“En los momentos cruciales me siento mejor”. Lewis Hamilton, recostado contra uno de los neumáticos de su monoplaza, sonreía feliz; en uno de esos instantes en los que la tranquila y serena expresión corporal no muestra la enorme felicidad que se debe estar gestando en su interior. El británico acaba de pegar, en Suzuka, un golpetazo tremendo para conseguir su quinto Mundial. A falta de cuatro carreras, la diferencia de puntos con Sebastian Vettel en el campeonato asciende hasta los sesenta y siete. En Estados Unidos, el inglés tendrá su primer ‘matchball’ de la temporada.

De conseguir el pentacampeonato, éste será un triunfo en equipo; más que nunca en el seno de Mercedes. La estructura de Brackley ha mostrado un espíritu de unión como pocas veces se recuerde en los últimos años de Fórmula 1; en los mejores, pero también peores circunstancias del Mundial. La temporada 2018 ha sido (es) la campaña de la regularidad para la casa germana. Ferrari, al otro lado de las aguas, han sido protagonistas de todo lo contrario: irregularidad, errores, nervios, mala gestión… todo ello les ha llevado hacia el abismo.

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Hockenheim; principio y fin

Ferrari aterrizó en Gran Bretaña con el cartel de bólido más competitivo de la parrilla. Las ganas de Hamilton por repetir el triunfo del año anterior en Silverstone y darse un nuevo baño de masas eran evidentes. Y no empezó mal. Pole el sábado, la número cincuenta con Mercedes.

Todo se complicó el domingo. Mala salida, Safety Car y victoria para su máximo rival en el Mundial. Vettel golpeó a Hamilton en su terreno, donde más le duele. El de Stevenage llegaba con un cero de Austria y el germano no desaprovechaba la oportunidad para extender su liderato hasta los ocho puntos de diferencia. Ferrari a su mejor nivel; Mercedes ligeramente perdida. Nada podía salir mal, debieron pensar en Maranello. Y salió…

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Alemania estaba obligada a ser un cita grata para ‘Seb’, en Hockenheim, a menos de 100 kilómetros de su Happenheim natal. El fin de semana arrancó realmente bien, con Pole ante sus seguidores y fallo mecánico en el Mercedes de Hamilton, sin embargo, el camino del piloto de Ferrari se torció el domingo. Error bajo la lluvia, accidente y remontada con victoria de Hamilton en feudo ‘vettelista’. En el podio, bajo una aguacero bíblico, el inglés, brazos en cruz y los ojos cerrados, parecía haber llegado a un estado de comunión consigo mismo ante tal inesperado regalo. “Se cree Jesucristo”, bromeó el campeón de 1997, Jacques Villeneuve. La realidad es que el piloto de Stevenage se convertía en nuevo líder del Mundial.

En Hungría, Ferrari buscaba revertir una historia que poco a poco se dirigía al fracaso. En 2017, la Scuderia dominó la prueba húngara, la mejor referencia para dar un golpe sobre la mesa. No fue así. La lluvia amargó a los de Maranello el sábado. El domingo, Hamilton obtuvo una victoria plácida. Valtteri Bottas ejerció de fiel escudero para brindar el triunfo a su compañero. Era el cierre de la primera mitad de la temporada y el balance general no podía ser mejor en Brackley. En Ferrari, muchas dudas y tres semanas por delante cargadas de rumores y el triste fallecimiento de su presidente, Sergio Marchionne.

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Regularidad, pasarelas y declive

El síndrome post-vacacional no podía tener mejor terapia que el Gran Premio de Bélgica. Vettel encontró en Spa-Francorchamps el único atisbo de flaqueza de Hamilton. Adelantamiento en la pista, victoria y arañazo de siete puntos en el campeonato. Ferrari respiraba.

La tensa tranquilidad duró poco. En Italia, Ferrari mostró una de sus peores caras de la temporada. Vettel se precipitó en la salida del Gran Premio y golpeó a Hamilton en la Variante della Roggia. El alemán quedó a contra sentido sobre el asfalto. Decepción en las gradas de Monza. Solo Kimi Raikkonen mantuvo con vida las opciones de victoria para Ferrari en casa. Sin embargo, el pulso vital era muy débil y sucumbió ante un fantástico trabajo en equipo de Mercedes. Entre los abucheos de los tifosi, Hamilton se coronaba como vencedor, escoltado por el piloto finés, quien con un excelente fin de semana había retrasado un anuncio que se había cocinado a fuego lento: en 2019 será sustituido por Charles Leclerc; anhelo del difunto Marchionne.

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Con el fin a la tradicional temporada Europea -dejando Rusia al margen- Hamilton aprovechaba el parón para centrarse en otra de sus ocupaciones: la moda. El excéntrico estilo de vida del británico ha sido cuestionado a viva voz desde hace años. “Llevan mucho tiempo haciéndome esta pregunta. ¿Sabéis qué? En los últimos diez días ha viajado de manera extrema por todo el mundo”. Toto Wolff sabe que una de las claves del éxito del inglés es permitir que goce de la vida a su gusto, disfrutando de sus principales pasiones, relacionadas con el panorama artístico.

En China, en los días previos al GP de Singapur, el de Stevegane se rodeó de celebrities para presentar su primera colaboración con la marca Tommy Hilfiger. En su rostro no se intuía la enorme presión a la que estaba sometido. Más bien, desconexión total de su otra vida en los circuitos. Éste es su Mundial más exigente, mental y físicamente, desde su lucha con Fernando Alonso en 2007. Más, quizás, que el de 2016, año en el que perdió el campeonato contra Nico Rosberg, quien abandonó la F1 por la enorme carga emocional y psicológica que había sufrido durante su pugna con el que fuera su amigo y compañero en la etapa de karting. Resulta sorprendente tal capacidad de compaginación de actividades y ocupaciones en plena lucha por el Mundial.

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La regularidad que Hamilton, y Mercedes en su conjunto, muestran en la segunda parte del campeonato parece perfectamente calculada. En Singapur y Rusia, el inglés sacó a pasear su ya famoso Hammer Time. Victoria cómoda en la nocturnidad de Marina Bay y triunfo en equipo junto a Bottas en Sochi. El británico no la celebró, sabía que aquella victoria pertenecía a su compañero de garaje, aunque las exigencias del Mundial exigían el mayor lote de puntos para el líder del campeonato. Por el camino, el tetracampeón dejó un adelantamiento sobre Vettel que había dolido, y mucho, en las esperanzas de Ferrari.

En Japón, Hamilton se encargó de apuntillar el campeonato y ponerlo todo de cara para las última cuatro citas del año. Vettel volvió a precipitarse en un intento de maniobra de adelantamiento sobre Max Verstappen. De nuevo, a contrasentido, en una especie de paralelismo con el estado del Mundial. Ferrari se hundía. Las opciones de hacer doblete de campeonatos se han esfumado como un globo que poco a poco va perdiendo aire. 67 puntos de diferencia entre Hamilton – Vettel. 78 entre Mercedes – Ferrari.

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La segunda mitad de año, a falta de las carreras americanas y Abu Dabi, muestra la regularidad con la que Mercedes ha competido durante los últimos meses de campeonato. Proporcionalmente, no se han disputado el mismo número de carreras, aunque los dos pilotos de los coches plateados han sumado casi, con exactitud, el mismo número de puntos que en la primera mitad de curso. Situación que difiere con los dos hombres de Ferrari.

Todo hace indicar que las dos coronas irán a parar, de nuevo, a las vitrinas de Brackley. Un Mundial de equipo. En escasos meses, Mercedes ha sido superior a Ferrari; ya no solo en los ciruitos, sino también en las fábricas y en los despachos. Un año más, la Scuderia queda a la deriva, con la necesidad de una nueva y desesperada reestructuración interna.

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