Berlinas de tres volúmenes y precio asequible. Ésas son las claves tanto del Citroën C-Elysée como del Seat Toledo que se enfrentan en esta comparativa.

El primero es un modelo totalmente nuevo, el primer coche ‘global’ de Citroën, fabricado en España para todos los mercados y sin modificaciones según al país al que vaya dirigido. Por su parte, el Toledo es un coche muy conocido en el mercado nacional que en esta tercera generación vuelve a sus orígenes con un diseño más racional y la funcionalidad como su carta de presentación, una característica que también es una constante en su rival de la marca francesa.

En casi cuatro metros y medio ambos modelos ofrecen todo lo necesario para ‘cumplir’ como vehículo único: gran habitabilidad, buen maletero, capacidad de carga y economía de uso gracias a sus motores turbodiésel eficientes y muy probados.

Aunque los dos rivales se encuadren en el mismo segmento existen diferencias apreciables entre una y otra propuesta. Dejando aparte consideraciones estéticas, cabe señalar que los dos han sido concebidos desde el principio como berlinas de tres cuerpos, lo que hace que sus respectivas líneas sean bastante equilibradas y además no acusen el paso del tiempo, algo básico en modelos creados para durar muchos años.

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Apuesta práctica
El puesto de conducción de estos dos rivales es diferente. El C-Elysée está peor resuelto en cuanto a ergonomía debido a la colocación de algunos mandos, como por ejemplo los elevalunas eléctricos que están situados frente a la palanca de cambios. Asimismo, los botones de la consola central resultan un poco pequeños. En este sentido el Toledo es más intuitivo gracias a una colocación más racional.

En marcha es más fácil encontrar la posición en el Toledo, debido a las mayores posibilidades de regulación del volante, ya que el francés carece de reglaje en profundidad, aunque el asiento sí se puede modificar en altura y palía en parte esta deficiencia. La visibilidad en ambos casos es buena y no se plantean problemas en este sentido.

Una vez en movimiento la economía de uso es una de las principales bazas. Las mecánicas turbodiésel de última generación que equipan pueden tener consumos muy bajos–no es difícil rondar los cuatro litros– y además ofrecen un comportamiento homogéneo pero con diferencias.

El bloque HDI es más perezoso a la hora de subir de revoluciones y se encuentra más a gusto en una utilización a bajo o medio régimen. Por el contrario el TDI se muestra más enérgico y tiene una estirada final superior, unido a un cambio más preciso que el del Citroën, cuya palanca tiene un recorrido más largo.

Ambos cumplen como vehículo único: gran habitabilidad, buen maletero, capacidad de carga y economía de uso gracias a sus motores turbodiésel eficientes y muy probados.

En cuanto al comportamiento dinámico, ambos tienen en el equilibrio una de sus premisas porque recurren al mismo esquema de suspensiones, sencillo pero efectivo dado el carácter de los vehículos: un eje trasero de torsión, que en conducción tranquila no plantea problemas, pero si forzamos el ritmo, aparecen algunos rebotes que descolocan la zaga algo más apreciable en el modelo de la marca francesa.

En contrapartida, para viajar por autovía el C-Elysée es más cómodo, aunque la insonorización es mejorable, sobre todo, por la rumorosidad que produce el bloque HDI. En el caso del Seat, son los ruidos de rodadura los que se cuelan al interior.

En definitiva se trata de opciones prácticas, a buen precio –sobre todo el C-Elysée– y con las que recorrer muchos kilómetros con un coste razonable.

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