Una de las primeras lecciones que se enseña a los nuevos conductores es que hay que mirar en los retrovisores y comprobar que no viene otro coche para poder realizar cualquier maniobra. La marcha atrás es donde más se incide en este hecho, pues puede causarse un accidente si se mueve el coche cuando se está realizando maniobra. Esta imprudencia supone una falta eliminatoria en el examen de conducir.

Aunque parezca improbable, este tipo de fallos también se cometen en las carreras. Durante el Gran Premio de Azerbaiyán, Daniel Ricciardo y Daniil Kvyat estaban luchando por posición cuando el australiano se fue largo. El de Renault puso dirección a la escapatoria para evitar chocar con los muros, metiéndose en mitad de la trayectoria del ruso, quien pudo frenar justo antes de golpear las protecciones.

Hasta aquí, se trata de un suceso que podría considerarse un incidente de carrera con los dos coches de los implicados intactos, pero la incomprensible maniobra posterior de Ricciardo hizo que muchos espectadores se llevaran las manos a la cabeza. El australiano comenzó a dar marcha atrás para reincorporarse a la pista, pero antes de moverse no comprobó que no hubiera obstáculos y acabó golpeando al Toro Rosso de Kvyat.

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El toque de Ricciardo a Kvyat tuvo una fuerza considerable, suficiente para causar daños críticos en ambos vehículos. Esta imprudencia del australiano causó el abandono del ruso y de él mismo. Incluso el propio Ricciardo se dio cuenta de la infracción tan estúpida que acababa de cometer nada más llegar al box de Renault, donde se llevó las manos a la cabeza cuando todavía estaba dentro del monoplaza.

Este error de novato de Ricciardo fue castigado con una sanción de tres puestos en parrilla para el Gran Premio de España, además de recibir dos puntos de penalización. Una vez se bajó del bólido, el australiano reconoció que no miró los retrovisores por querer darse prisa para volver a pista y perder el mínimo tiempo posible tras pasarse de frenada al intentar adelantar a Kvyat.