El automóvil ha estado ligado a los accidentes desde sus primeros tiempos, así que es comprensible que ésta haya sido una preocupación de los fabricantes, lógicamente en unos más que en otros, sin olvidar que a veces dependía de la procedencia geográfica. Todavía hoy en día es fácil ver algunos vehículos de países 'emergentes' que difícilmente cumplen los estándares mínimos de seguridad establecidos en Europa. Y eso es un problema.

La historia dice que la primera víctima de un accidente de tráfico fue Mary Ward, una irlandesa que murió el 31 de agosto de 1869 al salir despedida de un vehículo construido por un familiar suyo. Con la llegada masiva del automóvil a la vida cotidiana, los incidentes comenzaron a multiplicarse y fue en los años 30 cuando se empezó a tener en cuenta la seguridad en el diseño de los coches, aunque tuvieron que pasar casi tres décadas más para que las pruebas de choque, algunas muy curiosas, se tuvieran en cuenta a la hora de crear los nuevos vehículos.

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Los primeros crash test se realizaban estrellando los coches contra muros, aunque también contra camiones pertrechados con planchas de acero para intentar reproducir las condiciones del tráfico y los choques con los dos turismos en movimiento. Pero había un problema y es que, muchas veces, la energía del impacto no era suficiente así que había que buscar otras soluciones de simulación.

Una de las que resultaban más espectaculares es la que ocupa esta imagen principal: colgar los vehículos de una gran grúa y dejarlos caer, una prueba que también fue empleada posteriormente por algunas marcas pero, en este caso, como reclamo publicitario. A pesar de la espectacularidad de estos tests, la demostración definitiva era analizar las consecuencias de los choques en los ocupantes de un vehículo y eso planteaba otros problemas más difíciles.

DE CADÁVERES A DUMMIES

Cuando las pruebas empezaron a ser habituales, se necesitaban 'voluntarios' para evaluar los resultados y en un principio se utilizaron cadáveres. Su uso planteaba casi más inconvenientes que soluciones ya que los muertos eran de adultos fallecidos en edad avanzada o presentaban lesiones y daños previos, así que era difícil evaluar las heridas producidas realmente por el golpe.

También hubo voluntarios que se prestaban a ensayar estos impactos como Lawrence Patrick, profesor de biomecánica de la Universidad Wayne State de Detroit –EEUU–, que entre 1960 y 1975 se sometió a pruebas de choque a bordo de vehículos y a brutales deceleraciones para evaluar las consecuencias de un accidente en el cuerpo humano.

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En esos mismos años se empezaron a emplear maniquíes con una complexión más o menos natural y parecida a las de un cuerpo humano, pero el cambio definitivo llegó con los primeros dummies –1970–, los 'muñecos' con articulaciones como las de los humanos capaces de suministrar información de las verdaderas lesiones que puede sufrir un ocupante en un accidente. Los dummies se han hecho cada vez más sofisticados, con una cantidad de tecnología que permite conocer hasta el más mínimo detalle de cómo afecta la arquitectura de un coche y sus medidas de seguridad a los pasajeros en caso de impacto, de ahí que su cuyo precio supera muy ampliamente los 100.000 euros.

ESTÁNDARES NORMALIZADOS

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En 1959 se funda en Norteamérica el IIHS –Insurance Institute for Highway Safety–, fruto de la asociación de tres de las mayores aseguradoras del país y, en 1970, la NHTSA–National Highway Traffic Safety Administration–, organismos similares al EuroNCAP europeo que no nació hasta 1997, en medio de una fuerte oposición de los fabricantes por sus estrictos criterios en las pruebas.

Con los años esos principios se han ido unificando en mayor o menor medida en casi todo el mundo entre estas instituciones independientes que se encargan de evaluar la seguridad pasiva de los vehículos, además de ir actualizando los baremos en función de los avances tecnológicos que incorporan los automóviles modernos, como hemos vivido recientemente en el caso de EuroNCAP.

¿ERAN ANTES MÁS SEGUROS?

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Muchas veces hemos oído eso de que los coches antiguos, con su robusta chapa y sus grandes dimensiones, eran más seguros que los actuales. En 2009 el IIHS, el equivalente americano del EuroNCAP europeo, realizó una prueba de choque frontal entre un imponente Chevrolet Bel Air de 1959 y un Chevrolet Malibu de 2009. El resultado no hay más que verlo en las fotos pues el puesto de conducción de cada uno de ellos habla por sí sólo. En el Bel Air, el conductor difícilmente hubiera salido con vida debido a lesiones muy graves mientras que, en el Malibu, el cockpit está casi intacto. Medio siglo de tecnología les separa. Se nota.