Los tiempos cambian y ni James Bond es Sean Connery ni Aston Martin es ese pequeño fabricante de la campiña inglesa que produce vehículos de forma casi testimonial. Por fortuna, las tradiciones son ley y en Gaydon siguen construyendo artesanalmente los coches que 007, ahora encarnado por Daniel Craig, utiliza en sus misiones. Su forma de trabajar dista mucho de la de Connery y, aunque es menos sofisiticado, sigue confiando en Aston Martin para llegar a todas partes con exquisita puntualidad británica. Por supuesto, no le falta un ápice de la elegancia que siempre ha caracterizado al personaje de Ian Fleming, y es que con semejante medio de transporte el buen gusto va ímplicito.

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Después del DB9, el Vanquish o el exclusivo DB10 –que nunca salió de la gran pantalla–, el espía al servicio de Su Majestad está buscando nueva montura y el DB11 se postula como la mejor opción. Es elegante, atractivo y muy rápido, atributos imprescindibles en cualquier deportivo inglés que se precie; pero las apariencias engañan y sus genes no son tan británicos como parece, puesto que bajo su largo y estilizado capó late un V8 desarrollado por Mercedes-AMG.

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En otra época podría representar un incoveniente para el agente secreto, pero no creemos que suponga mayor problema para el actual James Bond. La asociación entre Daimler y Aston Martin Lagonda -un 5% de las acciones de Aston pertenecen a Daimler- sólo puede ser positiva y la mejor prueba de ello es el DB11 que ilustra estas páginas. Se trata del 'pequeño' de la familia y llega un año después del lanzamiento del V12 de 608 caballos. Entre las dos variantes existen diferencias estéticas como las entradas de aire en el capó, dos en el caso del V8 y cuatro en el V12; o la tonalidad de los faros delanteros Full Led, de color gris en el más potente y con fondo negro si hablamos de nuestro protagonista.

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El resto de características no difieren, e incluso comparten la interminable lista de opciones que permite personalizar cada milímetro de su carrocería y su interior. El nivel de calidad, como no podía ser de otra manera, es exquisito y resulta imposible poner un solo pero a la calidad de los ajustes o los acabados. El panel de instrumentos digital, la pantalla táctil central de ocho pulgadas o los mandos que controlan el sistema multimedia –heredados de Mercedes– evidencian el salto hacia delante de Aston y dejan claro que tradición e innovación pueden ir de la mano. Podríamos recrearnos en el tacto de cada botón o en la intachable terminación de las costuras que atraviesan el cuero de primera calidad, pero el botón que arranca el motor ocupa toda nuestra atención y la tentación es irrefrenable…

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Lo pulsamos y el V8 cobra vida deleitándonos con un imponente bramido. Los ingenieros de Aston Martin se ha encargado de modificarlo para dotarlo de una personalidad diferente. Admisión, gestión electrónica, sistema de lubricación y conjunto de escape han sido puestos a punto y, ciertamente, suena diferente. Es pura música.

El sello AMG ha desaparecido de la cubierta del motor y el sistema de escape eroga un sonido celestial. El DB11 V8 tiene corazón Mercedes-AMG pero su personalidad es única.
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Basta rozar el acelerador para despertar a la 'bestia' y catapultarnos hasta 300 kilómetros por hora con la suavidad de una alfombra voladora. Las aceleraciones son fulgurantes y el chasis nos permite viajar a ritmos muy elevados por cualquier terreno. En buena medida se debe al magnífico reparto de masas –51:49– y al ahorro de peso frente a la variante V12 –115 kilogramos mesos–. Pero el tacto de la dirección o el excelente tarado de la suspensión también tienen la culpa de ello.

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Aston Martin

Lejos de las islas británicas, la comarca del Bajo Ampurdán, en Gerona, se convierte en el escenario perfecto para sacar el máximo partido del DB11. En vías rápidas y con el modo Gran Turismo activado, podemos disfrutar del compañero de viajes perfecto. El selector de modos de conducción nos permite disfrutar de un deportivo racional con esta configuración, pero todo cambia cuando seleccionamos la opción Sport. Como si de una declaración de intenciones se tratara, el cuadro de mandos cambia de color y se torna de una tonalidad rojiza mientras el sistema de escape comienza a emitir un sonido más ronco. Abandonamos la autopista y buscamos una carretera de curvas para estrujar los neumátivos Bridgestone S007 –el nombre no es casualidad– creados específicamente para este modelo. A pesar de sus dimensiones se desenvuelve como pez en el agua en las estrechas carreteras gerundenses.

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Es ágil, mucho más que el V12 y la caja de cambios ZF de ocho velocidades permite exprimir cada uno de sus 510 caballos. Y lo decimos en sentido literal, puesto que en modo 'manual' es posible estirar las marchas hasta la zona roja y alcanzar el corte de inyección. Aunque no se trata de una transmisión de doble embrague, su fucionamiento no tiene nada que envidiar a las de este tipo.

Bridgestone ha desarrollado un neumático específico para el Aston Martin DB11. Se trata del S007, montado en medida 255/ 40 ZR20 delante y 295/35 ZR20 detrás.
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Viendo de lo que es capaz, pulsamos nuevamente el botón 'S' para seleccionar el modo Sport +, el más radical de los tres disponibles. La dirección es todavía más directa y la suspensión se vuelve un punto más firme. La transmisión, por su parte, se encarga de dar un golpe de gas en las rapidísimas reducciones de marcha, como si se tratara de un "punta tacón". Es adictivo, sólo los frenos nos recuerdan que es hora de bajar el ritmo y volver al hotel, un Martini con vodka –mezclado, no agitado– nos espera. James Bond está impaciente por recoger su nuevo coche, seguro que disfruta tanto como lo hemos hecho nosotros.

Aston Martin DBS Superleggera: La bestia de Gaydon al detalle