo y se catapulta hasta los 100 kilómetros/hora en apenas cuatro segundos, algo normal si cuentas con un motor V8 de 564 caballos bajo el capó. No, no estamos hablando de un Audi RS, de un BMW M o de un AMG de Mercedes, sino de un Cadillac potenciado, en concreto, de la variante familiar de la berlina CTS, conocida como Station Wagon (SW). El CTS-V SW transmite su más de medio millar de ‘jacos’ íntegramente a las ruedas traseras, no sin la ayuda de varios controles que permiten controlar los derrapajes de la zaga, habituales dado la abultada caballería. La barrera de la velocidad máxima supera con creces los 300 (para ser exactos, 308 kilómetros/hora) si se opta por el cambio manual, mientras que la punta con cambio automático se queda en unos ‘escasos’ 282 kilómetros/hora. Para que el conjunto no se resienta, se han modificado las suspensiones, se añade una amortiguación variable Magnetic Ride con dos posiciones (Tour, más confortable y Sport, más dura) y se aumenta el tamaño de las gomas (unos neumáticos Michelin Pilot Sport2) y de los frenos (ahora, Brembo).
Para justificar en buena medida los más de 90.000 euros que hay que pagar por él (casi 15 millones de las antiguas pesetas), además de contar con un propulsor de primer nivel rival de los anteriormente citados RS, M y AMG, el apartado del equipamiento es muy completo, contemplado de serie elementos como los seis airbags, control de estabilidad, faros bixenón adaptativos, cámara de marcha atrás, asientos Recaro con ventilación y calefacción, cuero, GPS con disco duro de 40 gigas y apliques de obsidiana en la consola central (es una roca volcánica), entre otros.
Además del CTS tanto en carrocería berlina, cupé como station wagon (a la venta desde 52.978 euros), están disponibles el todocamino SRX (a partir de 59.068 euros) y el Escalade, el todoterreno de 5,14 metros de largo (siete centímetros más que el Audi Q7), disponible desde 85.081 euros.
