A partir del 1 de enero de 2015 la ciudad de Madrid será un poco más inaccesible para los vehículos a motor. La estrategia del Ayuntamiento pasa por ampliar las denominadas Áreas de Prioridad Residencial (APR), que pasará a contar con 190 hectáreas vigiladas por nada menos que 22 cámaras de seguridad. El objetivo es que sólo los coches con el distintivo de residente puedan acceder a las mismas y el mantenimiento de toda esta red rondará los 500.000 euros anuales.

Esta nueva zona vetada a los automóviles se extenderá desde las calles Gran Vía, Cuesta de San Vicente, Paseo de Recoletos y las Rondas de Atocha, Valencia, Toledo y Segovia. Desde cualquiera de estos accesos será imposible llegar en coche al centro y tan sólo los residentes, motocicletas y furgonetas de transporte podrán hacerlo y de forma restringida.

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Por ejemplo, las motos sólo tendrán acceso de siete de la mañana a diez de la noche y las furgonetas en días laborables de diez de la mañana al medio día. Tan sólo el acceso de los vehículos a alguno de los 13 parkings entre públicos y privados de esta zona, les permitirá acceder a este área sin tener que asumir la sanción pertinente.

El consistorio anuncia multas de 90 euros a los vehículos que accedan a este área restringido.

Madrid trata de combatir así con un problema de polución común en las principales ciudades europeas y que cada una ha decidido resolver de formas bien distintas. En Londres o en París se controlan los vehículos con matrículas pares y se fomenta el uso del vehículo eléctrico, al que por cierto, todavía no sabemos si afectará de alguna forma esta medida.

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Jose Carlos Luque

Experto y apasionado del motor y la comunicación en todas sus formas, recalé en Car and Driver a finales de 2007 y desde 2016 dirijo este site. Periodista de vocación y formación, conservo buenos contactos en el sector y trato de que la información que leas aquí sea la más inmediata, completa y veraz. Pero también realizo pruebas, comparativas, noticias, entrevistas... y en mis ratos 'libres' crío a tres niños pequeños que –con diferencia– es el trabajo más duro de todos los que he hecho jamás.