Mercedes tuvo la pretemporada más complicada desde el comienzo de la era híbrida en Fórmula 1. El W10 tenía un comportamiento más errático de lo habitual, lo que llevaba a pensar que podía tratarse de una nueva ‘diva’ que iba a causar muchos dolores de cabeza al equipo de Brackley. Esta aparente inferioridad de Mercedes parecía indicar que Ferrari iba a empezar con ventaja la temporada, pero todo cambió en Australia.

La marca alemana arrasó en Melbourne ante una Ferrari imponente que ni siquiera pudo subir al podio. Valtteri Bottas se llevó el primer triunfo del año, mientras que Lewis Hamilton tuvo que conformarse con la segunda posición. El británico consiguió la victoria en las siguientes dos carreras, con el finés acompañándole en el podio un escalón por debajo. De esta forma, Mercedes sumó tres improbables dobletes en las tres primeras carreras de la temporada.

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Con la victoria en China, Hamilton se colocó en el liderato del mundial. Aunque desde fuera ha podido parecer un inicio de temporada sencillo, la realidad es diferente. El británico se ha encontrado con muchos problemas para domar a su Mercedes, especialmente en Shanghái. Tantas dificultades llevaron a Hamilton a cambiar su estilo de pilotaje para así poder tomar el control del W10.

“A lo largo del fin de semana, no me gustaba cómo se comportaba el coche en el circuito. Siempre he sido rápido en Shanghái y mi pilotaje agresivo funcionaba muy bien. Lo usé en los últimos dos años, pero los neumáticos no me lo permitían en esta ocasión. Parecía que había perdido mucho rendimiento”, explicó Hamilton sobre las complicaciones que encontró en China a pesar de ganar.

“Tuve que ser muy dinámico para cambiar mi estilo de pilotaje natural, tuve que pilotar de otra manera. Conseguí un estilo adecuado al final de la clasificación. En la carrera, pude volver un poco a mi pilotaje habitual. Una vez me puse en el liderato, pude mantener la posición y hacer lo que suelo hacer”, añadió el británico.