Parece que no ha cambiado, pero lo ha hecho y mucho. La sexta generación del Ford Mustang, la que actualmente está a la venta, ha sido la primera en comercializarse oficialmente en Europa desde 2015 y ahora ha recibido una profunda puesta al día. En el exterior el frontal es completamente nuevo, con dos centímetros menos de altura, faros de led rediseñados y nuevas tomas de aire. En la trasera todo se ha modificado, a pesar de mantener su característico esquema de seis pilotos traseros independientes, con un nuevo difusor y la posibilidad de montar un alerón opcional sobre la tapa del maletero –500 euros–. Llantas, colores y elementos decorativos como líneas adhesivas o el techo pintado en negro completan los cambios exteriores.

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En el diseño interior no hay cambios pero se han mejorado los plásticos del salpicadero, los paneles de puertas y la consola central y ahora son de tacto más suave y blando, imitando a un tapizado en cuero. Hay nuevas opciones para adornar la parte central del salpicadero, la consola y los paneles de puertas con varios acabados en aluminio o fibra de carbono. El cuadro de relojes es una pantalla digital de 12 pulgadas que permite múltiples configuraciones, al gusto del conductor, y con una completísima información. El sistema multimedia mantiene la pantalla táctil de ocho pulgadas pero ahora es más rápido y completo, con compatibilidad Apple y Android.

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Pero los cambios más importantes no se ven y afectan a casi todos los órganos mecánicos. Empezando por los motores, el cuatro cilindros Ecoboost de 2,3 litros ahora tiene 290 caballos, frente a los 310 de antes. La pérdida de potencia se debe a la incorporación de un filtro de partículas para cumplir la normativa Euro 6 y reducir el consumo, pero según los técnicos de Ford no afecta a las prestaciones. El V8 aumenta ligeramente su cilindrada hasta los cinco litros y también su potencia, que de 418 pasa a los 450 caballos; ahora tiene doble inyección y se ha mejorado su respuesta en baja, así como los consumos. La caja de cambios manual de seis velocidades de serie con los dos propulsores, ahora tiene doble disco y nuevo volante de inercia, con el fin de mejorar tanto su rapidez como su accionamiento. Pero la novedad más importante es la incorporación de una nueva caja automática opcional de diez velocidades que cuesta 4.000 euros más, pero que está disponible para los dos motores.

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En el chasis también hay novedades y el eje trasero ahora tiene una barra transversal que reduce los movimientos laterales, las estabilizadoras son más gruesas y los muelles también son nuevos. Pero lo más importante es que en opción los dos motores pueden equipar los amortiguadores de dureza regulable Magne Ride –2.200 euros–. Los reglajes vienen definidos por los diferentes modos de conducción. Ahora hay dos posibilidades de elección adicionales: Drag Strip, para salir desde parado con la máxima aceleración –un Launch Control– y My Mode, que permite personalizar cada uno de los parámetros por separado y que se añaden a los modos Normal, Sport, Circuito y Nieve/lluvia que ya tenía el Mustang. A esto hay que sumar las cuatro “sonoridades” para el sistema de escape: “buen vecino” o normal, deportivo y Race Track y los diferentes reglajes de dureza para la dirección, Normal, Comfort, Deportivo y Race.

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El comportamiento del Mustang ha mejorado notablemente, en especial con el cambio automático de diez velocidades. En el modo normal se comporta con total suavidad, para una conducción tranquila, pero en el modo deportivo realiza los cambios con una impresionante rapidez, reduce marchas con un efecto doble embrague que se ve acompañado por la sonoridad del sistema de escape y sus reacciones son inmediatas.

La forma de “pisar” del Mustang también ha variado por completo y ahora ofrece una mayor sensación de control, además de mayor comodidad a pesar de que las suspensiones tienen el reglaje ligeramente duro, incluso en el modo Comfort, que se espera en este Ford. No es un deportivo de pura raza y su comportamiento es más bien el de un Gran Turismo con un aceptable nivel de comodidad, pero con el V8 sus prestaciones son espectaculares y su sonido es especialmente estimulante. El Ecoboost de 2.3 litros, a pesar de la diferencia de potencia, ya ofrece una conducción divertida y deportiva, pues sus casi 300 caballos no son una potencia desdeñable.

El Ecoboost no suena como el V8 pero sus consumos son mucho más bajos y sus reacciones más previsibles, sobre todo para quien no esté acostumbrado a conducir vehículos de alta potencia.
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Ford//Car and Driver

El equipamiento de ayudas a la conducción también ha mejorado y ahora lleva frenada de emergencia con detección de peatones, control de crucero adaptativo y alerta de cambio de carril. Los precios arrancan en los 41.300 euros del Coupé 2.3 Ecoboost manual y 49.300 del V8. El “suplemento” por disfrutar el Cabrio es de 4.000 euros con los dos motores, lo mismo que el cambio automático, también 4.000 euros sea cual sea la motorización. También hay varios paquetes de personalización, con precios entre los 2.200 y los 3.100 euros, que incluyen llantas cromadas o en negro, asientos Recaro, decoración interior en aluminio o fibra de carbono y un equipo de sonido Shaker Pro de 12 altavoces.