Todos nos hemos quedado con la boca abierta al descubrir el espectacular diseño de algunos de los prototipos o showcar que se muestran en los salones del automóvil. En ellos los diseñadores dan rienda suelta a su imaginación o sencillamente ponen a prueba las reacciones del público ante determinados estilos o nuevas tecnologías, muchas de ellas en proceso de desarrollo o totalmente conseguidas pero difíciles de llevar a la práctica por coste o por problemas legales.

Hechos para soñar

Uno de los primeros concept car de los que se tiene constancia es el Buick Y-Job de 1938. Este lujoso cabrio ya contaba con techo plegable eléctrico y faros retráctiles, además de un diseño que se puso de moda casi dos décadas después. Sus innovaciones pasaron a la serie en poco tiempo para disfrute de los clientes.

Otros de esos vehículos de concepto se han centrado en la seguridad, explorando nuevos dispositivos, como airbags externos, carrocerías autorreparables y un sinfín de soluciones que casi parecen increíbles. Pero también ha habido muchos otros elementos que hoy en día no han llegado a los vehículos de calle a pesar de su aparente facilidad de aplicación.

Mundo virtual

Entre los dispositivos que más sorprende que no se hayan llevado a la serie están las cámaras para sustituir los retrovisores exteriores. Los espejos laterales son uno de los mayores inconvenientes de diseño y un freno para la aerodinámica de un vehículo, además de un continuo quebradero de cabeza para los conductores, ya que suelen sufrir daños bastante a menudo y su precio, dado el gran número de funciones que realizan, es muy elevado. Unas pequeñas pantallas en los laterales del salpicadero cumplirían esa función y seguro que su coste sería más barato que el de algunos retrovisores actuales.

El concept que adelantó las formas del Range Rover Evoque, el LRX, utilizaba el iPhone como ‘cerebro’ del vehículo. El teléfono servía para todo, para abrir y arrancar el coche y para almacenar toda clase de información. Hoy en día el teléfono está cada vez más integrado en el automóvil, pero no como para hacernos prescindir por completo de la llave, ya sea electrónica o tradicional.

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Durante los años 90 asistimos al nacimiento de nuevos estilos de vehículos con mezclas de estilos hasta entonces impensables. En los 90 nacieron ideas como los SUV –con el primer Toyota RAV4– y los monovolúmenes compactos –Renault Scénic– que llegaron a la serie. Pero el verdadero reto, el coche adaptable, todavía no se ha hecho realidad, al igual que otras soluciones increíbles que nunca llegaron a materializarse, como los cabrios todoterreno, aunque eso parece que cambiará el año que viene con el citado Evoque.

Mercedes imaginó en 1995 una especie de vehículo base sobre el que se podrían adaptar otros elementos de la carrocería, disponibles en alquiler en el concesionario, para convertirlo en cabrio, familiar, cupé o pick-up. Nunca llegó a la serie pero eso sí sería capacidad de adaptación al medio.

Interactuar con el entorno

Esa parece ser la clave para llegar a la verdadera conducción autónoma, pero para ello es necesario que los coches se comuniquen entre sí y con las infraestructuras viales. Desde los años 70 esa posibilidad ya se está explorando como una forma de mejorar la seguridad en cualquier tipo de situación, pero todavía, 15 años después de haber entrado en el siglo XXI todavía nos queda bastante camino por recorrer.

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Los coches ya casi pueden conducir de forma autónoma, pero falta ese ‘casi’ para garantizar la seguridad total y conseguir el sueño de la conducción autónoma: la siniestralidad cero. Pero, aunque algún día eso pueda llegar a suceder, hay que cambiar toda la legislación internacional y determinar la responsabilidad en caso de un hipotético accidente. Es el inconveniente al que se enfrentan las nuevas tecnologías, la legislación que garantice la protección de todos los usuarios que estén presentes en las vías públicas.

La moda aeroespacial

En los años 50 la carrera espacial era el desafío más cercano y la influencia de los diseños ‘galácticos’ quedó patente también el mundo del automóvil. Las aletas con forma de estabilizadores aeronaúticos y las similitudes con los cohetes espaciales eran evidentes en los concept de aquella época. Los sistemas de propulsión imaginaban motores a reacción, con turbinas e incluso con energía nuclear, como el Ford Nucleon, que contaría con un módulo atómico intercambiable que sería el encargado de producir energía.

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Las cubiertas pueden tener color

El neumático lo hemos conocido en negro, aunque muchos concept nos han mostrado colores, estampados y todo tipo de diseños. Incluso Bridgestone presentó hace unos años la posibilidad de ‘personalizar’ los flancos de los neumáticos. Parece que es algo que no acaba de cuajar y seguiremos con las cubiertas negras.

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