Ha resultado tan normal y tan lógico que prácticamente pasó desapercibido. Y es que el Gran Premio de Singapur se desarrolló con normalidad a pesar de la aparición de la lluvia minutos antes del comienzo de la prueba, algo que sin ir más lejos el año pasado hubiera resultado imposible.

No hubo retrasos, no hubo interminables vueltas tras el coche de seguridad ni una salida lanzada. La carrera comenzó a su hora, hubo una sola vuelta de formación y la salida fue desde parado. Y no pasó nada. Bueno, imposible obviar el fuerte accidente en la primera curva, pero poco tuvo que ver dicha carambola con la aparición del agua.

Pudimos ver algunas cámaras onboard, destacando la de Esteban Ocon, que hizo lo que parece más lógico ante condiciones difíciles. Ante la proximidad de una curva con poca visibilidad, el galo levantó el pie, maximizando el control de su vehículo ante una posible adversidad. Algo que evidencia que los pilotos saben hacer, algo que el director de carrera parecía calificar como imposible.

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La carrera se desarrolló con normalidad, con distintos coches de seguridad tan habituales en un trazado urbano carente de escapatorias, pero sin dramas ocasionados por la lluvia. Y se corrió, porque se podía correr, como tantas otras veces donde el director de carrera decidía tomar el protagonismo enlazando retrasos con vueltas tras el coche de seguridad.

Una buena noticia, sin duda, que por otra parte no evita el resquemor de pensar cuantos momentos de Fórmula 1 nos hemos perdido en las dos últimas décadas escudados en una falsa seguridad que llegó a rozar lo estúpido por momentos. Al menos, parecen haber decidido cambiar su actitud.