En este caso, se trata de los guerreros más poderosos de su caballería ligera cupé. A punto de llegar la versión 2012 del RS 5, utilizamos para esta comparativa una unidad de la primera edición 2010. Salvo la introducción de los pequeños cambios estéticos del rediseño que ha experimentado la Serie 5, motor, transmisión y chasis siguen invariados desde que probamos por primera vez la bomba de Audi RS en el verano del 2010 frente a la referencia radical Nissan GT-R.

En este caso, el recién llegado es el nuevo Clase C debidamente preparado por Aufrecht Melcher Grossaspach o, para entendernos, la filial AMG de Mercedes que se encarga de fabricar las versiones más deportivas de la marca. También disponible con carrocerías berlina y familiar, la versión 63 AMG realizada sobre el nuevo Clase C experimenta importantes cambios mecánicos respecto a su antecesor, la berlina del año 2007 ya que en la serie anterior no existía derivación cupé. El más importante es la adopción de un moderno cambio AMG Speedshift MCT 7, que se completa con toda la nueva tecnología aportada por el ocho cilindros y el renovado chasis C.

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Diferencias de carácter

Comparando estos deportivos, lo primero que constatamos es la diferencia de carácter entre ambos motores. A pesar de disponer de la misma arquitectura de ocho cilindros en V, el Audi consigue sus 450 caballos de potencia elevando el régimen de sus pistones de carrera larga hasta las 8.250 revoluciones por minuto, sin duda algo poco frecuente en un coche de calle. El sistema de alimentación por inyección directa y el acelerador electrónico permiten dosificar el combustible para lograr estos elevados regímenes sin altibajos en el rendimiento.

En el Mercedes, los 457 caballos se consiguen mediante unos enormes pistones de más de 100 milímetros de diámetro, que aumentan la cilindrada por encima de los seis litros, dos más de los que caben en el bloque del Audi. De paso, el Mercedes se adjudica a 5.000 revoluciones un par motor de locomotora–61,2 mkg– que ya sobre el papel impresiona un tanto.

Demoníaco

Atmosféricos los dos, estos motores demuestran que no necesitan recurrir a la sobrealimentación para conseguir unos rendimientos que, no obstante, sin la gestión electrónica y la regulación automática de la distribución serían imposibles. Pero se distinguen claramente en cuanto a que el Audi es ultrapreciso en su progresividad y dosificación de la potencia, mientras que el Mercedes es demoníaco, explosivo y la forma de liberar su potencia nos impacta más que el de su rival.

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Por si nos parece poco, Mercedes ofrece el paquete AMG Performance que eleva aún más la potencia hasta los 487 caballos. Cuando, desde parado, aplicamos tan descomunales fuerzas mecánicas, son las inmensas ruedas traseras del C 63 AMG las que toman una pequeña ventaja al acelerar. En su interior parece como si se hubiese desencadenado una atronadora tormenta que nos desplaza a la velocidad de un tifón.

En el Audi, repartiendo más equitativamente la fuerza entre sus cuatro ruedas de igual tamaño, nos propulsa casi con la misma aceleración, pero sin la brutalidad del Mercedes. En el recorrido de pruebas por carretera variada, constatamos que el Audi se adapta más a un uso cotidiano, a pesar de su enorme potencia sin contemplaciones.

Mientras, el Mercedes resulta más salvaje, indómito en sus respuestas y, lo que también es importante en el día a día, requiere alimentarse con mayor cantidad de gasolina, sobre todo cuando se siente acorralado en la ciudad. La comodidad a bordo confirma esta sensación. La suspensión rebajada del Audi es regulable en su dureza y el Dynamic Ride Control –DRC– compensa con un mecanismo hidráulico la inclinación del chasis de forma exquisita, manteniendo la carrocería siempre paralela a la carretera.

Rigidez total

En el nuevo Mercedes C 63 AMG se ha incidido aún más en la rigidez del chasis, reforzando muelles, amortiguadores y barra estabilizadora trasera y se ha tarado la dirección aumentando su precisión. El resultado es un conjunto extremadamente riguroso en sus reacciones, tanto que no parece un Mercedes, marca que siempre se decanta por la comodidad y docilidad. Suspensión seca sobre asfaltos malos y reacciones instantáneas en los cambios de apoyo se equilibran a la par con el fuerte carácter del soberbio motor, mejorado en esta nueva edición del C 63 AMG.

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Resulta imposible hacerse una idea precisa de los límites de estos dos coches en carretera abierta. Sólo en circuito podremos experimentar lo que pueden dar de sí sus mecánicas. Perfectamente sujetos por los asientos deportivos que los equipan –incluso en el Audi se ofrecen bacquets de carreras opcionales– no nos hace falta rodar muchas vueltas para darnos cuenta de que estamos ante dos deportivos que poco o nada tienen que envidiar a la mayoría de los GT más contundentes del segmento.

En el RS 5, pronto nos inclinamos de forma natural por una conducción fina, de precisión, aprovechando la constante motricidad de su transmisión total –avalada por el diferencial central autoblocante de corona y por el diferencial trasero deportivo opcional– y la extrema rapidez de su cambio secuencial S tronic de doble embrague. Entonces se convierte en un placer experimentar cómo el Audi completa a una velocidad demencial el trazado, sin perder la trayectoría elegida y permitiendo acelerar antes que el Mercedes.

En circuito, el Audi aprovecha su mejor paso por curva para ganar unos metros, pero el Mercedes los recupera en recta con su burtal aceleración

Al cambiar el volante por el del C 63 AMG, también tendremos que cambiar nuestro ‘chip’ de pilotaje. Se acabaron las frías formalidades y empieza un auténtico festival de emociones, en el que estaremos obligados a improvisar ante las temperamentales efusiones del Mercedes. En las primeras curvas lentas ya nos avisa, deslizando el tren posterior a la par que pulsamos imperceptiblemente el acelerador. Una vez corregida la deriva ayudados por la ultraprecisa dirección paramétrica de asistencia variable AMG, aceleramos a la salida del ángulo y es entonces cuando recibimos una impresionante propulsión, equilibrada por el muy recomendable diferencial trasero autoblocante opcional.

En comparación con el obediente RS 5, el C 63 AMG nos obliga a mantenernos alerta todo el tiempo, sin relajarnos. Tal exigencia lo hacen más cansado de conducir y, sin lugar a dudas estamos ante un deportivo muy serio al que su discreto aspecto exterior puede llevar a engaño. No es baladí que la marca ofrezca un paquete opcional, al igual que Audi, de aumento de la velocidad máxima a 280 kilómetros/hora, que incluye en su caso un curso de conducción AMG por unos 4.000 euros.

Acceso restringido

En un momento en que se van imponiendo en general motores de baja cilindrada sobrealimentados, poseer un auténtico V8, con lo que ello conlleva de sensaciones, hace formar parte de un selecto club cada vez más restringido. Desde luego, quien adquiera tanto un RS 5 como un C 63 AMG no será un conductor normal. No querrá renunciar a una potencia fuera de serie ni delegará jamás la conducción de su cupé a un chófer.

Seguramente el que elija el Audi pensará más en utilizarlo a menudo, como vehículo habitual. Mientras que el poseedor del Mercedes lo mantenga a salvo en su garaje hasta el momento de sacarlo a desfogarse. En el primero encontraremos ante todo eficacia total, siendo un coche polivalente. En el segundo, una fuente inagotable de placer de conducción y una personalidad cada vez más difícil de encontrar en los modelos actuales. ¿Razón o pasión?

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