A Cristiano Ronaldo se le acabó el amor, no sabemos si de tanto usarlo. Y no sólo con Irina Shayk, para nuestra desgracia, sino que también el que sentía por su Bentley Continental GT Speed, que tenía en propiedad desde 2008. Ahora ha decidido desprenderse de su espectacular cupé, con el que apenas ha hecho 56.000 kilómetros, una distancia ridícula para los ocho años que ha estado a su servicio. Quizá se haya deshecho de él para recuperar dinero y mantener su actual flota de supercar en la que figura hasta uno de los últimos Bugatti Veyron fabricados, algo que no creemos debido a su fortuna. Más bien habrá decidido darle salida para hacerse con el nuevo GT Speed, una decisión acertadísima porque aunque el nuevo GT Speed no es una evolución extrema del que poseía el crack portugués, el de ahora mejora tanto el diseño como las terminaciones. Aunque son las prestaciones las verdaderas beneficiadas gracias a la revisión mecánica sufrida. El bloque sigue siendo el W12 que Volkswagen desarrolló en su día para la berlina Phaeton, pero en esta ocasión lleva una potenciación con la que se alcanzan los 635 caballos, cifra perfectamente válida para cualquier cavallino y muy superior a la ofrecida en deportivos ilustres que a todos nos vienen a la cabeza.

A pesar de esta declaración de intenciones, el GT Speed es más discreto de lo que imaginas y tan suave que no percibirás vibraciones gracias a la configuración de sus 12 cilindros en W. Esa aparente tranquilidad desaparece desde el mismo momento en que abandonamos el garaje, del que no es fácil salir por el ímpetu de la mecánica –hay que tener tiento con el gas–, por las dimensiones del cupé británico y por la dirección, cuyo radio de giro está limitado por los neumáticos con llanta de 21 pulgadas que lleva de serie.

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En el trasiego diario de aceleraciones y retenciones, los frenos cerámicos que monta este Bentley –14.700 euros– son algo ‘molestos’ en frío por el chirrido que hacen cuando las pastillas ‘muerden’ el disco. Además es necesario que nuestra pierna sea contundente al hundir el pedal y detener con éxito los 2.400 kilos que antes hemos lanzado a un ritmo muy alegre con absoluta facilidad y sin apenas inmutarnos. Ahora bien, un buen puerto de montaña hace que cambiemos de opinión de inmediato porque ¡qué haríamos sin ellos cuando la carretera se complica! Son indispensables para decelerar con firmeza a este contundente Bentley.

Caliente, muy caliente
El GT Speed corre mucho y a pesar de su increíble par disponible a muy bajas revoluciones, en ningún momento hemos tenido la sensación de estar a los mandos de un coche extremo. Su actitud subviradora, el increíble confort de la amortiguación neumática incluso cuando seleccionamos la posición más firme, la progresividad percibida y un puesto de conducción a fin de cuentas ‘clasista’ donde el cuero es el material más utilizado, hacen del GT Speed uno de los 2+2 plazas más rápidos y lujosos del mundo, sólo al alcance de unos pocos bolsillos porque, recuerda, cuesta 270.000 euros sin extras, mientras que nuestra unidad de pruebas ronda los 325.000 euros; ahí es nada.

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Si a CR7 no le convence el GT Speed porque su garaje está lleno de cupés alemanes e italianos, Bentley le ofrece la posibilidad de pasarse a un modelo más asequible y capaz para viajar con su hijo y su nueva novia, rodeados del mayor lujo posible y con potencia más que suficiente para escaquearse de los fans cada vez que lo reconozcan por la calle. Parecemos un comercial de la casa de la ‘be alada’, pero lo cierto es que el Flying Spur puede ser una gran alternativa al Continental GT. No olvidemos que ambos automóviles utilizan la misma base, de ahí que este último y el Flying Spur compartan diseño y prácticamente todo a nivel mecánico aunque con las diferencias que se esperan entre un cupé y una berlina. Nos referimos a las dimensiones, superiores en el Flying Spur y necesarias para ofrecer espacio y capacidad de almacenaje para cuatro pasajeros de verdad. Porque el Continental GT también tiene dos plazas posteriores, pero son testimoniales si las comparamos con las del Flying Spur, que son utilizables por dos adultos. Sentarse en ellas implica que nos invada un sentimiento de poder como si fuésemos un empresario de éxito, banquero o algún miembro de la realeza que tienen el lujo por castigo.

Dejando de lado la distinción, lo cierto es que desde aquí es posible trabajar con el ordenador portátil gracias a la conexión Wi-Fi instalada en el vehículo, como también existe la posibilidad de evadirnos de la realidad viendo una película en las pantallas de 10 pulgadas colocadas a la altura de los reposacabezas. Así da gusto que pasen los kilómetros hasta llegar al destino…

¿Dónde nos vamos?
Tras esta experiencia gratificante y lujosa, toca ponerse al volante de esta máquina que, curiosamente, se siente mucho más ágil de lo que imaginábamos. Y eso que hablamos de dos toneladas y media de peso sólo de turismo, a lo que hay que añadir los kilos extra que aportan los ocupantes. La suspensión neumática, variable entre distintas posiciones, se encarga de ‘acunar’ en todo momento al Flying Spur para transmitirnos la confianza y la seguridad de llevar un automóvil más pequeño y ligero, como se aprecia a la perfección en las curvas más ratoneras de la carretera de montaña en la que nos encontramos. Es cierto que el morro tiende a hundirse cuando los giros son muy cerrados, pero se recompone rápidamente. Precisamente en estas circunstancias echamos en falta unos asientos que tengan un mayor agarre lateral. ¡Para eso está el GT Speed!, nos dirán desde Bentley con acierto, pero sorprende ver a los pasajeros moverse lateralmente con demasiada frecuencia. El cuero en esta ocasión no ayuda, quizá hubiera sido mejor contar con Alcántara

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El trabajo de la amortiguación es imprescindible para digerir la potencia del V8. Oficialmente son 508 caballos que salen a relucir de forma sorprendente independientemente de la marcha engranada en una caja de cambios similar a la del GT Speed; en concreto se trata de una ZF de ocho relaciones que, en esta ocasión, carece de levas tras el volante, casi mejor porque las del GT Speed son tan finas y alargadas que apenas facilitan el manejo secuencial en situaciones complejas como al trazar una curva, aunque podemos echar mano del propio pomo para meter o quitar ‘hierros’. Las direcciones, todo sea dicho de paso, resultan demasiado pesadas para manejar estos dos Bentley a baja velocidad–también por el tamaño excesivo del aro– aunque se transforman magistralmente a ritmos alegres, volviéndose entonces vitales para gestionar sendos ‘buques’…

Todopoderosos
El Flying Spur es una de las berlinas premium más cómodas y clásicas que se pueden adquirir en estos momentos. Y eso que muchos pensarán que se trata de un Audi A8‘tuneado’ por aquello de que Bentley pertenece al grupo Volkswagen, fabricado eso sí con materiales todavía más exclusivos. ¡Qué equivocación más grande! El Flying Spur tiene su propia personalidad y su precio se justifica por la calidad percibida, como también por factores como el espacio ofrecido, un motor V8 que es un auténtico prodigio por equilibrio, la tracción integral y el cambio automático. Aunque puestos a ser quisquillosos, echamos en falta la prole de ayudas a la conducción que tan de moda están –hablamos de avisador de ángulo muerto, mantenimiento del carril o cambio de luces cortas a largas y viceversa–, una situación que sucede en otras marcas de élite como la italiana Maserati.

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El GT Speed, por su parte, no deja lugar a dudas: es un deportivo de ultra lujo. Aunque su mecánica W12 supone toda una declaración de intenciones a fabricantes como Porsche o Ferrari, su tacto de conducción y el confort que transmite hace que coquetee en varias ligas. Es bajo, sí, pero no llega al nivel de un 911 y acelera y frena como si se tratara de un California T. A estos valores hay que sumarle la elegancia, que forma parte del ADN de todo Bentley, aunque sea a coste de un McLaren. Visto este panorama, sólo me queda decir una cosa: ¡quién pudiera ser futbolista de élite!