James Bond se apodera de nosotros una vez nos acomodamos en las señoriales plazas traseras del BMW M760Li. No llevamos puesto el traje, tampoco tenemos licencia para matar y nuestro currículum amoroso es de risa comparado con el suyo. Lo único en común con Pierce Brosnan, el actor más elegante que ha dado vida al personaje ideado por Ian Fleming, es el hecho de estar en un garaje público montados en un BMW atómico, tal y como le sucedía al irlandés en una de las escenas míticas de “El mañana nunca muere”. En ella, el agente secreto al que da vida utiliza un 750iL de 350 caballos para deshacerse de los malos, que lo rodean para aniquilarlo como tantas otras veces intentan en las casi dos horas que dura la cinta. El 'abuelo' del M760Li derrapa y se marca unos trompos que ni Ken Block en sus gymkhanas sin necesidad de que nadie se ponga al volante, ya que 007 utiliza un precario smartphone Ericsson con teclado para manejarlo cual coche teledirigido, un invento con el sello de ‘Q’, el científico al servicio de su majestad.

Duelo de titanes

Sin llegar a ese nivel digamos que de disparate –o de ingenio, según se mire–, 20 años después y en la vida real somos capaces de cambiar el color de la luz del habitáculo entre infinitos tonos mientras saboreamos un Moët & Chandon fresquito tumbados en una butaca que casi se convierte en cama –2.811 euros–.

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También podemos encender las pantallas o apagarlas, subir o bajar las cortinillas o variar la ruta del GPS, funciones manejables desde una tablet Samsung a disposición exclusiva de los dos ocupantes de la segunda fila y que, cuando no se usa, puede encajarse en un módulo especial evitando de esta forma salir despedida –3.770 euros–; ya entenderás por qué decimos esto… Incluso podemos hacer que el coche se mueva solo; basta con bajarse del Serie 7 y comenzar a utilizar la llave telemática digital para aparcar a distancia –703 euros–. La ciencia ficción a veces se hace realidad, ¿verdad? Pero basta de gadgets, que tenemos un V12 que degustar.

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Al igual que el citado 750iL, que compartía mecánica con el Rolls-Royce Silver Seraph, el M760Li tiene un corazón con idéntica arquitectura –12 cilindros en V–. De esta forma, BMW se convierte en uno de los fabricantes automovilísticos que sigue apostando por la gasolina a este nivel. Para disfrutar de un V12, pocas opciones más quedan en el mercado, salvo que te llames Ferrari o seas una compañía artesanal de supercars. La tendencia actual es recurrir a mecánicas V10 o V8, como han hecho en Mercedes-AMG.

En la casa de la estrella están encantados con su ocho cilindros ‘multiusos’, una motorización con varios niveles de potencia que encaja a la perfección en modelos tan dispares como el Clase C o el supercar GT. El tope de gama de este ‘corazón’ está reservado para unos elegidos, entre los que se encuentra el Clase S de batalla larga, recientemente actualizado y rival directo del exclusivo BMW M760Li.

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Para conseguir los 612 caballos que anuncia, los ingenieros alemanes recurren a las soluciones estándar que se utilizan en estos casos, es decir, doble turbo, intercoolers más grandes, modificación de la centralita, cuádruple salida de escape específica… El V12 no es menos y también ha necesitado de una revisión orgánica con la que se han reforzado partes vitales como las bielas o el árbol de levas para garantizar la fiabilidad; así te puedes hacer una idea de lo animales que son.

Eternamente agradecidos

El S63 pasa a un segundo plano cuando está frente al M760Li, porque este último acapara todo el protagonismo de los entendidos con sus sugerentes logos V12, pero lo que de verdad capta la atención de la gente es la pintura mate, tan delicada por su mantenimiento como exclusiva, del gusto de los jeques árabes. El S 63 es más discreto que su rival a pesar del kit AMG –llantas de 20 pulgadas opcionales, frenos sobredimensionados, paragolpes deportivos…– y destaca más por sus mastodónticas dimensiones que por su apariencia en sí ya que mide ¡casi 5,30 metros de largo y dos de ancho! ¿Sabes lo que supone maniobrar en la calle con un trolebús así? Hazte a la idea de que hay que multiplicar por dos todos los movimientos de volante respecto a cualquier compacto o utilitario medio del mercado. Y eso que ningún Mercedes gira mal, ni siquiera éste.

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El M760Li está encantado con este protagonismo inicial, pero le dura poco porque rápidamente se lo arrebata el Mercedes-AMG cuando arranca. De inmediato giramos el cuello hipnotizados por el sonido. Un fuerte bramido sale por los escapes; es áspero y grave, incluso se percibe un toque metálico en el tramo final, que recuerda a los supercars italianos. ¡Vaya con el V8! El M760Li despierta más relajado y no consigue devolvérsela, al menos en lo que acústica se refiere. Al ralentí, incluso, parece que el V12 está apagado. La leyenda de estos motores, que dice que son tan suaves y equilibrados que ni siquiera son capaces de tirar una moneda colocada en la tapa de balancines, es cierta. Lo acabamos de comprobar.

El S 63 tiene una función Launch Control para hacer el 0-100 en 3,5 segundos

Señores de las prestaciones

Pero el AMG no se queda ahí y vuelve a sorprender, en este caso por una salida más propia del F-1 de Lewis Hamilton que de una gran berlina gracias a la función Launch Control. Previamente ha habido que seleccionar el modo Sport +, el más deportivo de todos, para sentir cómo las cuatro gomas Michelin Pilot Sport 5 ‘muerden’ el asfalto y nos lanzan a la barrera de los 100 por hora en apenas 3,5 segundos. Si nos descuidamos, duplicamos la velocidad al mismo ritmo que el V8 sube hasta las 6.000 vueltas. El potencial del Mercedes es tan sobrecogedor que es imposible llegar tarde con él, por eso y porque hay un total de cinco relojes que se encargan de decirnos la hora, con un vistoso IWC de fondo blanco presidiendo la consola central.

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La ‘patada’ inicial del BMW no es tan enérgica, y eso que la aguja del cuenta sube hasta las 6.500 revoluciones, un techo superior al del V8 de su compatriota. En cambio, es muy llamativo ver lo que sucede con el morro porque ¡se levanta! Cada acelerón se traduce en un pequeño caballito del eje delantero, ante el que no pueden hacer nada ni la suspensión adaptativa ni las estabilizadoras activas. Una curiosa anécdota en este BMW que mantiene el nivel gracias a la tracción integral xDrive. Sin ella, el M760Li sería ingobernable, al más puro estilo M4 Coupé. De hecho, aun contando con este sistema, a la salida de las curvas más cerradas, los neumáticos anteriores se ven forzados por culpa de un marcado subviraje, lo que nos obliga a levantar el pie del gas para que las más de dos toneladas de peso vuelvan por su sitio, cosa que no sucede en el correctísimo AMG, mucho más neutro de reacciones. El M también cuenta con ruedas posteriores directrices, de serie en esta versión, aunque su funcionamiento no llega al nivel esperado si se compara con el eficaz chasis del S 63.

Si quieres ver cabalgar al Serie 7, pon el modo Sport y da un golpe al gas

La situación vivida en el M760Li es fruto de los programas Sport y Sport +. Con ellos, el coche se vuelve deportivo al endurecerse amortiguación y dirección, entre otros. Los cambios afectan asimismo a los asientos delanteros, cuyas ‘orejas’ se inflan mínimamente para mantenernos bien sujetos, volviendo a una posición relajada en Eco Pro y Comfort. Afortunadamente no llegan al nivel de asfixia de los butacones del AMG, cuyos laterales se hinchan en los giros para contener la inercia del cuerpo. Menos mal que es una función desactivable a través del equipo multimedia.

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¿Y tú que quieres?

Si somos capaces de olvidarnos de la carrocería, el Mercedes podría pasar perfectamente por un supercar. Acelera, frena y ‘curvea’ con la soltura del biplaza GT R con el que comparte motor, aunque en realidad sirva para llevar al presidente del gobierno o al Rey Felipe VI. El BMW, a pesar de su poderosa imagen, se acerca y mucho a las prestaciones del S 63, pero apuesta más por aunar la ciencia ficción con la máxima calidad posible. Que se lo digan si no a Bond…

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