Mónaco fue una de las peores carreras de los últimos tiempos en términos de entretenimiento. El ritmo anodino de la prueba aburrió hasta a los pilotos, que salvo una variación brutal de rendimiento, no se veía el adelantamiento como plausible.

Y precisamente en la falta de adelantamientos se centró la mayor crítica a la carrera, igual que en pruebas anteriores, lo cual no es incierto, pero tampoco es totalmente exacto. Sin embargo, la Fórmula 1 parece dispuesta a perder el norte en pro de beneficiar los adelantamientos.

Es un punto de vista legítimo, y la búsqueda de un reglamento técnico que permita a los vehículos rodar más cerca de los otros parece a todas luces acertado. Sin embargo, no hay que olvidar, que, si hay algo que un aficionado detesta aún más que la falta de adelantamientos es un adelantamiento sin esfuerzo, el tipo de adelantamiento que precisamente propicia un exceso de DRS.

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Canadá es una prueba que históricamente propicia un notable número de adelantamientos, y pese a esto, la Fórmula 1 no ha dudado en poner una zona de DRS en cada recta significativa, pues ha podido el miedo a otra carrera con falta de adelantamientos.

Se ignora el hecho de que un adelantamiento como el que Hamilton le hizo a Esteban Ocon durante el Gran Premio de Mónaco, lejos de contentar a la afición, más bien incluso la indigna. Y los adelantamientos entre coches relativamente igualados donde el que vaya por delante no tenga posibilidad de defenderse, como ocurre en ocasiones con el DRS, enfadan más que divertir.

El tiempo dirá si se acierta o no con una tercera zona de DRS, pero la Fórmula 1 no debería olvidar que su fin no es tener unas estadísticas donde el número de adelantamientos supere el de la pasada temporada, sino tener carreras emocionantes y divertidas. Y las pruebas de 2014 donde un Mercedes fallaba en clasificación y aún así finalizaba en carrera en segunda posición sin mucha oposición, no son precisamente recordadas por su emoción.