Bruno aún no había cumplido 11 años cuando su tío, el inolvidable y polémico Ayrton Senna, falleció liderando el Gran Premio de San Marino de 1994. Esta temporada se cumplirán 18 años de aquella tragedia. Y, tras 18 años, el apellido Senna volverá a unirse a Williams. Bruno, el Senna del siglo XXI, no esconde su pasado ni que su apellido le ha ayudado a abrirse un hueco en la Fórmula 1: "Sobre todo para encontrar patrocinadores", asegura sin remordimientos.

La de Bruno en Fórmula 1 ha sido, hasta hoy, una carrera corta, intensa y llena de altibajos. Hispania Racing le brindó la oportunidad de debutar, y Lotus Renault le confirmó al año siguiente ante la falta de rendimiento de Nick Heidfeld, desde Bélgica. Su mejor resultado hasta el momento ha sido el noveno lugar de Italia, donde sumó sus dos primeros y únicos puntos logrados hasta ahora en Fórmula 1. Bruno sabe que ahora, al fichar por un equipo con el prestigio de un nombre como Williams (aunque no atraviese sus mejores momentos), tiene que corresponder con unos resultados más acordes: "Es difícil cuáles serán los siguientes pasos. Tengo que mejorar en muchas áreas. Sigo acumulando información en cada carrera; mi único objetivo es mejorar", aseguraba Bruno a la revista española Grand Prix (entrevista de Jacobo Vega) a finales del año pasado.

A buen seguro, cuando llegue a Brasil, delante de su público, algo especial sentirán los más veteranos al ver el apellido Senna a bordo de un Williams-Renault. Él lo sabe y lo acepta: "La gente tiende a pensar que tengo que hacer las cosas bien porque soy sobrino de Ayrton. Eso añade presión".

AYRTON, DE COPILOTO CON MANSELL
La primera vez que Ayrton Senna se subió a un Williams en una carrera no fue en 1994. En realidad fue en 1991, a los lomos del FW14, en el Gran Premio de Gran Bretaña disputado en Silverstone. Lo que pasa es que no era el piloto, sino el pasajero, pues el McLaren de Senna se quedó sin combustible en la última vuelta y el león británico, Nigel Mansell, se ofreció a llevarle a boxes. Aún faltaban tres años para que la imagen se repitiera, esta vez con Senna en el habitáculo como piloto oficial. Sería el FW16 motorizado por Renault el Williams que Senna tuvo entre sus manos durante poco tiempo, muy poco tiempo. Sólo tres carreras entre las que completó cerca se 70 vueltas; las últimas de su vida.

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Ayrton Senna subido al Williams FW14 de Nigel Mansell. GP de Gran Bretañana 1991

FRANK TAMIBÉN LLORA
Los ojos de Frank están cansados. Carrera tras carrera se nota: el hombre que tocó la gloria con uno de los equipos de la Fórmula 1 moderna más exitosos se hunde en el pelotón sin lograr una sola victoria en cada temporada. Pero en Frank hay algo extraño; una mirada imperturbable, un gesto impertérrito, un semblante siempre sereno, una obcecación inédita…

Sin embargo, llegamos a ver sus ojos enrojecidos y emborronados por traidoras lágrimas un negro mayo de 1994. Nadie de los que lo vimos en directo pudimos reprimirnos; ni siquiera él, el jefe de equipo de hierro. Casi 18 años después, Frank volverá a la competición con el apellido Senna estampado en la carrocería de su coche. Todos sabemos que no es Ayrton, que es Bruno, y que sería muy fácil dejarse llevar por la melancolía, por los sentimientos, por los recuerdos… Pero, ¿acaso no vivimos en parte gracias a ellos?

CÓMO AYRTON LLEGÓ A WILLIAMS
En 1992 Ayrton no conseguía ponerse a la altura de los Williams. En realidad eran los Williams los que eran inalcanzables: casi el 84% de todas las vueltas de la temporada estuvieron lideradas por un Williams. McLaren ya no era igual de competitiva; la Fórmula 1 está hecha de ciclos y hay que saber dónde meterse para que la corriente te lleve por el buen camino. Ayrton lo sabía, y empezaba a coquetear con Frank. Sin embargo, Alain Prost impidió su entrada en el equipo con una cláusula en su nuevo contrato: no tener al brasileño como compañero de equipo. Williams aceptó, y Senna tuvo que esperar.

El brasileño, consciente de que tener el mejor coche de la parrilla es lógicamente una ventaja significativa, también metía presión y llegó a declarar que correría gratis para Williams. Tal era su superioridad. La presión de Renault y los franceses llegó a hacerle creer a Ayrton que había un complot en Francia para impedirle entrar en el equipo de Frank Williams. Pero en julio de 1993 el contrato estaba firmado… en secreto. Renault pidió a Senna que no dijera nada hasta que Alain ganara su cuarto título mundial para no restarle publicidad.

Senna aceptó y jugó el resto de la temporada a interesarse y a probar diferentes motorizaciones de McLaren. Sabía que debajo del brazo, bien escondido, tenía un contrato con el equipo más fuerte del momento, con el motor más competitivo y con la escudería más sólida de la mitad de los 90; sonreía y sabía que las penurias iban a llegar pronto a su fin.

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Senna y Prost en el GP de Australia 1993

LA ÚLTIMA VICTORIA DE AYRTON
Las innovaciones técnicas habían llegado a la Fórmula 1 de la mano de Williams y sus sofisticados sistemas electrónicos en las suspensiones, los controles de tracción, los cambios de marchas automáticos… Senna llegó a declarar que prácticamente cualquiera podría ganar con un Williams así. Y ese 'cualquiera' esperaba ser él mismo.

Fue el fin de semana del Gran Premio de Portugal, en Estoril, cuando Frank Williams y Alain Prost ofrecieron una rueda de prensa en la que anunciaron la retirada de la competición piloto francés, que se coronó tetracampeón al día siguiente. Senna, por su parte, también anunció que no seguiría con McLaren el año siguiente, pero no dijo cuál era su plan para 1994. Hubo que esperar al Gran Premio de Brasil para conocer lo que pocos ya dudaban: Senna era el nuevo piloto de Williams-Renault: "Es el sueño de mi vida", aseguró el brasileño. "Frank fue el primero en darme una oportunidad en la Fórmula 1, en 1983, y ahora finalmente estaremos juntos".

La última carrera de aquel 1993, Senna ganó para McLaren. Como si quisiera ofrecerles la mejor despedida (y realmente así quería), Ayrton se esforzó para llegar a meta el primero y dedicarle la victoria a Ron Dennis y Jo Ramírez, por los seis años de competición y los tres títulos conseguidos. Por encima de las discusiones, las diferencias, los enfrentamientos contra Prost, la FISA, Balestre… Por encima de todo, Senna sólo quería recordar los buenos momentos, el buen trabajo de equipo… Y se guardó una bandera en el habitáculo para, por si las moscas, hacía realidad el regalo que le tenía preparado a su equipo: ganar en Adelaida, en Austalia, en su última carrera para McLaren. Y lo logró. No faltaron las lágrimas, los abrazos y las sonrisas… y una fiesta privada organizada por Jo Ramírez en La Tratoria para darle las gracias a Senna por aquellos locos años inolvidables. Williams era su futuro, pero nadie podría olvidar jamás su pasado, su historia, su impronta en McLaren. Era impensable, pero ese sería su último podio.

WILLIAMS, DE SUEÑO A PESADILLA
Pero Williams, lejos de ser un sueño, se convirtió en una pesadilla: el empecinamiento del nuevo presidente de la entonces FIA, Max Mosley, por acabar con las ayudas electrónicas en los monoplazas (suspensiones activas, control de tracción, cambios automáticos programados, ABS…) dejó a Williams como vulgarmente se dice 'en calzones'.

La escudería tuvo que adaptar un monoplaza que había arrasado con todos estos elementos a un concepto radicalmente diferente, y sin apenas tiempo. Benetton, que tenía su bólido preparado desde finales de 1993, pudo sacar ventaja. Senna, un piloto al que no le hace falta ninguna ayuda a la conducción, se encontró sin embargo con un monoplaza demasiado tosco: "No es muy cómodo", aseguró al principio de la temporada. No era lo que esperaba.

Y tampoco esperaba que un joven Michael Schumacher le hiciera sombra. Tanto que Senna tuvo que competir siempre al límite, hasta llegar a errar en Brasil, delante de su público, cometiendo un trompo: "Fue mi culpa, no del coche", reconocía un asombrado Senna ante la superioridad del Benetton-Ford de Schumacher, del que siempre sospechó que gozaba de un control de tracción ilegal. Patrick Head entonaba el 'mea culpa' al asegurar que el monoplaza no era lo que esperaban. Y Senna lo estaba pagando.

SENNA NUNCA SE BAJÓ DEL WILLIAMS
La siguiente carrera, en Aida, la Pole de Senna terminó en la primera curva con un toque con Häkkinen, tras ser adelantado de nuevo por Schumacher. La desesperación de Senna le obligaba a ganar en Imola. Y allí, Senna parecía recuperar el control al lograr la Pole y mantener la cabeza en los primeros compases.

Psicológicamente estaba muy alterado: el accidente de Barrichello y la muerte de Ratzemberger le había quitado las ganas de correr aquel domingo. Sin embargo, siguió en cabeza pese a todo, pese a los accidentes, pese al coche de seguridad, pese a un Michael Schumacher muy veloz que le presionó hasta aquella maldita curva de Tamburello de aquella maldita séptima vuelta de aquel maldito Gran Premio de San Marino de 1994.

El logotipo de Senna nunca se bajó de los monoplazas de Williams desde entonces, y siempre ha lucido en los alerones delanteros del equipo, escondido por la zona del morro. Es el pequeño recuerdo de Frank hacia un piloto excepcional, y quizá sea una metáfora perfecta que nos haga creer que Ayrton sigue ahí montado, disfrutando de la velocidad y desafiando las leyes físicas. Este año tendrá, seguro, más significado que nunca cuando Bruno se siente al volante.

El 1 de mayo de 1994 habían pasado nueve años desde que Ayrton Senna se subiera por primera vez a un Fórmula 1; fue el 18 de julio de 1983 en Donington Park, Inglaterra. Era un Williams FW08C-Ford. Bruno nació aquel año.

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