Cierto es que los deportes del motor tienen, desafortunadamente, una larga tradición con las alcantarillas. Tanto como por potencia como por peso, los Fórmula 1 y los grandes prototipos de resistencia han sido históricamente los mayores perjudicados, pues tenían facilidad para aniquilar los pobres métodos de sujeción que se usaban antaño.

Y aquí hay que recalcar lo de antaño. Pocos problemas en la competición son totalmente nuevos. En el año 2019, raro es que ocurra algo que no pasó hace tiempo en otro lugar similar. Por eso quizás sorprende aún más lo ocurrido en Bakú, porque ya ha pasado antes.

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Con el Gran Premio de Mónaco siendo el más longevo del calendario, el problema de las tapas de alcantarilla ha estado ahí de forma cíclica. Lo que un año era suficiente, con el aumento de la potencia y la carga aerodinámica, no valía para la siguiente temporada. En las calles del principado se optó por la segunda opción más segura. No la de retirar todas las alcantarillas del trazado, que sería la idónea, sino la de soldar completamente las tapas, y reforzarlas por la base, de tal forma que sea más factible levantar el asfalto que la propia alcantarilla.

Distintos incidentes alrededor del mundo con las alcantarillas han ido recordando a los responsables de seguridad la importancia de descuidar estos detalles. Imposible olvidar el gran accidente que sufrió el actual piloto del coche de seguridad, Bernd Maylander, entonces en el DTM, tras atropellar una tapa de alcantarilla en posición casi vertical en la carrera que el nacional alemán estaba disputando en un trazado urbano de Shanghái en 2014.

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Recientemente, en 2017, el Haas de Romain Grosjean sufrió cuantiosos daños al pasar por encima de una alcantarilla en el circuito permanente de Sepang, que el equipo acotó en alrededor de un millón de euros. De aquellas se achacó a la falta de mantenimiento que la tapa no estuviese debidamente sujeta. Se conocía el problema, se había puesto solución, pero el mantenimiento no había sido el que se requería.

En Bakú, queda la duda. ¿Falta de previsión o un simple fallo puntual? En el circuito de Azerbaiyán no han optado por la soldadura, sino por un sistema de anclaje por tornillos, que a la vista está, no ha sido suficiente. De hecho, se ha podido ver cómo los operarios se han apresurado a apretar el resto de tornillos de las alcantarillas, y estos aún daban juego, es decir, no estaban apretados al máximo.

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En estos momentos es cuando todas las miradas recaen sobre Michael Masi, sustituto de Charlie Whiting. Lo hacen, al igual que hace unas semanas con el tema de los semáforos, porque resulta difícil creer que a Charlie Whiting, experimentado como pocos, se le hubiera escapado algo así. Quizás no se hubiera conformado con comprobar que las alcantarillas tenían tornillos de sujeción, sino que hubiera hablado con el responsable directo para pedir que se comprobase una por una.

Una sesión cancelada con más de una hora por delante, una grúa golpeando una pasarela peatonal y el equipo con más apuros de la parrilla, con un vehículo totalmente destrozado. Whiting no era perfecto, y ni él conseguía evitar que cosas de este tipo ocurrieran, pero hoy, la Fórmula 1 le echa mucho en falta.