La llegada del Ford Mustang a nuestro mercado coincidiendo con su 50 aniversario ha sido uno de los bombazos del año, pero hasta ahora sólo habíamos tenido contacto con su versión Fastback, que pudimos probar en primicia en Estados Unidos. En cambio, los Mustang siempre llegan de dos en dos y junto con el coupé se ofrece un Ford Mustang Convertible 2015 que es todavía más auténtico. No en vano, la primera unidad producida del Mustang fue un V8 Convertible blanco, el mismo que subió al Empire State en 1966.

Como entonces, el Mustang descapotable presenta varias diferencias importantes respecto al de carrocería cerrada además del evidente techo de lona que en este nuevo modelo es multicapa y tiene accionamiento semi-automático. Basta con retirar un seguro de forma manual y apretar el botón para que la capota se abra por completo, en una operación que tarda menos de 20 segundos. A cambio, este techo condiciona otros elementos como el maletero, que pierde espacio en la zona más cercana a los asientos, pasado de 408 litros pasa a 332 litros.

Esta particularidad junto con el peso que añade todo el sistema electro-hidráulico al vehículo, 60 kilos, son las dos desventajas que presenta frente al Fastback, el resto son puntos a favor. Por ejemplo, es un poco más alto, de 1,38 metros pasa a 1,94 lo que favorece a una parte trasera donde los pasajeros cuentan con 90,7 centímetros de altura disponible y donde también hay poco más de sitio para las piernas. En este sentido, lo más dificultoso es el acceso ya que en todos los Mustang los asientos delanteros no se repliegan fácilmente. ¿Quieren otra ventaja? En el descapotable, podemos saltar.

Pero más allá de las cifras, lo mejor del Mustang Convertible es que nos permite saborear mejor las sensaciones puras de un auténtico 'muscle car' sin resultar incómodo. El habitáculo está bien aislado, no se aprecian ruidos ni aerodinámicos ni de rodadura tan sólo escuchamos con nitidez el motor, una deliciosa melodía que no nos impide, por ejemplo, mantener una conversación fluida con el pasajero.

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Por lo demás, el bastidor es idéntico al del Fastback y en Europa ambos se ofrecen de serie con un tren de rodaje más rígido, disponible en Estados Unidos como opción deportiva. A nuestro paladar, resulta más cómodo que efectivo porque filtra bien las irregularidades del terreno y sin embargo, en las curvas lentas no evita algunos movimientos laterales de la carrocería. En cualquier caso, no se trata de nada exagerado, el bastidor va por el sitio e incluso le cogemos el punto a los cabeceos habituales en las frenadas y aceleraciones más bruscas.

Abusar de la contundente entrega de potencia de los 2.3 EcoBoost y 5.0 V8 para ver cómo se levanta el gigantesco morro es, simplemente, delicioso.

Ese comportamiento tan auténtico y tan poco habitual en los descapotables europeos supone parte del encanto de este Ford Mustang y como apuntábamos los propulsores son los principales responsables. Se trata de los 2.3 turbo de cuatro cilindros y 314 caballos y del genuino V8 de 5.0 litros y 418 caballos y aunque el segundo es más contundente, ambos destacan por esa gran respuesta desde un régimen bajo y todo pese a contar con una caja de cambios de largos desarrollos.

Sólo pudimos manejar la manual de tacto duro pero preciso y estimulante y en ambos motores da buen resultado. Eso sí, la sexta sólo sirve para desahogar el motor y reducir el nivel de ruido y consumo un apartado que, por cierto, diferencia claramente a ambas mecánicas. El 2.3 EcoBoost homologa 8,2 l/100 km y el V8 13,6, pero es cierto que a diferencia de otros coches europeos, nos dio la sensación de que ambas cifras se ajustan mucho más al gasto real de lo que estamos acostumbrados. De hecho, a un ritmo medio bajo y a velocidad sostenida, lo normal es consumir menos, sobre todo con el cuatro cilindros.

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Por último, cabe apuntar que tanto la dirección como las ayudas electrónicas se puede ajustar en distintas posiciones y de forma independiente, como en un M de BMW, en cambio, el tacto de guiado no resulta tan preciso en ninguna de ellas, pero con el Sport se siente algo más precisa.

No pasa nada, queda claro que la filosofía es distinta. Aquí no se trata de marcar el mejor tiempo por vuelta en un circuito o de realizar un tramo de montaña repleto de curvas cerradas a gran velocidad. El Mustang Convertible te permite saborear otro tipo de conducción, escuchando al aire libre el sonido grave de su motor, sintiendo cómo se mueve dentro de un capó enorme al que vemos levantarse cuando aceleramos a fondo para sentir toda esa potencia. Sí, sólo le falta relinchar. Esa es la experiencia que te brinda todo un 'pony car' como este, el apodo no puede ser más certero.

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