La historia parece sacada de la película 'Relatos Salvajes' y demuestra como el orgullo te puede conducir a la cárcel de la forma más tonta que hubieras imaginado jamás. R.G.P. era un joven guardia civil de 24 años que el 17 de diciembre de 2011 se dirigía al cuartel de Navalcarnero (Madrid) en su Volkswagen Scirocco blanco.

Nuestro protagonista no tenía un buen día pero conducía por la M-404 tranquilamente hasta que frenó en exceso y sin motivo aparente, algo que el coche que venía detrás, un Hyundai le recriminó con un pitido. Indignado, el agente –que iba de paisano– siguió haciendo uso del freno descaradamente, provocando que tanto la conductora como su acompañante le recriminaran la acción haciendo gestos por la ventanilla. Finalmente, consiguieron adelantarle y él les contestó con una ráfaga de luces; según describe el diario El Español.

Por supuesto, la historia podía haber quedado aquí. De hecho, debía de haber quedado aquí, en una simple discusión de tráfico, pero de acuerdo con los hechos probados por la Audiencia Provincial de Madrid, R.G.P. se anotó la matrícula de su 'contrincante' a quién ni siquiera conocía. No tardó en hacerlo, pues introdujo el número de placa en la base de datos de la Guardia Civil y en caliente, extendió dos multas a la conductora por lo ocurrido unos minutos antes, firmándolos con su tarjeta de identificación.

La primera sanción la impuso por"circular detrás de otro vehículo sin dejar el espacio libre que permita deternerse sin comisionar en caso de frenada brusca del que precede" pero no contento con ello redacto otra denuncia por "circular detrás de otro sin señalizar el propósito de adelantarlo, manteniendo una separación que no permite a su vez, ser adelantado por el que le sigue con seguridad".

Para colmo, presa de ira, le dio a las dos denuncias fechas diferentes: 17 del 11 de 2011 y 17 del 12 de 2011, cuando se produjo el incidente.

La conductora, fue notificada dos meses después pero recordaba perfectamente el incidente de modo que acudió a la Jefatura de Tráfico a pedir copia de las multas y al ver que las había extendido el mismo agente, no dudó en denunciarlo por falsedad.

En el proceso judicial, los propios mandos de la Guardia Civil se encargaron de confirmar que R.G.P tenía una Volkswagen Scirocco blanco, que vivía en Griñón y que trabajaba en el cuartel de Navalcarnero, de modo que ese día tuvo que emplear la M-404 para desplazarse al trabajo y a la hora reflejada en el informe, pues su turno ese día comenzaba a las 14:00 horas. La Audiencia no tuvo dudas sobre el abuso de autoridad y la falsedad de ambas denuncias, condenando al acusado a tres años de cárcel que –por cierto– era la pena mínima contemplada para los hechos. La acusación pedía la expulsión del cuerpo y ésta es todavía probable al considerar la Sala de lo Militar del Supremo que el agente incurrió en una falta disciplinaria muy grave. Ahora, nuestro protagonista espera el indulto del gobierno para no perder su trabajo y está pendiente del ingreso en prisión. Se dice pronto.

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Jose Carlos Luque

Experto y apasionado del motor y la comunicación en todas sus formas, recalé en Car and Driver a finales de 2007 y desde 2016 dirijo este site. Periodista de vocación y formación, conservo buenos contactos en el sector y trato de que la información que leas aquí sea la más inmediata, completa y veraz. Pero también realizo pruebas, comparativas, noticias, entrevistas... y en mis ratos 'libres' crío a tres niños pequeños que –con diferencia– es el trabajo más duro de todos los que he hecho jamás.