Su nombre de verdad era Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton, pero en el día a día se dio a conocer como Alfonso “Fon” de Portago. Descendiente de la nobleza española, el joven marqués tuvo una vida corta, perointensa a más no poder. Desde siempre, su dedicación a multitud de disciplinas deportivas fue constante. Casualidades del destino, esto le acabaría llevando al universo del automovilismo, que es donde de verdad hizo historia. Y es que, antes de que Fernando Alonso lo lograse, en el pasado ya hubo un compatriota que corrió para Ferrari.

Peor antes de que esto ocurriese, el marqués de Portago realizó multitud de experiencias y actividades cuya intensidad llevan a afirmar, sin miedo a error, que supo vivir la vida al máximo. Ejemplos de ello fue que llegó a ganar 500 dólares tras una apuesta en la que consiguió pasar en avioneta por debajo del puente de Londres. A pesar de crecer en Inglaterra, sobre todo por la terrible situación de España en los años de la Guerra Civil, su fogosidad fue la propia de todo latino.

A parte de estas peripecias, Alfonso también fue un destacado deportista. Basta decir que llegó a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de Cortina d'Ampezzo una vez ya estaba dentro de la Fórmula 1. Compitió en la disciplina de bobsleigh, donde alcanzó una extraordinaria cuarta posición. A parte de esto, el golf, el tenis y el polo fueron sus otras grandes pasiones. Hubo una más, la cual tardó en llamar la atención de Portago, pero que al final resultó ser la más transcendental en su vida: el automovilismo.

Este mundo nunca despertó en un principio interés alguno por parte del marqués español. Esto cambió cuando, visitando el Salón del Automóvil de Nueva York, Luigi Chinetti, ex- piloto de Ferrari, le invitó a ser su copiloto en la carrera Panamericana. Esta vivencia le marcó para siempre. A partir de ahí, el eje central de su tiempo fueron las carreras. Por su cuenta, se compró un Ferrari y empezó a presentarse a numerosos eventos, tales como los 1.000 km de Buenos Aires de 1954, donde fue segundo. A este le siguieron las 12 Horas de Sebring, las 12 Horas de Reims, las 24 Horas de Le Mans o el Gran Premio de Metz, certamen en el que ganó su primera prueba automovilística.

Ya en 1956, Portago quiso aspirar a objetivos de grandeza. Quería pilotar para Enzo Ferrari, Il Commendatore. Fon deseaba uno de los bólidos rojos de la marca italiana para disputar el mundial de Fórmula 1. En un principio, el legendario fundador de la firma de “ilcavallinorampante” se mostró muy reacio, ya que no les gustaba para nada el aspecto desaliñado que el español solía presentar, pero tras mucha insistencia, Alfonso consiguió un hueco en la Scuderia para 1956. Por ello, el marqués de Portago fue, es y será el primer español en conducir un Ferrari.

De aquella temporada, el que tuviera como padrino al Rey Alfonso XIII disputó la segunda mitad. La fortuna no le acompañó demasiado en la mayoría de las pruebas que corrió, ya que abandonó en tres de cuatro. Pero en la que consiguió acabar, el GP de Gran Bretaña, lo hizo a lo grande. En cierto modo, ni si quiera en esta logró ver la bandera de cuadros, ya que tuvo que ceder su bólido a Peter Collins en la segunda parte de la carrera, pero este completó el gran trabajo que antes había realizado Portago para alcanzar el segundo puesto en Silverstone. Ambos compartieron un podio para la historia. Fue la primera vez que un corredor con nacionalidad española estuvo ahí presente. Para repetir de hito, tuvieron que pasar casi 50 años.

Finalizado ese curso, 1957 empezó con muy buenas sensaciones para Portago. En Cuba, el español libró un sensacional duelo con el mismísimo Juan Manuel Fangio, quien fue incapaz de batirle, hasta que unos problemas mecánicos le apartaron del liderato. Una en el podio, la leyenda argentina afirmó que el verdadero ganador de la prueba había sido Alfonso, lo cual dice todo. Más adelante, en la carrera de Argentina, primera del calendario de 1957, Fon finalizó en una buena quinta posición, compartida con José Froilán, lo cual hacía pensar que podría decir más de una cosa en esa temporada.

No obstante, dado que la carrera en tierras de Fangio se celebraba con mucha antelación a la segunda cita del calendario, el marqués de Portago tuvo, por obligación de Ferrari, que correr la MileMiglia, mítica cita que se disputaba por carreteras italianas. Esto no le gustó nada al español, pero no le quedó otra opción que correrla. La gran parte de la prueba no fue nada mal, ya que se encontraba peleando por el podio pero, a falta de 40 kilómetros de la meta, ocurrió la desgracia. El Ferrari 335S de Portago se había salido de pista, sufriendo un aparatoso accidente. Su piloto murió en el acto, junto a una docena de espectadores que el coche se llevó por delante después de que uno de sus neumáticos reventase. Como consecuencia de este suceso, la MileMiglia no se volvió a correr.

Sin duda, el final de Alfonso de Portago fue trágico. A una edad como los 29 años, ese destino no se puede calificar de otra cosa que no sea cruel.Él tenía pensado retirarse del automovilismo una vez cumpliese los 35 años, ya que quería dedicarse a otras actividades. No podía estancarse. Pensaba que para entonces ya podría haber sido campeón del mundo, pero la vida no lo quiso así.