Este mito revivido impresiona por su rabia y por su personalísima estampa. Abarth ha vuelto con el aguijón bien afilado y un producto con tanta historia como sensaciones para el conductor. “Dame veneno que quiero morir, dame veneno...”, así empezaba una célebre rumba de Los Chunguitos y, aunque nosotros no queremos morir, sí hemos terminado por necesitar el veneno del Abarth 500, una ponzoña capaz de exaltar todos nuestros sentidos y centrarlos en la conducción, en la intensa diversión que nos regala la última creación de la marca del escorpión.

Curiosamente, los tiempos más ‘entonados’ de Los Chunguitos fueron también el punto álgido para Abarth, una compañía nacida como preparadora de Fiat y posteriormente adquirida por la casa italiana para mantener una potentísima división de competición que durante años fue el terror de los rallyes, subidas en cuesta y otras carreras al menos igual de temerarias. ¿Quién no recuerda los 124 o los 131 Abarth que ganaron hasta 21 rallyes de importancia mundial? Pues bien, el 500 y el 600 Abarth fueron los antecesores de aquellas ‘bestias’, y sus brillantes gestas racing se volvieron en un prestigio que Fiat no supo aprovechar en los 90 como reclamo para sus versiones deportivas.

Afortunadamente, y después de un primer intento en forma de línea deportiva del Stilo, el Grupo Fiat le dio el año pasado a Abarth la oportunidad que merecía: ser una marca de pleno derecho. El Abarth Grande Punto fue su primera creación y, tan sólo un año después, llega el pequeño de la casa y, quizás por ello, el más querido: se llama Abarth 500 y condensa esas raíces deportivas en un supermini ‘cuco’ pero agresivo al que someteremos a nuestras más exigentes pruebas.

Conducción

Un par de vueltas en circuito son más que suficientes para comprobar la ‘garra’ de este especialísimo 500. Desarrollado sobre la base del acabado Sport, una suspensión con muelles y amortiguadores más rigurosos (éstos últimos sobre todo con el modo Sport activado) aporta un plus importante de agilidad, junto al equipo de neumáticos opcional con gomas 205/40 ZR17. Todo esto no evita un sustancial subviraje, sobre todo al aplicar la potencia a la salida de las mismas. Pero ojo, no hay que confiarse: entrar a las curvas con freno puede descolocar ligeramente el tren trasero, una sensación inicialmente desagradable y típico de ‘pulgas’ de competición que luego se torna en un instrumento idóneo para entrar rápido a los virajes y apuntar cuanto antes a la salida.

La dirección se muestra suficientemente precisa, aunque no impresiona tanto como el equipo de frenos; montar discos ventilados de 284 milímetros a un coche que pesa 1.035 kilos es algo que ni siquiera Renault con su Twingo RS ha igualado. El resultado es contundente, con una efectividad sólo comparable a la de su sensible tacto, tan típico de los coches italianos. Afrontamos ahora una recta larga, donde el pequeño Abarth demuestra una elevada estabilidad lineal, pese a su corta distancia entre ejes. En realidad no estamos ante un coche complicado de conducir, más allá de las dificultades naturales de compaginar 135 caballos con una longitud de 3,55 metros, pero nos recuerda de alguna forma a los utilitarios GTI de los 80. Es un coche con bravura, con casta, y eso nos encanta.

Mecánica

Como decíamos antes, el principal responsable de este alud de sensaciones es el motor 1.4 T-Jet de 135 caballos, el mismo que equipa el Abarth Grande Punto o el Alfa MiTo, pero ligeramente ‘descafeinado’ para no exceder las capacidades del bastidor del 500 (los más atrevidos pueden comprar la versión essesse de 160 caballos). Su empuje es muy notable a cualquier régimen, y su sonido alienta siempre al conductor a pisar el acelerador aún más a fondo. Los 21 kilográmetros de par máximo capaz de entregarnos desde las 3.000 vueltas (siempre con el modo Sport) son más que correctos para su cilindrada, y se agradece el indicador Shift Up ubicado a la izquierda del volante que nos avisa de cuándo podemos subir una relación de cambio sin riesgo, porque la tendencia del conductor cuando se enfrenta a este ‘carácter’ es la de estirar todas las marchas más de la cuenta.

Y ya que hablamos del cambio, hay que precisar que el Abarth 500 básico monta una caja de cinco velocidades y manejo bastante agradable en toda circunstancia, aunque con unos recorridos quizá demasiado largos. No echamos de menos una sexta relación, pero si eres un maniático del escalado de las marchas, te remitimos de nuevo a la versión essesse, que incorpora la caja de seis velocidades que monta el Abarth Grande Punto. Lo que sí lleva de serie es el sistema TTC (Torque Transfer Control), capaz de ejercer de autoblocante electrónico, frenando la rueda que pierde tracción en el eje delantero y mandando su correspondiente fuerza a la otra, para salvar situaciones de subviraje. Es en realidad una función del ABS, y nos gusta cómo funciona en este coche, aunque en el Alfa MiTo se notaba más su actuación.

Seguridad

Con cinco estrellas en las pruebas EuroNCAP en la protección para adultos, siete airbag de serie, control de estabilidad, de tracción y función autoblocante, la seguridad activa y pasiva de este 500 está sobradamente por encima de la media del segmento. Es más, pese a su delicadeza de formas, la rigidez de su estructura es todo un ejemplo a seguir. ¿Algo más? Sí, que es una lástima que no pueda equipar faros de xenón ni en opción, aunque ninguno de sus rivales pueda llevarlos.

Confort

Adaptarse a la postura de conducción (y al enorme radio de giro en relación a su longitud) es una de las tareas más difíciles en el 500. El volante no es regulable en profundidad y los reposacabezas integrados al estilo bacquet apenas protegerán a los conductores que midan más de 1,85 metros. En cualquier caso, el volante asimétrico, las terminaciones del salpicadero en color carrocería y el remate del cuadro de mandos en cuero cosido nos hacen olvidar este inconveniente a los 20 kilómetros de rodaje. Las plazas traseras son sorprendentes, ya que pueden albergar a dos pasajeros sin apreturas ¡y dejando espacio a un maletero de 185 litros! Los materiales en general y los ajustes rayan a muy buena altura, incluso para los ‘no quemados’. Puestos a ser puntillosos, el eje trasero resulta demasiado rígido para los ocupantes en asfaltos rotos, máxime con los neumáticos opcionales de perfil ultrabajo. Es el asumible precio del carácter deportivo...

Ecología

Ya hemos hablado del dispositivo Shift Up ubicado en el lateral izquierdo del original cuadro de mandos de este 500. Pues bien, gracias a él casi cualquier conductor que busque la máxima autonomía de su Abarth podrá lograr consumos reales de 7 litros a los 100 kilómetros, una marca digna de mención en un coche de 135 caballos. En conducción deportiva, nuestras cifras se disparaban a los 15 litros, pero preferíamos observar otras cifras en otros momentos. En ciudad tampoco es un coche tragón, por lo que los urbanitas chic podrán optar por este pequeño proyectil sin demasiado riesgo de sus bolsillos. Por cierto, emite 155 gramos de CO2 por kilómetro, de nuevo una buena cifra que deja su impuesto de matriculación en el 4,75% del total. ¡Bravo, 500!

Valor de compra

Comprar un Abarth es una buena decisión si encajas con su perfil de cliente: aficionado al automóvil, amante de la deportividad y de los coches pequeños. El valor de la marca es indiscutible, e independiente de su posible permanencia en el mercado (que deseamos sea muy extensa en el tiempo), y la asistencia puede realizarse desde cualquier taller de Fiat, por más que haya algunos más preparados que otros para acoger unidades de Abarth. Por último, no hay que olvidar el nivel de diversión que es capaz de proporcionar al conductor. Cierto es que la reventa de este coche no hará justicia con su encanto durante al menos 25 años, pero también en este sentido es claramente mejor que un Fiat ‘raso’.