Vettel y Alonso: preludio en los libres

El pique entre Sebastian Vettel y Fernando Alonso en los entrenamientos libres del viernes no fue casualidad: ambos estaban probándose, “jugando”, conscientes de que eran mutuamente sus máximos rivales. A penas una vuelta sin consecuencias en ninguna estadística pero que era un claro preludio de lo que iba a vivirse en la carrera: Red Bull contra Ferrari. Sebastian Vettel contra Fernando Alonso. Y así fue: el alemán y el español no pudieron reproducir sobre la pista el mismo duelo del viernes, pues Vettel no estuvo a tiro de Fernando en ningún momento de la carrera, pero cuando el Red Bull comenzó a desfallecer, Alonso no se lo pensó: era su oportunidad. Como el viernes, el adelantamiento fue abrumador. Sin problemas, esperando una larga recta para no comprometer su propia carrera. Perfecto. En Italia están contentos; aquí, por supuesto, también. Fernando Alonso ha devuelto la ilusión a Ferrari, una ilusión perdida el año pasado entre Kimi Räikkönen y los mediocres sustitutos de Felipe Massa tras su accidente en Hungría.

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Inteligencia

Alonso no es especialmente destacable en los entrenamientos oficiales. Tiene diecinueve primeras posiciones en parrilla, pero su especialidad es adelantar en carrera. Y así lo hizo en la primera oportunidad del año: una vez más triunfó en una salida casi perfecta, con una maniobra preciosa sobre Felipe Massa, usándole como trampolín en la larga recta, ganándole el exterior en la primera curva y forzando un interior magistral en la siguiente. A partir de ahí dependió del rendimiento del Red Bull de Vettel y, sobre todo, de sus neumáticos: cuando Alonso se acercaba a Vettel, temía destrozar sus ruedas, y tenía que desistir. En Red Bull lo sabían, y jugaron con ello.

Pero lo que no esperaban era que la mecánica del Red Bull diera la sorpresa. Fernando ya estaba pensando en atacarle cuando el pobre Vettel (que pese a todo realizó una soberbia carrera hasta entonces) informó de problemas en su bólido que le daba cada vez menos impulso. El español, que había permanecido inteligentemente agazapado a corta distancia, no lo dudó y le mordió en cuanto pudo, dejando herido a Vettel y un camino expedito a su compañero, Felipe Massa, que se puso segundo sólo una curva más tarde. Problemas en el Ferrari de Massa (no los han explicado aún del todo) le impidieron seguir la estela del español, aunque quedó claro que Alonso fue más rápido que él durante toda la prueba desde la salida. El español se ha resarcido de unas temporadas a la sombra en Renault. Ha regresado del lado oscuro con más ganas que nunca.

Un cavallino recatado

Ferrari también ha regresado, y con un doblete. Pero no ha sido un doblete exento de problemas: han gastado dos motores cambiando los de ambos monoplazas justo antes de darse la salida. Sólo era precaución, dicen. En la carrera se demostró que la jugada fue la correcta: mientras el corazón del Red Bull, ya usado, desfallecía, los Ferrari continuaban frescos hasta el final.

Pese a todo, quedó claro que Vettel fue capaz de mantenerlos a raya durante los kilómetros que su bólido le permitió, convirtiéndose en el primer gran rival de Maranello en 2010. Ni Michael Schumacher (sexto), ni Mercedes (quinto puesto con Nico Rosberg), ni McLaren (Hamilton fue incapaz de seguir el ritmo de cabeza mientras que el flamante campeón de 2009 se perdió en la séptima plaza) se presentaron como claras amenazas. Claro que es muy pronto para descartar rivales, pero un mundial se gana desde la primera carrera. Y si Vettel no hubiera tenido problemas, la historia habría sido diferente.

La culpa fue del chá, chá, chá

La carrera de Bahréin no fue muy divertida. Es cierto. Pero no es normal ahora echarle la culpa a la prohibición de repostar como la única causa. ¿Es que acaso la carrera del año pasado fue un compendio de emociones, adelantamientos y luchas sin cuartel?¿Es que acaso la falta de adelantamientos en la Fórmula 1 es cosa nueva? En absoluto: los aficionados y los pilotos llevan quejándose años y años de la dificultad de adelantar, y si lo único que se nos ocurre para aumentar la emoción de las carreras es limitarlo todo a los repostajes, para ver quién sale delante de quién de los boxes, es que este deporte va por mal camino.

Siempre ha habido estrategias en la Fórmula 1, pero si dejamos que tomen todo el protagonismo en la clasificación y que sean las únicas oportunidades de adelantar, nos perderemos los “rueda contra rueda” de los años 80, las grandes hazañas de los 70 y el glamour de los 60. David Coulthard lo ha expresado perfectamente: estamos “degustando” dieciséis años de “inventos” de Max Mosley: que si limitación de revoluciones en los motores, que si un único proveedor de neumáticos, que si estandarización de los elementos mecánicos…

A los que un servidor añadiría fracasos como el dichoso KERS, la variación del sistema de puntuación cada cinco temporadas, los alerones móviles, cambios constantes en los entrenamientos oficiales, el empecinamiento del ahorro de motores (luego no importa cuánto lujo y famosos haya en el paddock) y la propia incapacidad de la Federación por crear un reglamento técnico y deportivo estable a lo largo de los años que permita desarrollar un deporte emocionante, bien conocido por el público y en el que no haya que leerse un libro cada temporada para saber cómo funciona. ¿Y qué pasa con los circuitos?¿Qué pasa con aquellas pistas interminables con curvas suaves en las que exprimir el motor al máximo, dejarle escupir su bravura, rugiendo como un animal poseído persiguiendo a su presa? Ahora lo único que nos queda de los grandes y míticos trazados se reduce a Spa-Francorchamps, Monza y Suzuka.

Poco a poco, la FIA nos lega trazados para escarabajos (y no hablamos sólo de los urbanos), donde todo se limita a acelerar y frenar fuertemente, pasar por eses y chicanes bien cerradas y a una serie de vértices y curvas de noventa grados con un solo vértice. No hay originalidad. Cuando un circuito alcanza los seis kilómetros de longitud, nos echamos las manos a la cabeza asombrados de su “gran kilometraje”. Los circuitos se parecen demasiado unos a otros, y la única diferencia entre los nuevos es el clima; y ni eso. La estabilidad clasificatoria cae en un vicio de quién es capaz de preparar mejor el coche para los circuitos de la temporada, porque ya no hay sorpresas, ni circuitos imposibles, ni curvas con alma propia, ni variación en el planteamiento de una carrera. Por eso, reducirlo todo a la prohibición de repostar, como si la Fórmula 1 con repostajes fuera espectacularmente divertida y productora de múltiples adelantamientos sin cesar vuelta a vuelta… es no querer ver la realidad de hace dieciséis años. Una Fórmula 1 sin repostajes puede ser más divertida, pero hay que cambiar muchas más cosas. En cualquier caso, un servidor siempre preferirá vivir un adelantamiento real sobre la pista que dos o tres en los garajes.

La emoción volverá

Pero no hay que terminar de forma negativa. Esto acaba de empezar y es más que probable que veamos luchas interesantes este año. Sólo hay que llegar a circuitos más interesante. Melbourne muy probablemente será uno de ellos: la pista australiana es semi urbana, pero conserva curvas y tramos únicos, enlazados y especiales. No es como Abu Dabi o Valencia; aquí las carreras suelen ser divertidas.

Sólo tenemos que darle un voto de confianza a la temporada 2010 y esperar para comprobar que este año volveremos a tener emociones, adelantamientos, luchas y polémica sobre la pista. La Fórmula 1 es como un animal que, por mucho que le cambien de hábitat, en cualquier momento da un zarpazo para recordarnos, cuando menos lo esperamos, por qué nos atrapó hace tantos años y seguimos en sus maravillosas garras.