Solo existe una oportunidad de causar una buena primera impresión. Y obviamente, los pilotos solo pueden saborear ciertos sentimientos por primera vez en una sola ocasión. Hay sentimientos, grandes alegrías, que cualquier piloto tiene marcados en su ruta soñada; La primera carrera, la primera vez que consigues puntos, la primera pole position, el primer podio, la primera victoria…

Grandes momentos para los cuales los pilotos se preparan desde niños, esperando que tanto sacrificio y esfuerzo merezcan la pena con una gran celebración a la altura del logro. Y que en caprichosas ocasiones, estas celebraciones les son arrebatadas a los pilotos. Bien porque los resultados llegan tras sanciones, una vez acabada la carrera, como le ocurrió a Fisichella y el equipo Jordan en Brasil 2003 por ejemplo, o en otras, como en este caso, porque el resultado es mucho más pobre de lo esperado.

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Tras conseguir la pole position, y corregir una salida mejorable, Charles Leclerc adelantó a Sebastian Vettel para retomar el liderato y atesorar una cómoda ventaja, con cierto potencial guardado por si era necesario. Rumbo a una victoria totalmente merecida que nadie parecía capaz de evitarla. Hasta que apareció la fiabilidad. El Ferrari perdió potencia y los tiempos por vuelta comenzaron a aumentar de forma alarmante.

Sin encontrar solución al problema del SF90, desde el muro hacían cálculos que dejaban a Leclerc en cuarta posición. El monegasco no podía hacer nada para detener a Hamilton y a Bottas, y ya en tercera posición, veía por el retrovisor cómo se acerca Max Verstappen. Pero algo más estaba por pasar en este alocado Gran Premio de Bahréin. Los Renault se detenían en las escapatorias del trazado. Los comisarios no conseguían sacar los vehículos, y el coche de seguridad salía a pista.

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Sin tiempo para que retirasen los vehículos, la carrera iba a llegar a su fin bajo esta condición. Respiraban aliviados en Ferarri, que iban a lograr un podio. Pero resulta inevitable pensar que quizás hubiera sido mejor que este no hubiera sido el primer podio de Charles Leclerc. Un piloto se merece celebrar estos acontecimientos por todo lo grande, y no en mitad de un ambiente funerario.

Como Felipe Massa en 2008, cuando logró la victoria en el Gran Premio de Brasil, pero Lewis Hamilton le arrebató el título, a Leclerc le tocaba dar la cara, forzar la sonrisa mientras era consolado por rivales y miembros de su equipo que tenían la cara tan larga como el propio piloto. Obligado a subir al podio y aguantar el protocolo de la celebración, mientras por su mente pasa una y otra vez la victoria perdida. Un recuerdo amargo de por vida, que ahora el piloto tratará de borrar con nuevos éxitos. Sea como sea, Leclerc no se merecía un primer podio así.